LA SECUENCIA DE LA TARDE: CARLOTA BARÓ Y ALEJANDRO SIGÜENZA
LA MIRADA DE LOS POBRES:
Monumento al cine neorrealista italiano la secuencia principal, melancólica casa llena de pesadumbre y de paredes cargadas de recuerdos y tristezas, donde el polvo de una desvencijada habitación tiene menos importancia que la trama y, esta, que los sentimientos de tristeza que embargan a la protagonista y a muchos de los espectadores. Una sublime Carlota Baró, heredera de personajes de Carlo Lizzani y de Pietro Germi. La mejor de esta tarde y cine auténtico, en blanco y negro con una aflicción y nostalgia que nos conmueve cunado vemos a nuestros ancestros inaugurar un nidito de amor tan precario y que recoge olor betuminoso a trágicos sucesos con muertos incluidos. De algún modo muestra sutilmente algo que sugestiona por lo sucedido allí pero sin entrar en recordar sus baños de sangre.
Me ha conmovido sobre todo por la maravillosa interpretación de los dos actores, Carlota y Alejandro, Emociona contemplar a los que nada tenían, ocupar una casa comprada con todos sus ahorros y su ilusión por darse lo mejor. Cine de dificultades casi insalvables, de amores preciosos que lo sobrellevan todo y difuminan todo,hasta la propia miseria, cine de penalidades apuntadas esperanzadoramente. Neorrealismo puro en PV.
Cuando el cine no era fascista se contaban relatos costumbristas de pobreza como estos que indican la verdad de la vida y la memoria histórica de donde procedemos casi todos en este país de insoportables nuevos ricos y muertos de hambre con carnet de pudientes. Si sustituimos a estos blancos de piel, por gentes de color y por parados españoles del XXI, tenemos la foto de hoy en día, radiografía de la misma miseria. La historia ha variado bien poco. La miseria reinante hoy es similar, pobres gentes desesperadas, sin casi nada , con el cielo y la tierra de techumbre o la hipoteca, trabajando de sol a sol para buscar un poco de prosperidad.
Momento que emparenta con "Las uvas de la ira", mostrando la soledad de los que se casan y comienzan una nueva vida, sin nada casi, su temor a lo que desconocen y la incomprensión de los latifundistas.
Quiero felicitar a los actores y al director por esos primeros planos de unos rostros que hablan por sí solos, son la mirada del pobre, mezcla de ternura, desconcierto y temor. Enorme Carlota de gran sensualidad que envuelve en su aire de campo la incertidumbre, cierta melancolía y un amor a su marido y...¡A verlas venir!. Esperarlas en esa casucha con tantos recuerdos almacenados.- Fuerza y cariño en ella, está desgarradora, impecable, muy trabajado su papel, en medio de una crudeza de años de sufrimiento que arrastra y que no acabará ahí. Grandes sentimientos de supervivencia y amor en la catalana Carlota.
LA ESTRATEGIA DE "FRANCISCA"
Otro de los buenos momentos del día. El plan diabólico para enfrentar a "Bosco" con "Conrado", firmando un armisticio tan falso como falaz. Momentos absorbentes y escalofriantes de hasta donde puede llegar la maldad de una persona para acabar con todo su alrededor, que bucea en las aguas turbulentas del retrato del infierno que les prepara. Envilecimiento a tope, sin segundas aparentes oportunidades ni reconducción de comportamientos y unja muestra más de la incapacidad para cambiar un carácter, corregir una naturaleza hacia la perversión y esa su personalidad escorada hacia el mal.
ACTOR DE LA TARDE: RAMÓN IBARRA
EL MANIFESTANTE DEL MANIFIESTO.
Ramón Ibarra, como vasco que es y comprometido, sabe muy bien sobre ese papel que interpreta, sobre la inutilidad de los manifiestos que no sirven para nada. El actor y el personaje coinciden. Una vida inútil recorrida de manifiesto en otro manifiesto, de plan en plan, de paz en paz, de declaración en declaración y... ¡A cobrar!. La decepción de unas generaciones que se creían iban a conquistar metas de justicia mediante la formulación de protestas en los medios, en la taberna o en la calle, y sólo trajeron más vividores a pastar del presupuesto público. Aquella efervescencia político-social de "Raimundo" es la de Ramón, grandiosamente interpretando al personaje con toda su melancolía y dogmatismo, manifestante valiente, producto de una inquietud ideológica contra un sistema opresor, generaciones que reivindicaban la verdad y denunciaban la injusticia. Unos incautos gestos que tanto prometían cambiar, garantizando un alumbramiento y que tan lejos se quedaron de sus promesas. Momento donde se habla de la politización de la historia y la conversión del papel y periodismo en instrumento para soliviantar conciencias y barrenar una sociedad que impedía conocer y delatar la verdad. España y el País Vasco han tenido muchas oportunidades de hacer estas denuncias y cambiar su sociedad pero nada se consiguió.
Todo lo de la guerra se detuvo ante el dinero y la partitocracia, como en el País Vasco hoy, todo fue superficialidad, donde modernidad y realidad chocaron siempre en este País, aunque se llame Vasco es el mismo cuento y hasta en las pequeñas y sencilla localidades rurales se manipuló con mitos y leyendas políticamente correctas. Nada cambió. Todo sigue siendo igual. Los que dieron la cara, se la partieron o son ricos hoy, trabajan hasta en la Diputación. Todo fracasó y vivimos el gran embuste, trasladando a hoy aquel inútil vivir y pelear de antes de la gran farsa antes de que la historia se manipulara a las necesidades de uso público y nos siguen rompiendo los morros sin poder devolver el mamporro.