UNA TUMBA VACÍA Y TRISTE
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Se escribió el 29/10/2012 y de grandes recuerdos. Se publicó en "Primeran.com"
Hace unos meses, en su máximo
esplendor, aquella intrépida partera, la deslumbrante Megan Montaner, llegaba
al corazón de todos, sublevaba la mente de los televidentes que tenían la
suerte de disfrutarla en aquellas imborrables tardes de la televisión. Y sigue con nosotros.
Acongojaban los infortunios de
Pepa/Megan que acabaron con su vida en este pasado agosto. Y nunca más se supo
de ella. Su tumba se encuentra vacía, el cadáver jamás apareció de donde, su
esposo Tristán, lo dejó para llevar a su hija, la recién nacida Aurora, a
Puente Viejo. Pepa/Megan, de este modo, pasó a la leyenda que dejan, una vez
cada veinticinco años, los grandes intérpretes que gestan un papel más que
agradecido en la televisión. Las heroínas que desbordan singular fuerza más
allá de lo asumiblemente estético de la televisión.
Nadie, ni los guionistas, ha
superado la desaparición de Megan Montaner. Da lástima la continuación.
Forzando las situaciones, entre curas y melifluas casaderas, para tener que echar
mano constantemente de la moviola y balsamizar la añoranza del público con
secuencias inolvidables de aquella
ignota comadrona misteriosamente desvanecida.
Algunos debían de apreciar con
más consideración, un hecho innegable: Que ninguna huella de casi 20 años
transcurridos, ha quedado borrada. Que los
enamorados de Megan y los
televidentes no la desmemorian. Muy al contrario, que aquel escenario donde las
heridas del amor y los envites emocionales cautivaban, donde sucedió el amor
infausto que se tuvieron Pepa y Tristán, sigue revelándose con toda su fiereza.
No era un culebrón barato. Era el triunfo de una forma vital de televisión. Era
una historia que calaba en el interior del público. Una adorable fábula
repleta de magia y de momentos inolvidables.
Hoy, queda un guión flojito
pero sí una excelsa recreación de
aquella caciquil época donde se gestaron muchas de las pautas culturales, aún
sin solventar, de las que lastramos hoy. Pero en la actualidad, ya no hay encantamiento.
Tampoco aquella ácida crítica a la época de la Restauración y del
señoritismo. Se han quedado en el camino los diálogos y las reflexiones, hoy
mínimas, ya que parece que todo el mundo transita por un decorado, amargado y
en situación de Shock. Se acabaron las traiciones y las vilezas de gentes
siniestras. No se trasluce aquella adversidad de los personajes. Es muy pobre
el recrearse en esa ñoña historia de amor imposible entre el “curichi” y una
chica que despierta de “pelar la pava”. Aunque Loreto Mauleon se lo trabaja muy
bien y es una donostiarra con estilo.
En la
actualidad, lo superior es esa asombrosa Carlota Baró, “Mariana”. Carlota está
genial en cómo ha modernizado a aquella “Saturna”, Lola Gaos, de la “Tristana”
de Don Luis Buñuel. Es una gozada seguirle cómo, desde otra dimensión a la del
film de 1968, rememora visionariamente a
aquella criada de Don Lope, de lengua expeditiva, que reprochaba con la mirada
y devoraba con los ojos. Carlota, es la más expresiva aún y casi ni necesita hablar, lo ha dicho
antes con esa mirada que tenían las grandes actrices en el “mudo”. Una chica de
método interpretativo irreprochable y mucho sentimiento, con gran intuición
para diversificar papeles. Relegada incomprensiblemente cuando es el personaje
más creíble y es la mejor actriz actual de “El secreto de Puente Viejo”,
conjuntamente con Seúl Nieto como actor.
Selu Nieto, que
como Jerry Lewis, al que apenas conoce, tiene ese regusto por la caricatura
cómica y el humor de lo absurdo, sintiéndose infalible en sus gajes físicos
desmesurados, a los que añade una lógica
deductiva inapelable y más intelectualidad para justificar sus enredos y
fantasías. Incluso su voz recuerda a uno
de los primeros actores de doblaje de
Jerry en el estado, en los 50: Eugenio Domingo.
Pero no se salva la nueva
historia. El cura y la ahijada no han hecho olvidar a la Montaner. Por el
contrario, en el caldero, se ha
calentado más pasión por Megan.
