Este artículo se publicó en "Primeran.com", medio que retomamos en octubre, el 10 de noviembre del 2012. Lo censuraron en otro medio de prensa editado para el Pais Vasco. Lo escribí con toda la rabia y profundo dolor por las chicas fallecidas. Inocentes víctimas en un país de corruptos. Desde luego que no las olvidamos. Belen, Rocio, Katya y Cristina.
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LOS MUERTOS VIAJAN EN EL “NÉCESSAIRE” DE ANA BOTELLA
Ana Botella se llevó a Lisboa,
la tragedia, en el “nécessaire”. Incluso lloró mucho. Con moquero de terciopelo para secarse las lágrimas negras por las fallecidas.
Ya en el 2066, un informe de
la Policía, advertía que el Madrid Arena funcionaba ilegalmente desde el 2002,
sin cumplir requisitos de licencia de actividad que obligan a las empresas
privadas, y con aforos no permitidos. Otros informes posteriores, en el 2008,
los de una empresa que contrató con el Ayuntamiento a través de otra empresa,
guardados en un cajón, alarmaba sobre deficiencias sin límite en seguridad y de
los impagos a la seguridad social. Este
desgraciado tema se resume en que no se han cumplido las leyes. Y Ana Botella se va a Portugal con su tristeza.
Es algo que presupone que te
va a poner escarpias en el pelo pero no es algo nocivo. Es Halloween y sigue de moda de aguantar la vela hasta el
amanecer.
Halloween es una broma divertida cada año a celebrar. No hay
vísceras ni higadillos como en los visionados de los filmes gore, desperdigados por las casas encantadas en tal noche de brujas, salvo salchichas por el suelo y demás
cóctel de colesterol fritado. La sangre es de “pega”, las hogueras son una lánguida fogata y los monstruos dan risa.
La stumbas de los antepasados son el vehículo de "papi", prestado para esa noche. Los demonios se adosan a cuernos flácidos y los rostros se pintarrajean con
crema de guacamole. Y la gente jóven y los cachondos se lo pasan muy bien.
Y como hace frío apetece
celebrar este aquelarre caldoso en un interior. Gústese de comer los dientes de
ajo en un recinto cubierto y los tropezones de tripas en lugar manipulado por
un tal Aoki. Y si te asalta cierta pesadez de estómago o quieres evacuar la
sopa de guisantes, tener un pasillo que te lleve a un urinario donde viertan las aguas del bebercio, por donde
transitan otros monstruos agitados y ancestros alucinados cuyos esqueletos no encuentran sosiego entre este
Halloweeland de caramelo y sin cenobitas o murciélagos aunque se encuentren
disecados.
En aquella velada de cachondeo
cuatro tal vez cinco chicas, han perdido la vida. Belén. Rocío. Cristina. Katia
se iba asfixiando y casi ya en agonía pudo dar algo de soplo a sus pulmones
aplastados para transmitir a su amigo un mensaje para su padre. “Que siempre le
había querido mucho y que se despedía de él”.
Unas personas inocentes han
perdido truculentamente su vida en el Madrid Arena, se escribe rápido, porque
confiaron en un organizador que, a
través de pinchazos policiales a
clientes de esta persona, noqueaba la
ley porque tenía un “contacto en el Ayuntamiento”. Se pusieron en manos de una
persona con procedimientos judiciales por muchos delitos, bien contemplada en
el Consistorio. Y porque el “botellón” confrontó entradas y salidas de una
“ratonera”.
Esa es la razón. La de lo que un día iba a suceder porque el recinto
carece de licencia, de informes precedentes sobre medidas de seguridad, de las
que carece, y no está en absoluto preparado para macro fiestas
y menos apto para evacuaciones masivas. ¡Una joyita!.
Desde los tiempos de Gallardón
se ha cedido imprudentemente este recinto para diversas actividades a las que
gentes dudosas rentabilizaron provecho económico. Un uso público permitido por
el ayuntamiento que ni inspeccionaba el uso no
controlaba la seguridad de los eventos en el Madrid Arena.
