ACTORES DE LA TARDE: FRANCISCO ORTIZ Y BLANCA PARÉS
Dos momentos brillantes, la rebeldía del que ya no se va a dejar gritar y oprimir más, un inmenso Francisco Ortiz que está encontrando ese "Bosco" emocional y que se enfrenta ala tiranía cuando hasta ahora no se había planteado su emotividad y a vivir en libertad sin amo o palos. El gran galán que no tiene nada que perder, que es libre, que sobreviviría en la naturaleza, le da puerta a "Francisca" que deberá afinar los dardos haciéndolos menos exasperantes y más cargados de sabiduría para refinar a un gran joven.
Una maravillosa "Quintina" que descubre el pastel de la tortilla, grandísima hija que reconoce con nobleza el truco para amañar con justicia un manjar en el que ha colaborado en su justo punto de cebolla apochada: la gran "Dolores". Una Blanca Parés que resulta muy interesante al contemplarle ante tanta textura de matices en las prodigiosas secuencias en la plaza, llenas de candor y asombro infantil ante algo que es nuevo para ella, que siempre lo redescubre. Combina mucho una textura candorosa, una bondad visual y unas chisperas miradas de vis cómica con voluntad de digresión de una rutinaria, para la mayoría, visión.
GRAN SEÑORA DE LA TARDE: PAULA CANCIO
"LA MUJER DE TRISTEZA DULCE"
"LA MUJER DE TRISTEZA DULCE"
Un maravilloso retrato femenino, de grandísima sutileza y suavidad, sustentado sobre una rica gama de matices. Se llama Paula Cancio/"Alicia". Con secuencias de lujo entre Ariadna, Paula y Sandra, estas dos ultimas actrices al estilo de las confesiones que me han recordado a aquellas de Marcello Mastoianni a Vsevolod Larionov, en el barco, en aquel maravilloso film "Ojos negros" de Michalkov. Para mostrar la relación entre Ariadna y Paula donde domina un pulso que es pura vulnerabilidad emotiva con una "Aurora" encerrada en su corazón sentimental. Todo con un estilo visual tonificante, muy cauto, elegante que contrapuntea las turbulencias amorosas de sus personajes.
Buenísima televisión de felicidad y melancolía en "Alicia" que es capaz de, aparentemente, renunciar a sus sentimientos para esclarecer la verdad renunciando al amor de su vida y padre de su hijo y que viaja a pesar de que le tiempo ha pasado y los obstáculos se acumulan, no consigue abandonar su empeño de localizar al hombre sin cuya existencia no tiene sentido. Todo esto se ve en el filme "Ojos negros/Oci Ciornie".
La secuencia entre Sandra y Paula es la de aquellos dos: " Romano y Pavel" del filme. Llena de reencuentro, narración de una vida disgregada, de un amor renunciado, momento elegante, lleno de magia,. romanticismo y pinceladas de tristeza existencial.
Este momento también me ha recordado a Fellini, como en la plaza nos ha venido a la mente el cine costumbrista de Edgar Neville, simpaticón, divertido y original con una humorada blanda y comprensiva en la crítica social que proponía. El señor de las tortillas que es confundido con el nombre, suena en su respuesta a Jardiel Poncela, humor absurdamente lógico y seco como un puñetazo suave. Y la "Dolores" en un momento de la hinchante llamada telefónica recuerda a carmen maura, en su expresión y tono de tiritos de hablar que parece como si casi mereciera la pena hacerlo y resulta abúlico.
Una exhibición interpretativa de Paula Cancio, de comunión absoluta con la cámara que le respeta y quiere, narcotizando al objetivo visual., con una interpretación deliciosa. Consigue algo que muy pocas lo logra, con Carlota Baró, sus interpretaciones nos hablan de la atemporalidad de las historias y pudiera tratarse como en el mejor de los filmes de Hitchcock, una actriz de cualquier época, jamás desentonando.
Perversa inocencia de lo perdido que entra como un bouquet fleurs deseando haber podido suplantar a la otra protagonista y ahora enamorada hasta el refajo, "Aurora", dentro de una trama de aparente aventura ingenua y de color tenue.
Veremos lo que nos depara esta aventura. Lo que es innegable es como acaricia con dulzura Paula Cancio a este hombre reencontrado, entre lágrimas felices y renuncias eternamente no creíbles.
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