ACTORES DE LA TARDE:
FERNANDO VAQUERO, MIRIAM MONTILLA, FERRÁN VILAJOSANA.
CON: ÓSCAR LADOIRE, NURIA GAGO, NATALIA RODRÍGUEZ, LUCÍA MARTÍN, ROGER COMA, PEPÓN NIETO, MANUEL BAQUEIRO, JOSÉ ANTONIO SAYAGUÉS, JAVIER HERNÁNDEZ Y ANDREA ROS.
Buen capítulo, francamente bueno, con varios momentos a destacar pero sobre todo con ese nuevo apunte sobre los agresores y delincuentes y sobre su estrategia que vale para un agresor o para cualquiera que delinque y enseguida lo explicamos.
Pero ha habido de todo y mejor; desde secuencias con humor, con esa suspicacia del comisario (graciosísimo Óscar Ladoire) sobre todo lo extraño que ocurre en esa "droguería" de tantas entradas y salidas, ataques y contraataques, líos y contralíos así como crímenes que casi no dejan huella, dándole un toque humorístico de color negro al interrogarse sobre qué diantres puede ocurrir en ese comercio. Un momento de graciosa creatividad en libertad sobre una trama que podía oler más a funeral en esa inocente floristería que por un momento me ha sonado a "La pequeña tienda de los horrores", de Roger Corman, floral y turbia, caricaturizando el horror y satirizando a ese policía paternal pero que no pierde el tiempo y que mañana le da un gran susto al terrorista.
Ferrán Vilajosana/"Ismael" también ha mostrado magníficamente ese lado turbio de la droga, oscuro como las noches sin mercancía; sombrío como los estupefacientes; una experiencia con conciencia, con una interpretación del cine europeo de los 80 de lo más profunda. Es excelente su transformación en un muerto viviente, a los que compadecemos y que no se dio sólo en la España de los 80, sino de antes ya, ocultada esta lacra por el franquismo y soterrada en clases pudientes. Una degradación basada en el dinero para las dosis y la necesidad de las mismas para recuperar un bienestar coyuntural y que cada día era más breve y la necesidad de las mismas, sin embargo, mayor. Gran inmersión en el mundo de la droga de "Ismael"; con esas pupilas cada vez menos limpias, aceradas, que se muestran como la cabeza de un alfiler que pide necesariamente volar antes que dejar la droga. En esta interpretación no hay nada de psicoldelia, sólo una afinidad a estas sustancias tal y cual; dejarlo es la derrota para el drogadicto, otro testigo y actor más de la epidemia; una deriva hacia su exterminio; una caída en la desesperación más irreversible y una gran incomodidad que hace sentir y que él padece y que es propia del neorrealismo italiano. Ferrán lo borda.
Un recuerdo al Diario "Madrid" (en manos de "Paco"/el siempre eficaz Luis Bermejo) que el Régimen cerró en 1971, que lo clausuraron (como en todas las dictaduras ocurre), aduciendo siempre motivos justificadores; en aquel caso fue por supuestas irregularidades en la financiación de la empresa que lo editaba. Hoy, precisamente, leía yo a un abogado nada menos, en un facebook, que justificaba el cierre de una emisora de radio en el País Vasco, en el 2006, por ser considerada amarilla. De aquellos polvos y de los pactos con los franquistas, nacen estos barros. Lo que llevó realmente al cierre del periódico fue que Calvo Serer pedía la dimisión de Franco, como realmente había hecho en el 68 De Gaulle en Francia; aunque todo hay que decirlo, la revuelta de Mayo del 68 fue algo diseñado en plan coyuntural, sin más ni tanta trascendencia como se le ha dado, para fortalecer ciertos partidos centristas derechosos como la UDR que ganó y salió fortalecida y hacer dimitir al general, tras asustar a los franceses con aquella radicalidad. Como ahora ocurre con "Podemos" que pronto veremos recoger los frutos al PP y PSOE ante el miedo que están ya inspirando. Todos son iguales.
Por cierto un retrato impecable del autoritarismo del franquismo lo ha dado esta tarde "Julián" (el bueno de Roger Coma); mano dura y tente tieso que vengo yo a salvarte; el menos indicado por su reprobable inmoralidad e incongruencias de comportamiento. El Procurador, el trepa, el enchufado, el servil y genuflexo a Franco, ese espécimen amable y paternal que, colocado contra las cuerdas, saca lo peor de las dictaduras y de vida corrupta porque el Régimen le amparaba. El franquismo no era sólo Franco, era la jerarquía y la impiedad absoluta hacia el súbdito que veía cómo unos aprovechados (como hoy) se repartían el poder y los cargos. Aquellos que después de dar la mano a un obrero, se la limpiaban y seguían viviendo de ellos impunemente. Y la gente: "Furbo" y lucha libre, como con el gran "Urtain", muy querido José Manuel Ibar. Con unas llaves marciales de karate por parte de "Fortunato" que nos han dejado boquiabiertos. Regocijo y resolución inmediata.
Aunque las dos secuencias importantes las han interpretado Fernando Vaquero y Miriam Montilla. La estrategia del delincuente, algo que hoy nos llega por referencias en la corrupción que lo riega todo en este País; mejor es olvidar; que no ha sucedido nada; ello, la mandíbula rota, pertenece al pasado. Una denuncia de una filosofía cruel sobre el olvido a las víctimas y lo que pasaron. Te quedas con la agresión, enmudeces, dejas a todos los tuyos, a tu amiga, yo busco trabajo, vives sólo para complacerme, te callas que si no te arreo y aquí no ha pasado nada. Un curil agresor que no tiene desperdicio ni en el guión o personaje así como en la interpretación.
Y una Miriam Montilla/"Serafina"(una actriz que ha hecho mucho teatro y se nota) a la que la madurez ya se le acaba, es pronto una anciana y quiere vivir y disfrutar a pesar de tener esa hija ogro y ese carcundioso futuro yerno. Suena a Picazo y su gran "Tía Tula". Es la historia de una represión, de un trabajo continuado y sacrificio total; como nuestras abuelas y madres. Bebe de las fuentes de incomprendido Unamuno; una brillante radiografía moral y existencial de una mujer que quiere liberarse, que no puede, que lo da todo por conseguir su bien ganada felicidad dentro de una estructura social de férrea moral y parta quebrada. Pero, tal vez, este momento haya superado al filme de Picazo, por cuanto el concepto de represión en el filme es mucho más ambiguo que en la serie, que rompe el equívoco entre lujuria y lo femenino, con una demoledora crítica vitriólica a la juventud egoista de aquella época. Recién salidos del horno, nuevos pequeños ricos sin mayores problemas comparados con sus padres, al estilo de los que tanto fustigó Fellini desde su Via Veneto a mediados de los 50 y principios de los 60.
Religiosidad a destacar e inutilidad de la misma, algo que hablaremos otro día de ello. Nadie cree en los milagros de la oración, es sólo una huida y otro camelo más. La inclinación natural del hombre y mujer es hacia lo ateo, la incredulidad, la supervivencia, fuera tótem de lo postizo y demás. Tema que se plantea en esta actriz que mejora día a día: Lucía Martín. Acompañada de una segura y de gran personalidad Natalía Rodríguez.
¡Aúpa ese beso de mujer avanzada de su tiempo! y a destacar la cara de tonto de circo que se le ha quedado al terrorista "Arteche"/ Javier Hernández.
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