No se puede permitir que se
haya puesto en riesgo la vida de cientos de miles de personas, en esos años, y
sobre todo la muerte de estas pobrecitas porque personas de ese ayuntamiento
vengan permitiendo, a las mafias de la noche, burlar la ley a cambio de
transformarse en clientes “vip” de
respectivos locales.
No se debería parar hasta ver
en los juzgados a quienes archivaron en un cajón, el informe que, desde “Madrid
Espacios y Congresos”, se envió a la concejalía de Urbanismo, cuando deseaban
vender el edificio del Madrid Arena. En el mismo, se daba cuenta certera de
todas de todas las deficiencias concretas en materia de seguridad y de
incumplimientos legales del recinto. Este informe se ha recuperado esta semana.
Ha sucedido que, mucho de lo
que se indicaba en el informe, se ha confabulado fatídicamente, en Halloween,
contra una masa de inocentes jóvenes que duplicaban la capacidad de aforo en la
noche de autos. Más de 18 deficiencias entre las que destacaban la
insuficiencia de pasillos para salir del recinto a la calle. Así como la
inaccesibilidad del pabellón para una actuación de los bomberos.
No había seguridad en la
ventilación. Carecían de puertas contrafuegos. El contra chapado de madera de
los asientos, tampoco era el adecuado. Los detectores del techo eran muy altos
y fuera de norma. Pero, todo, durmió el sueño de los justos.
La tragedia se propagó a
medida que miles de personas del “botellón” cercano, ilegal pero permitido,
accedían salvajemente por estrechos conductos para ver al nuevo “Diós” de
nuestra era: Aoki. Se creó tal hilera de pánico en el embotellamiento que
acabó en aplastamiento general. Pero
hubo mucho más.
El drama vino empeorado por
las puertas cerradas; por la actitud de cuatro encargados de seguridad en aquel
horror de túnel de la muerte, que no se identificaron, que pegaban puñetazos, empujaban
salvajemente a los pobres chavales, les
pisaban a jóvenes mujeres caídas entre la multitud que les coceaba, casi les
hacían comer cristales del suelo, pegando golpes por todas partes dejando
mandíbulas crujientes. Que masacraron a todos aquellos chicos presos del pánico
que, pretendiendo salir, se confrontaban con los demonios del “botellón” o que
invadían, en sentido contrario, los
túneles de la muerte desde la orgía exterior.
Esta no ha sido una historia
que entretiene mientras asusta o agobia, que nos ponían en vilo durante la
adolescencia.
Ya no se estila aquello de las
dulces pesadillas que hacían hambre con
las hortalizas sobre guisos sanguinolentos o con las macedonias de
huesos; digiriendo las setas sospechosas arrancadas del huerto de los horrores;
degustando unas natillas que estaban hechas con zumo exprimido de “potas” de
muerto viviente; basándose en sirope de limón acidulento, precocinado exquisitamente en la casa del
terrorífico Yeti; regado todo con sake como en los filmes japoneses. ¡Cómo que
ya no!. Nos hemos hecho menos abrasivos y hasta les hacemos asco a aceitunas
morronas aunque sepan a gloria. Ahora acudimos a la “pelada” de unas
macrobióticas fiestas que las organizan unos estafadores.
No se les puede perdonar a
ninguno de los responsables, incluido el Ayuntamiento, haber tratado así a
pobres personas destrozadas por el Estado de Partidos. Deben ser detenidos por
haber torturado a unos inocentes que iban de juerga.
Les pisaron; les han roto las mandíbulas; les golpearon hasta dejarles
en el suelo aplastados; perdieron hasta los zapatos en su huida; aplastaron a
las chicas que mordían el suelo; les mataron por asfixia. Testigos mudos hoy,
aterrorizados tras una fiesta que acabó
en este espantoso final. Nuestra condolencia a las familias.
José Ignacio Salazar
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