ACTORES DE LA TARDE:
CARMEN ARÉVALO , CARLOTA BARÓ, ALEJANDRO SIGÚENZA, DAVID ESTANY Y ALBA JOSÉ
Un muy repetitivo capítulo con poca originalidad salvo en dos momentos, la impactante presencia de estos dos muy buenos actores de teatro (Chico García y Raul Peña), un remake de "Holmes y Watson" en ESDPV, y la impresionante interpretación de Carlota y de Carmen en la mejor y más impresionante secuencia de la tarde: la huida de "Mariana" y el calvario de desprecios hacia su más que contenta intimidad y señorío por su sencilla familia, vista por la casta aristocrática como una paleta de escaso atractivo. Con un demoledor exabrupto de la tonta con cara de Jesuitina "Adoración"/ Alba José que tuvo cuando proclama como solución a los dislates de "Nicolás" en su día: "¡Prohibir el cine!". Casi todo lo demás ha sido monótono, sin gracia, soniquete y soso.
Carlota de nuevo ha estado sublime. Esta secuencia ha salvado la tarde, así como la profundidad del ataque a la burguesía que venimos estos días comentando. Con ese cierta frivolidad despegada que pone la burguesía para mostrar al espectador el horror de esta clase social que ha sido y es, en el conjunto de los partidos y de los representantes políticos hoy, la casta dominante. Muestro mi admiración por estas secuencias entre la familia de "Nicolás" y "Mariana" y me han conmovido pareciéndome pequeñamente geniales por, además, inusuales de ver en la televisión y estupendamente interpretadas. Enfrentada "Mariana" a un reto envenenado de sentirse insultada por su humilde condición social ("apañada" que dice "Fuensanta") y con una valiente decisión de marcharse regida por un impulso así como por una irrebatible inteligencia.
Momento que sin dilación ha ido a través de la anecdota, al meollo de la cuestión, a la desintegración del individuo y a la censura de sentimientos y aficiones, instrumentalizando de ese prohibir para conseguir los fines. En ello se sustenta prohibir el cine, cualquier manifestación de libertad, atisbo de creatividad, despegue de sueños por peligroso y porque le aparta de los intereses creados y urdidos de rico heredero a que le pretende una tontaina de chica coliflor. Unos momentos insuperables llenos de vulnerabilidad en "Mariana" y de grandeza al mismo tiempo, alta costura social en torno a un hiriente ataque provocado por los burgueses y que al final terminan por no controlar y ellos mismos termina siendo víctimas, quedan encerados en sus casas frente a una buena chica que huye de su egoísmo, de su larvado racismo, de la ambición depredadora entre ellos, donde todo es un gran negocio y los valores no sirven y se mofan de ellos.
La huida de "Mariana" es lo mejor que podía haber hecho hacia esa clase ociosa que ha arruinado el país y condenado ala indigencia a quienes primero sometió y después les robó todo, Un ejercito de impostores, de charlatanes profesionales, de gentes que repelen porque de la impostura hacen virtud y de la humillación un signo repugnante de secta social. De esto hablaron la gran Carlota esta tarde y la inmensa Carmen Arévalo en uno de los papeles de su vida. Contra un lenguaje lleno de ofensas corteses, contra el desasosiego que produce el contacto con esta basuril oligarquía de palurdos ricos venidos a más; televisión de abismo, hecho entre oscuridades iluminadas en la partida de la campesina, de retazos de segregación en razón al dinero y posición social, todo poderosamente destellado por el dolor de una gran actriz: Carlota.
Parecerá repetitivo que hable de nuevo de estos desencuentros en la casa de putas de la madre de "Nicolás" pero no hay más estos días en ESDPV.
Un capítulo que continua la saga de esta historia admirable, la de una mujer con una fuerza y un desgarro que te provoca la repulsión a la casta y que te provoca un nudo en la garganta por cómo unos cazurros analfabetos e indigentes sentimentales, le tratan. Pero a pesar del desprecio, "Mariana" no se conforma y se va, parte.
¡Grande Carlota! Ella lleva el peso de la interpretación esos días de ese retrato del alma en medio de una sociedad que impone el dinero y las falsas apariencias así como un humor fúnebre, para zanjar conflictos. Una denuncia en toda regla del acorralamiento de "Mariana", con energía, sin manierismos, directa y caustica, muy sentida y más dolida, de la humillación que sufrían las campesinas y más en España por parte de una sociedad opulenta, gandula y más ociosa que otra cosa.
A Hétor Colomé esposo de Carmen Arévalo, fallecido.
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