sábado, 23 de agosto de 2014

LOS PUEBLOS Y LOS VERANOS DE HOY



¡Buen día! ¡Egun on!. Soy feliz entre estas brumas del pasado renovadas por las arquitecturas modernas de las reformas de sus casas y servicios. Los tiempos cambian, hoy, uno se integra entre sus avanzados y sagaces habitantes como jamás ocurrió entre otras épocas. Las andanzas de unos, ellos, y de los muchísimos forasteros que vamos para ver a la familia, van parejas. Ya nada altera la apacible y cotidiana vida de los lugareños; al contrario, menudas sorpresas nos dan los pueblos y la gente con la que disfrutas como jamás en otras capitales lo haces. Aquí todo es sencillo, amable, y la sagacidad asoma y nos marca el camino que nunca debimos dejar los señoritos de San Sebastián. Y los días son estampas de naturaleza agreste y las noches bullicio y pasión entre la luna o los nublados que apenas se distinguen. El tiempo se detiene, no porque no transcurra sino porque lo usamos mejor y porque nosotros somos ahora ese tiempo que disfruta en la parsimonia de la despreocupación y la felicidad que es lo que nos procura este mundo en nebulosa y que nos pertenece en nuestra mayor intimidad. Es un pueblo. En poco tiempo soñamos una vida y siempre tienen un final imperfecto porque debemos dejarlos un día y volver a la rutina diaria que es una cabronada. A mi prima Helène que tanto me quiere y que me prepara:  Unos pimientos, un jamón de bellota que te lo corta allí mismo con cuchillo jamonero, unas chuletitas de cordero a la brasa, una ensalada hasta con pepino, unas pochas que se deshacen en la boca. ¡TODO! de la huerta. ¡Jopelines! ... un beso a tod@s!.
















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