DESDE PONTEVEDRA CON AMOR

ACTRIZ DE LA TARDE:

 ARIADNA GAYA

El artículo pasado ha batido records de lectura y de críticas. Mi libertad de expresión no está para halagar oídos. Bajo nada. Los periodistas y los guionistas y los espectadores no tenemos la culpa ni conocemos lo que ocurre entre bastidores, ni las razones que tienen para irse los actores. Sí que hay actores que volverían a trabajar o trabajarían y así lo desean vehementemente en ESDPV. Otros lo abandonan. ¡Así es la vida! Lo que sí es cierto es que, guste o no, estas secuencias encadenadas sustitutoriamente hacia la partida de Rubén han sido de lo más interesante de la tarde, junto con algún momento que cito después. Es que los que nos quedamos, queremos, ante lo inevitable, tener algo interesante que ver en el serial porque está de un coñazo en algunos momentos, insufrible. Hasta las interpretaciones son monótonas y algo abandonadas en algún actor. Por lo menos hemos visto calidad en Ariadna y Álvaro. Espero siga siendo así y no se estropee.

El planteamiento es decoroso, la vida y la tele no se pueden parar. La interpretación de Ariadna borda de entre los mejores momentos de ESDPV, similar a la de "Pepa" en secuencias impactantes que aún se recuerdan. Y eso es de agradecer cuando falta tanta sangre en algunos momentos. Estoy harto de recibir insultos porque aprecio cualidades sin acogerme  a fanatismos. Se va Rubén, se va. Él sabrá por qué. A mí no me importa ni el por qué de este destrozo a una pareja que prometía tanto. Lo que cuenta es que, como en aquel film de "Cantando bajo la lluvia", lo decía Donald O´Connor, el espectáculo debe continuar, haga frío o llueva, es igual porque debe de continuar. Una cosa he aprendido en la vida, no encariñarme con nada que sea una ficción, porque estar atrapado en la nube es sentir un vacío sobre nada, asfixiante, cuando se acaba. Así no me decepcionarán ni las personas ni pensaré se acaba el serial porque pase por horas de supuesta quiebra argumental. Se va Rubén, vendrá otro y así es como lo veo yo, que gente buena, en la puerta, esperando trabajar, sobra.

Los actores son de ellos mismos, se dejan querer, ello es muy loable, pero nosotros debemos enjuiciar una trama desde las imágenes, sin vida privada o motivos ocultos presupuestos en las idas y venidas. Yo no discutiría por nadie por el trabajo de un actor, el fin del mismo, la resolución de una trama aunque no nos guste. Ellos se pertenecen a sí mismos y nosotros a nuestra profesión u ocio que nos entretiene. No siempre acaban bien las historias, esta nunca terminó de arrancar; ignoro el por qué, supongo no estaría planificada de este modo, pero el final con la llegada de un buen actor, Álvaro, está conseguida una mínima garantía de calidad. Y me ha gustado la secuencia de hoy.

Y me ha gustado ese aire de naturalidad que a la patología se le da en el capítulo, casi cercana, tierna y que hace brotar sensibilidades ocultas, ese otro lado de la mente. Donde la víctima y el culpable ya no importa (esa secuencia con José Luis y el expediente) sino lo que cuenta es el retrato de una vida destrozada y los caminos de acceder de nuevo a la información y sentimientos. Son momentos sosegados de terapia, retratados en directo y sin dramatismo, No hay violencia todo es emotivo y triste, esperanzador siempre, no prejuzga, no exculpa, tampoco hace sangre hurgando en la herida de la chica torturada, nadie pide perdón ni se jacta de haber cometido tropelías. Es un momento elegante sobre un tremendo drama, maravillosamente interpretado, sobre las secuelas de una realidad social y médica que dejó mucho que desear. Los guionistas hilaron muy fino en este momento de la tarde. 

Un prodigio de esperanza y de buena interpretación por dos buenos actores, con un Álvaro enigmático sobre su presencia en PV  y de imprevisibles intenciones.

MOMENTOS PENOSOS CON BLANCA PARÉS

Da pena ver a Blanca haciendo de volada, exagerada su interpretación, ridícula a más no poder, desentonando villancicos rasposos y casi como si fuera Santa Margarita María Alacoque en éxtasis de plenitud y lucidez. Penoso y olvidable. ¡De llorar!

Momento garboso y pinturero, retrechero y simulador mañoso, Fernando Coronado haciendo de chulo castigador, dándole un patinazo al "Pichi" ante una falda almidoná.  

MOMENTO SACERDOTAL:

Porque le conozco pero podía ser un cura perfectamente. Lo hace tan bien Mario Mario  en este momento de prudente reprobación gesticular que asombra la simbiosis entre el actor y el sacerdote. La liturgia de un sacerdote fuera del ara del altar milimetrada a la perfección por Mario. ¡Chapeau! Mario es un actor muy serio y profesional.