jueves, 12 de junio de 2014

EL ARTÍCULO SOBRE ¨PEPA BALMES" MURIENDO, MÁS LEÍDO DE TODA MI PROFESIÓN




UNA TUMBA VACÍA Y TRISTE

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Se escribió el 29/10/2012 y de grandes recuerdos. Se publicó en "Primeran.com"

Hace unos meses, en su máximo esplendor, aquella intrépida partera, la deslumbrante Megan Montaner, llegaba al corazón de todos, sublevaba la mente de los televidentes que tenían la suerte de disfrutarla en aquellas imborrables tardes de la  televisión. Y sigue con nosotros.
Acongojaban los infortunios de Pepa/Megan que acabaron con su vida en este pasado agosto. Y nunca más se supo de ella. Su tumba se encuentra vacía, el cadáver jamás apareció de donde, su esposo Tristán, lo dejó para llevar a su hija, la recién nacida Aurora, a Puente Viejo. Pepa/Megan, de este modo, pasó a la leyenda que dejan, una vez cada veinticinco años, los grandes intérpretes que gestan un papel más que agradecido en la televisión. Las heroínas que desbordan singular fuerza más allá de lo asumiblemente estético de la televisión.
Nadie, ni los guionistas, ha superado la desaparición de Megan Montaner. Da lástima la continuación. Forzando las situaciones, entre curas y melifluas casaderas, para tener que echar mano constantemente de la moviola y balsamizar la añoranza del público con secuencias inolvidables de aquella  ignota comadrona misteriosamente desvanecida.




Algunos debían de apreciar con más consideración, un hecho innegable: Que ninguna huella de casi 20 años transcurridos, ha quedado borrada. Que los  enamorados de Megan  y los televidentes no la desmemorian. Muy al contrario, que aquel escenario donde las heridas del amor y los envites emocionales cautivaban, donde sucedió el amor infausto que se tuvieron Pepa y Tristán, sigue revelándose con toda su fiereza. No era un culebrón barato. Era el triunfo de una forma vital de televisión. Era una historia que calaba en el interior del público. Una adorable fábula repleta  de magia y  de momentos inolvidables.
Hoy, queda un guión flojito pero sí  una excelsa recreación de aquella caciquil época donde se gestaron muchas de las pautas culturales, aún sin solventar, de las que lastramos hoy. Pero en la actualidad, ya no hay encantamiento. Tampoco aquella ácida crítica a la época de la Restauración y del señoritismo. Se han quedado en el camino los diálogos y las reflexiones, hoy mínimas, ya que parece que todo el mundo transita por un decorado, amargado y en situación de Shock. Se acabaron las traiciones y las vilezas de gentes siniestras. No se trasluce aquella adversidad de los personajes. Es muy pobre el recrearse en esa ñoña historia de amor imposible entre el “curichi” y una chica que despierta de “pelar la pava”. Aunque Loreto Mauleon se lo trabaja muy bien y es una donostiarra con estilo.

En la actualidad, lo superior es esa asombrosa Carlota Baró, “Mariana”. Carlota está genial en cómo ha modernizado a aquella “Saturna”, Lola Gaos, de la “Tristana” de Don Luis Buñuel. Es una gozada seguirle cómo, desde otra dimensión a la del film de 1968, rememora  visionariamente a aquella criada de Don Lope, de lengua expeditiva, que reprochaba con la mirada y devoraba con los ojos. Carlota, es la más expresiva  aún y casi ni necesita hablar, lo ha dicho antes con esa mirada que tenían las grandes actrices en el “mudo”. Una chica de método interpretativo irreprochable y mucho sentimiento, con gran intuición para diversificar papeles. Relegada incomprensiblemente cuando es el personaje más creíble y es la mejor actriz actual de “El secreto de Puente Viejo”, conjuntamente con Seúl Nieto como actor.




Selu Nieto, que como Jerry Lewis, al que apenas conoce, tiene ese regusto por la caricatura cómica y el humor de lo absurdo, sintiéndose infalible en sus gajes físicos desmesurados,  a los que añade una lógica deductiva inapelable y más intelectualidad para justificar sus enredos y fantasías. Incluso su voz recuerda  a uno de los  primeros actores de doblaje de Jerry en el estado, en los 50: Eugenio Domingo.

