miércoles, 21 de agosto de 2013

!FELIZ CUMPLEAÑOS! MEGAN

FELIZ CUMPLEAÑOS!!!!!

LA VERDAD SOBRE "PUENTE VIEJO"

  
Todos los caminos son válidos para alcanzar la verdad, aquí o en “Puente Viejo”. En aquella descalabrada España de principios del XX, que era un atajo de ladrones, corrompida sin remedio, a un cristalino “Puente Viejo”, llega una humilde comadrona titulada, “Pepa”, la fantástica actriz Megan Montaner.
Era el año de 1901. La Regencia terminaba. Los campesinos sobrevivían entre el abandono y  la menesterosidad. Los obreros  se encontraban en pie de reyerta.
Los demás, vivían del “cuento” y de la adulación. Se otorgaba con nepotismo y se repartía desde la dádiva, como hoy. Sobrevolaba el garrotazo brutal. Era sobre todo una España rural, presa del fenómeno del caciquismo, con el que Maura no logró acabar. Con un recién proclamado rey Alfonso XIII que creó una nación de intrigas y enredos, víctima de su propia obra; presa de una bajeza moral que llevó al país a no creer en nada y a esperar menos; que se llenó de menesterosos y de aprovechados que aceptaron todo tipo de vilezas con tal de no traspasar los borde de su pesebre. La moralidad no era un ejemplo precisamente.
Mientras tanto, a un pequeño pueblo ignoto de esos andurriales, a “Puente Viejo”, llegaba una  sencilla comadrona que lo acreditaba con mucho orgullo sano. Una mujer víctima de tropelías, una chica de verdad y corazón en un mundo hediondo.
Una serie que comenzó como si nada. Hoy, merece estar entre las tres mejores de la televisión en las últimas décadas. En el podio, con aquellos capítulos terroríficos donde angustiosamente se buscaba al asesino del paraguas, en “¿Es usted el asesino?”. Conjuntamente con “La línea Onedin”, sobre la historia de la navegación comercial, esta, “El secreto de Puente Viejo”, es ya por méritos propios, una de las más grandes series de la mal llamada “caja que atonta”. ¡No me cabe alguna duda de  que transcenderá en el tiempo!.
Me quedé sin respirar. Solamente el talento inconmensurable de Megan Montaner/“Pepa”,  puede conseguir la fórmula de alquimia capaz de transformar el incienso en vitriolo. Sucede en una parroquia, cuando el novio duda en  pronunciar un “sí”, en medio de una gran expectación general. Una excelente actriz entra rompedoramente en un bodorrio más falso que Judas. Camina  resoplando contenidamente, recta por entre un pasillo de bancos y ante gente estupefacta. Segura, sin temer a la verdad, pecho de frente,  sin tener nada que ocultar. Se apagan hasta los cirios. Arrojada contra la beatería, dinamita el templo mientras llega al altar, todo, para declarar la valentía de su amor inmenso para con la persona de Tristán, el novio en la historia. Entregándose en cuerpo y alma a la lucidez de una verdad que les hace libres de parentesco. Enamorada hasta el éxtasis pero sacrificándose a renunciar y a marcharse si no se le acepta como tal.
¡Fue antológico!. De lo mejor que he visto en mi vida. Trastoca todos los cimientos de la televisión. Es imposible no sentirse emocionado ante tan gesto digno y rompedor por el calvario que sufría “Pepa”. ¡Grande Megan!.
Comparada con ella, Claudette Colber, fue una pardilla cuando abandonó “píjamente” la Iglesia en medio de la ceremonia de boda, en “Sucedió una noche” de Capra, para reunirse con Clark Gable. En relación con el trabajo de Megan, la utopía hippie de “El graduado” es melindrosa y la ruptura estratégica del casorio, es algo gazmoño.
Jamás había aplaudido a alguien como a Megan Montaner. Ya tiene mi corazón porque sin ella, sin su trabajado carácter interpretativo absolutamente generoso, controladamente anárquico, hubiera sido imposible este resultado que enmudeció a toda aquella falsaria y mojigata sociedad pudiente y racista que, por envidia y maldad, no dudó en lapidarla, en su rechazo general por “cantarles las cuarenta”.
Excelentemente cuidada, no es una telenovela de pasión. Aunque el amor  brota de la sangre de los protagonistas, pero ahonda mucho más allá. Con un guión excelente y un lujoso dialogo culto de un castellano que hemos perdido desgraciadamente, es la dura crónica de la lucha en soledad contra una excarcelación y de levantarse empecinadamente cuantas veces haga falta. “Pepa” rompió un pulcro espejo tras cuyos pedazos las mujeres se contemplaban tal y como se sentían en aquella sociedad que las  sojuzgaba, empobrecía y humillaba sin piedad. Pero les enseñó a todas las demás a no dejarse avasallar.