Megan era Megan. Era “Puente
Viejo”. Solvente y profesional. Cautivadora. Sin “enchufes” porque es una
señorita, se ganó al público y lo mantiene sin asomar por la pantalla. Su
personaje muerto tiene más vida que los que aburren por Puente Viejo. Se le
recuerda estremecedoramente en cada capítulo; donde está su espectro; su
impronta de aquellos sus explosivos
arrebatos; el resuello de su brillante
locura empecinada, que iba más allá de un capítulo de una serie de televisión y
que revive cada tarde entre esas buenas gentes que lloran, hoy, a una Megan que
no desaparece de sus retinas. No le olvidarán, jamás. Por mucho que le
vistiéron de cenicienta, y a otras
les vistan entre vestidos sueltos, les engalanen con accesorios
recargados y adornen con collares de
joyas, ella se llevó a la audiencia.
Era tanto su carisma que lanzó
un pulso escénico a un rasero doctrinal sobre cómo se entiende lo correcto en
las historias de la tele. Nadie de los ricachones pagaron por sus asesinatos,
al contrario pasaron a mejor vida, ella se sacrificó por los delincuentes. Y
después de humillarle, casi haciéndole desaparecer de los últimos capítulos, a
Megan, le mataron a mayor gloria de ella; tal que, hoy, es un referente
interpretativo que denuncia las vilezas del frontal oscuro de la historia y de
la vida.
No es añoranza, también la
hay, era un espectáculo visual coordinado, dinámico por la supervivencia de
aquella imborrable partera a la sociedad injusta de su tiempo y el plante
visual que les restregaba por sus sucias almas. ¡Era buenísima!. Abrumaba a
todos aquellos crápulas de pensamiento flojo y jamás se rendía a la necedad.
Hoy, le hemos perdido del digital, no del sustrato de nuestro querer.
Pasados unos meses, frente a
la épica de sus vicisitudes filmadas, cuando se venden tantas “chuches”
falsamente feministas para sedar al “populacho”, comprendemos mejor que nunca
que la partera Pepa/Megan, configuró un relato inigualablemente estremecedor de
lo que tuvieron que luchar muchas mujeres para conseguir un poco de equidad y
razón en aquella sociedad sañuda y asesina.
Siempre he considerado que
“Puente Viejo” era ella y que, lo otro, no funcionaría. Constantes “flash back”
empeoran el producto por contraste con cualquier tiempo pasado que fue mejor.
Época por la que profesamos una especial devoción así como por su heroína, la
inconmensurable Megan Montaner.
Paradójicamente y a pesar de
las pruebas, algunos, siguen sin comprender que no era un simple serial, sino
un mundo autónomo que cobraba vida real en su misma ficción, que sobrepasaba a
sus guionistas y que Pepa y el pueblo entero se salían de la pantalla de la
televisión y tomaban vida propia. No se puede explicar sino desde la leyenda
como, él recordar hoy cualquier escueta secuencia con la grandísima Megan,
conduce a soñar en una felicidad
regalada que ya no volverá.
Megan Montaner a quien no
conozco ni posiblemente jamás conozca,
es parte de mi familia y, aunque parezca freaky decirlo, el orgullo me desborda
al afirmar este parentesco.
Las leyendas urbanas surgen en
las noches de vigilia por las tormentas. Entre esas angustias, desde que
desapareció de principios del XX, muchos, le buscan denodadamente en el siglo
XXI. Nadie le olvidó. Todos atesoran fotos de ellos dos. Más, al contrario, se
desató toda una necesidad de tener noticia sobre su estado actual.
Preguntándose dónde se encontraba: si en las “Americas”, aprendiendo japonés o
en Huesca. Cada uno le había visto por sitios diferentes. Necesitando saber si
lo estaba pasando mal. Conocer si cometió algún error o si se lo hicieron
cometer. Hurgar sobre la razón real por la cual dejó la serie. Pero siempre,
añorándola para el regreso.
Los que sabemos lo que ha
sucedido, le queremos aún más. Y le damos la razón. ¡Cómo no dársela a quien un
día llegó desde el túnel del tiempo para emocionarnos y para mostrarnos la
verdad de lo que nos pasa!....
José Ignacio Salazar Carlos de
Vergara
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