Pero no se salva la nueva historia. El cura y la ahijada no han hecho olvidar a la Montaner. Por el contrario, en el caldero,  se ha calentado más pasión por Megan.

Megan era Megan. Era “Puente Viejo”. Solvente y profesional. Cautivadora. Sin “enchufes” porque es una señorita, se ganó al público y lo mantiene sin asomar por la pantalla. Su personaje muerto tiene más vida que los que aburren por Puente Viejo. Se le recuerda estremecedoramente en cada capítulo; donde está su espectro; su impronta de  aquellos sus explosivos arrebatos; el resuello de  su brillante locura empecinada, que iba más allá de un capítulo de una serie de televisión y que revive cada tarde entre esas buenas gentes que lloran, hoy, a una Megan que no desaparece de sus retinas. No le olvidarán, jamás. Por mucho que  le  vistiéron de cenicienta, y a otras  les vistan entre vestidos sueltos, les engalanen con accesorios recargados y  adornen con collares de joyas, ella se llevó a la audiencia.

Era tanto su carisma que lanzó un pulso escénico a un rasero doctrinal sobre cómo se entiende lo correcto en las historias de la tele. Nadie de los ricachones pagaron por sus asesinatos, al contrario pasaron a mejor vida, ella se sacrificó por los delincuentes. Y después de humillarle, casi haciéndole desaparecer de los últimos capítulos, a Megan, le mataron a mayor gloria de ella; tal que, hoy, es un referente interpretativo que denuncia las vilezas del frontal oscuro de la historia y de la vida.

No es añoranza, también la hay, era un espectáculo visual coordinado, dinámico por la supervivencia de aquella imborrable partera a la sociedad injusta de su tiempo y el plante visual que les restregaba por sus sucias almas. ¡Era buenísima!. Abrumaba a todos aquellos crápulas de pensamiento flojo y jamás se rendía a la necedad. Hoy, le hemos perdido del digital, no del sustrato de nuestro querer.

Pasados unos meses, frente a la épica de sus vicisitudes filmadas, cuando se venden tantas “chuches” falsamente feministas para sedar al “populacho”, comprendemos mejor que nunca que la partera Pepa/Megan, configuró un relato inigualablemente estremecedor de lo que tuvieron que luchar muchas mujeres para conseguir un poco de equidad y razón en aquella sociedad sañuda y asesina.

Siempre he considerado que “Puente Viejo” era ella y que, lo otro, no funcionaría. Constantes “flash back” empeoran el producto por contraste con cualquier tiempo pasado que fue mejor. Época por la que profesamos una especial devoción así como por su heroína, la inconmensurable Megan Montaner.



Paradójicamente y a pesar de las pruebas, algunos, siguen sin comprender que no era un simple serial, sino un mundo autónomo que cobraba vida real en su misma ficción, que sobrepasaba a sus guionistas y que Pepa y el pueblo entero se salían de la pantalla de la televisión y  tomaban vida propia.  No se puede explicar sino desde la leyenda como, él recordar hoy cualquier escueta secuencia con la grandísima Megan, conduce a  soñar en una felicidad regalada que ya no volverá.
Megan Montaner a quien no conozco ni posiblemente  jamás conozca, es parte de mi familia y, aunque parezca freaky decirlo, el orgullo me desborda al afirmar este parentesco.
Las leyendas urbanas surgen en las noches de vigilia por las tormentas. Entre esas angustias, desde que desapareció de principios del XX, muchos, le buscan denodadamente en el siglo XXI. Nadie le olvidó. Todos atesoran fotos de ellos dos. Más, al contrario, se desató toda una necesidad de tener noticia sobre su estado actual. Preguntándose dónde se encontraba: si en las “Americas”, aprendiendo japonés o en Huesca. Cada uno le había visto por sitios diferentes. Necesitando saber si lo estaba pasando mal. Conocer si cometió algún error o si se lo hicieron cometer. Hurgar sobre la razón real por la cual dejó la serie. Pero siempre, añorándola para el regreso.
Los que sabemos lo que ha sucedido, le queremos aún más. Y le damos la razón. ¡Cómo no dársela a quien un día llegó desde el túnel del tiempo para emocionarnos y para mostrarnos la verdad de lo que nos pasa!....

José Ignacio Salazar Carlos de Vergara







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