¡REGRESA A MI VIDA NICOLÁS!

Carlota Baró es heredera del más genuino cine de la dorada época de los sueños. La época del gran glamour, del silente  y de todas las extravagancias cinematográficas inimaginables, las que construyeron los cimientos de una maravillosa vía de escape a través de una pantalla de formato 1.33:1, en la que se proyectaba arte puro, compendio de todos los demás: EL CINE.
No nos avergüenza el que esta secuencia de hoy entre “Nicolás” y Mariana” nos ha arrancado las lágrimas. De raíces absolutamente cinematográficas, inspirada en Charles Walter y en Minnelli para lucimiento de estos dos actores: Sigüenza y Carlota Baró.

Un encuentro melancólico en un final que puede tener su continuación, con calculadas dosis de inteligencia y pasión, en tanto que,  “Nicolás”, confesando la verdad, ha demostrado ser un chico listo y enamoradísimo y “Mariana”, más despabilada y penetrante, cuenta a la cámara dónde  guardaba tanto corazón y amor, en la honradez y limpieza de sus amores tardíos,  bajo tanta desazón y sufrimiento; resultando encantadora hasta lo indescriptible por cuanto besa antes que nadie y enamora hasta las vísceras. Sensualidad y gozo, perdón y amor, el misterio de la atracción entre la mujer y el hombre, esta tarde en PV. Casi mística, Carlota, ha tenido una réplica correctísima por parte de “Sigüenza, en ese cálculo de deseo para que regrese su amor y en la vibración que le produce al fotógrafo saber que, el cuerpo y alma de la sirvienta, son de los dos. Se quieren y harían muy mal en desaprovechar esa oportunidad. Es una relación sentimental que se rompió por un engaño y que el destino se encarga de volver a unir, jugando otra oportunidad.

Ha sido para mí un homenaje a Carlota como la mejor actriz que se lo ha trabajado desde casi la nada. Ayer destacábamos las labores del casting. Haber conseguido  de chicos y chicas no conocidos, héroes populares. Un homenaje a unas actrices inencontrables hoy, como Baró, aquellas de otros solsticios que marcaron una época y la historia conjunta de un estilo visual inenarrablemente fantástico.

Carlota me ha recordado hoy a las chicas de los filmes de Minnelli de los años 70, como mi admiradísima  Barbra Streisand en “Vuelve  a mi lado”, llena de ilusión juvenil, de frescura, de arrojo, de amor y con una naturalidad y un encanto que nos ha metido de lleno en la cama de los novios.

Son amores que llegan a cierto crepúsculo de las ilusiones, impensablemente sobrevenidos. La pasión humana estaba anestesiada o en coma por un traumatismo craneal, pero no por ello son efímeros y pasajeros. Precioso momento cuando “Mariana” le reprocha a “Nicolás” que se marchaba sin despedirse, tal y como le prometió. Son la transmutación de la melancolía deprimente del otoño por el milagro de la floración en primavera. 

Cinco minutos para la antología de PV. Demuestra que se puede enganchar a una persona al televisor sin necesidad de escabrosidades y psicopatías de caserón maldito. Ha sido un momento muy brillante, sin apenas decorado, una plaza y una pared, desprejuiciado porque los instintos, la libido y los sentimientos han explotado en un cataclismo nada frívolo.Y los amantes anhelantes. La reconciliación. !Que guapa es!.

Es una escena enormemente femenina en el mejor de los sentidos, donde ella se iguala al hombre y le pide volver entre requiebros y cucamonas. Un estudio sencillo del amor cuando se conocen dos seres y saben que acabarán envejeciendo juntos. Y ha sido en la avanzadilla de “Mariana” todo el microcosmos enigmático de las mujeres en su realidad más amable, en su arcano más cariñoso y negociador. La secuencia de la sonrisa de “Nicolás” cuando se queda sólo, es la huella que dejan en nuestras entrañas, las mujeres. Ha encontrado la razón y el aliento de su vida. Momento auténtico y muy sentido entre dos seres que se complementan perfectamente después de la tormenta.Quien ha pasado por ese desenlace lo entiende sin libro de por en medio.

El personaje de Carlota besando, es absolutamente elocuente maduro y ensoñadamente sublime, como todo su “rol” el PV. Es la burla del destino, negando algo insistentemente se acaba en la vicaría sin remedio. Nadie en PV impregna tanto carisma, le quiere tanto la cámara, hace palpitar el amor que experimenta, atesora tanto encanto y representa a la sagacidad femenina y a la belleza como Carlota.

Él haber roto conllevaba muchos dolores y penas y se merecían una oportunidad en retomar la experiencia del amor que es algo maravilloso.

Agradezco muchísimo a Carlota y a Sigüenza el que nos hayan dado esta tarde lo mejor de sí mismos. En esta muy fría tarde en San Sebastián, la calidez de su beso nos ha confortado.

¡Gracias Alejandro!. ¡Gracias Carlota!. Han bastado unas escasas imágenes de reencuentro en una despedida que se presumía en soledad, para que añoremos todas las mujeres buenas que tuvimos en nuestra vida y que, inexplicablemente, se perdieron muchos años después de que, en “Puente Viejo”, las campanas tañeran arrebato cuando se prometieron,  en 1919, “Mariana” y “Nicolás”. Esta secuencia debía ser obligada en colegios en los cuales se enseña más que conocimientos académicos, donde se enseña a vivir a cuestas con la languidez de la vida y la vieja  foto en el dormitorio de lo que fuimos y casi ya ni nos acordamos.

Dedicado a Alejandro Sigüenza que es muy amable conmigo y a Carlota que ya es casi de la familia.