Y “Pepa” jamás se resignó. Luchadora impoluta. Generosa. Orgullosa de su estirpe. Merecidamente deslenguada con quien se lo merece. Mujer bandera que lo entrega todo para que su amor sea feliz aunque tenga que prescindir de él. Fémina ejemplar, plantando gesto al cacique y busto a la desigualdad. Hija del pueblo, bondadosa,  arrolladora de prejuicios injustísimos en un entorno sin alternativas.
Megan Montaner/ “Pepa”, es imposible no hacer coincidir químicamente a las dos,  enfrenta a muchos protagonistas de aquella España latifundista; a sus miedos y asesinatos; a sus carencias e impotencias; a sus incapacidades y frivolidad. Jamás con miedo a la verdad, al “cara a cara”, a lo explícito y a lo solícito, buscando la libertad, sin gratuidad y con mucho amor. No me cabe duda de que, Megan, “La Pepa”, no es un fenómeno pasajero. En un arco joven, es la mejor actriz que tenemos en Europa. Acompañada en el serial por actrices sugerentes y muy `prometedoras como Carlota Baró, una fiera contenida, una heredera directa del cine del silencio y del cine de Luis Buñuel.
A pesar de todo, nada es hiriente, aunque tampoco autocomplaciente. Tiene referencias de Luis Buñuel, pero no su acidez cáustica. “Megan, no es una mojigata “Viridiana” que acaba aceptando el sistema y la caridad como equivocada solución a la injusticia y al oprobio. Sí, que es “El ángel exterminador” de gentes lujosas, de elenco fino y pudibundo, de diferente vestuario que, cuando asoma ella, enferman y la basura se les acumula. Cuando compenetra “Pepa” con su belleza transparente y con su afilada lengua culta,  se difumina la cordialidad de los impostores y se hacen perder las buenas costumbres en los santurrones, para transformarse ese personal en unos auténticos salvajes.
Para los que estamos curados de espanto y nos desapasiona tanta “pilinguis” festivalera que busca comer jamón y quiere triunfar pasado mañana, Megan, ha sido un revulsivo, incluso, en su modo de interpretar.
A su vera, empalidece Angelina Jolie, en “El intercambio”. “Madame Brouette”, se aproxima un poco a ella cuando lucha contra todas las humillaciones. “Thelma y Louise”, rompen menos esquemas que “Pepa”. “Coco”, es un símbolo de libertad que adelanta la imagen de una mujer moderna después de que “Pepa” la inventara antes. Pero sí que, Megan,  está a la altura  de la inolvidable Romy Schneider, cuya historia de amor nunca estaba cantada, que siempre se lo jugaba todo, se entregaba totalmente y  llevaba las cosas hasta las últimas consecuencias. 
Pero Megan, además, es más, es ella misma y es diversa. No es la chica de moda, es la actriz del presente y del futuro. Y se lo trabaja. Dentro de 70 años se le recordará por este serial y por todo su trabajo.
Para algunos de “Puente Viejo” es el icono más odiado por su arrogancia y verdad. No le perdonan que encabece las revueltas con su torrencial de personalidad; en ocasiones, frágil y he ahí su gran humanidad. Para otros de hoy y del mañana será  la mujer que siempre hemos amado, capaz de formular su propia apología de la libertad mientras saca de los roperos de “Puente Viejo”, más esqueletos que en un film gótico, más cráneos osificados que en el charro de las calaveras. Una mujer cañera donde cruzar las piernas una mujer, estaba mal visto. Que nada regalaba a aquella sociedad cínicamente servil.
Es tan genial Megan que consigue, cada tarde y durante cuarenta y cinco minutos, que nos “trague” la televisión y que el plasma nos transporte al pasado de  “Puente Viejo”, como en “Pleasantville” pero menos perfecto y “naïf”, para vivir junto a ella la apología de su inconformismo que no claudica.
No hace falta inventar el “túnel del tiempo”. Ya está descubierto. Cada tarde que paseamos con “Pepa”, acompañándole en su vida y desencanto, viéndole luchar hasta el último aliento, beligerante contra la injusticia; se encuentra, uno, en aquella azarosa época sin gel de afeitar y sin “móvil”. ¡No importa!. “Engancha” de tamaña  manera que, cuando acaba su interpretación, cuando se baja el telón y volvemos del remoto pasado a nuestro tiempo real, todo es ausencia nostálgica por  la mujer diferente que más hemos querido cuando vivíamos en aquel sueño, cien años por detrás en el tiempo y que ya no existe en nuestro siglo. ¡Es una grandísima actriz!. ¡La mejor!. Y le quiero mucho  por ser así. 
 
 
 

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