"LOS TRES HIJOS DE PEPA BALMES"
ACTORES: FRANCISCO ORTIZ, ARIADNA GAYA Y JORDI COLL.
Tiene el porte y la humanidad de los grandes actores de los 50 y de muchos actores para filmes de género de la actualidad. Francisco Ortiz. Podría ser el "Macbeth", acosado por su propia conciencia; el "Horacio" a quien el propio "Hamlet" se confiesa de sus sueños fantasmales; un "Otelo" con la cara tiznada exudando celos; el valeroso "Alatriste" al servicio de su Majestad; un gran "Oliver Cromwell" o "Rey Arturo" en la Corte de "Camelot"; Charlton Heston en "Ben Hur" sin la voz de Rafael Navarro; "Jon Snow" en "Juego de tronos"; cualquier espadachín de la corte de reyes de sol franceses, en los filmes de André Hunebelle o un mismísimo mosquetero de punta afilada y servidumbre regia en la Corte de Feval. Un gran galán y uno de los mejores de PV, el mejor de todos.
Lo que más me ha gustado de la tarde ha sido el encuentro de los tres hermanos, el reconocimiento del parentesco y la gran humanidad de "Bosco". Momento rodado con exquisita sensibilidad que transmite sensaciones muy reconocibles desde la intuición y el origen común, que se auto-reconocen porque son de allí los tres, nacieron en donde trabajó y amó su madre: "Pepa", la grandísima actriz Megan Montaner. Lugares que recorren y el conocimiento de las mismísimas plantas que olía y reconocía "La partera".
El retorno de ellos a su casa natal. ¡Precioso!. Un lugar donde aguarda uno de los mejores retratos de soledad, nostalgia y vacío por la pérdida de su madre, de la historia de la televisión. Sin darse cuenta, los dos hermanos han presagiado la llamada del instinto materno, los tres estaban con su madre sin ellos saberlo, vivieron dentro de ella y aunque no la conocieron su espíritu, ella les guía y junta.
"Aurora y Gonzalo" ante el extraño caballero sin modales pero de noble corazón, han desencadenado recuerdos, les ha atrapado el cordón umbilical de su madre, los sueños de cuando ella tuvo a sus hijos que se fueron desvaneciendo prontamente, un pendiente ajuste de cuentas que la vida les presenta uniendoles su madre desde el más allá.
Un mundo que se fue injustamente en plena juventud de la madre a la que no conocieron, salvo "Gonzalo"; momento de presagios maternos, de misterio de la existencia que nos ha trasladado una sincera empatía y ternura a los espectadores.
Admirables sentimientos de hermanos, uno de los puntales del serial y del que pocas veces hablamos, a destacar siempre la sinceridad y la ternura con la que se acercan a ellos y la entereza con la que se sinceran entre ellos, valientes como los que más, incompletos que encuentran en un destino burlón su razón de ser como los tres hijos de "Pepa".
Increíble momento por los actores, la imagen, el ritmo, pero sobretodo lo entrañablemente real de esta preciosa historia humana en cada uno de los tres hermanos, es increíble a donde les llevó la vida y como les reencuentra. Como en "Los hijos de Katie Elder", la presencia de la madre impregna todo el serial. Ello tiene un gran valor psicológico, la madre omnipresente y la reflexión que procura sobre la importancia en la vida de los que deja atrás cuando ella parte al morir, sobre las consecuencias cuando ella ya no está.
Puro western donde los grandes espacios y los caballos en acción se mezclan con los recuerdos de los que nos traen los mismos genes, anclados en la familia y en la tierra abierta y grandiosa, mezclados en tragedias familiares asumidas con naturalidad, ese aroma de aventura, pasión y amor a la vida y a sus orígenes representados en la madre. Sufrir para seguir viviendo y reencontrase con los que proceden del mismo vientre.
El caballo establece una complicidad emocional con el espectador , que en ese momento no percibe sólo una cabalgada frustrada, sino un azar para reencontrase los tres hijos de "Pepa Balmes". Tres hermanos en un pueblo caído entre las garras de una cacique, como en los mejores filmes de Henry Hathaway.
Momento el del baile que explica casi por ósmosis cual es el plan de "Francisca" para este "Bosco" de sus entretelas, "Bosco" mollar. Una sibilina terrateniente, atrevida y juguetona, pisada, con gran sentido del humor prepara la celada que hemos olfateado hoy. Un dominio del baile en ella, un espléndido tratamiento estético de intenciones, entretiene a ella y a nosotros y nos intriga lo que cabila ese su cerebro maligno.
Paula Cancio tiene mucha categoría, no es de estas actrices arrabaleras y maleducadas que te las encuentras, en todos los saraos mas rijosos, a la sopa boba comiendo jamón y que son zafias, ignorantes y groseras. Malencaradas y chulescas, casi arrabaleras. Paula es una señora, culta y discreta, como las grandes de la televisión: Luisa Sala, Amparo Baró, Maite Blasco, Mónica Randall o las hermanas Gutierrez Caba.
Su presencia es una cascada de sentimientos y de una incontestable belleza formal que se apoya en la serenidad y fragilidad para contar una presencia muy enigmática que no es lo que parece pero que, la actriz, borda en esas sus confesiones aclaratorias a esa sociedad vigilante y machista. Como si nada te da muchísimas pulsaciones por minuto en momentos tan nostálgicos, como rosas o de agárrate a lo que llega.
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