domingo, 7 de febrero de 2016

BACIO MORTALE METÀ POMERIGGIO



Antes de nada agradecer a Fariba Sheikhan su enorme amabilidad y atención para conmigo ayer, a esta euskalduna maravillosa que no deja de enternecerme con sus miradas penetrantes y tan llenas de intención, lejanamente cercanas y a la que entrevistaré en septiembre en mi programa, coincidiendo con un mes cinematográfico y festivalero, aquí en San Sebastián. Esta tarde ha sido la protagonista con Francisco Ortiz en la secuencia del beso robado y compartido entre lo que pide el cuerpo y lo que manda el protocolo correcto de lo sólo permite la "Doña". Un logro, su incorporación, el de una chica que se nota que se lo trabaja, que necesita hacerlo y que es muy cercana y de honda sensibilidad: Fariba.


Beso de los que te agarran por dentro y no te sueltan. Ocurre cuando dos tienen ganas y osan dar el salto que cruza la linea.Un beso apasionado, fugaz, húmedo, un morderse ambos demoledor, mágico e inolvidable. Una tormenta perfecta que se da en la conjunción del aparente desprecio, cuando sucede ya te puedes dar por jodido, ya no hay vuelta atrás y no saldrás indemne sino tocado en el corazón y taladrado en el cerebro. Esa es tu mujer y ese es tu hombre.


Fantástico momento, descarga eléctrica para el cerebro y química explosiva en la probeta de la "Casona". Me ha recordado al beso de ese excitante y mítico filme: "Gilda", asombroso y turbio que refleja un comienzo de amor turbulento, áspero cínico y genial del odio con odio, amor absoluto. Espero tenga mejor continuidad que la desbaratada historia de amor ente "Aurora y Conrado", que se la han cargado, y que para colmo, hoy, en la despedida, ha tenido más interés su amor desaparecido ante la cámara, al rozar de lleno la soledad, el amor y el vacío de la ausencia.



Me ha gustado Fariba y mucho. Le vemos venir con gran cantidad de trabajo acumulado, es muy perfeccionista, un recital de picarda, insinuación, de amor que guarda sus cartas aunque en cualquier momento se quiebra, un gran personaje y muy digno el trabajo. Desprende emoción, la tensión en esas miradas descaradamente sostenidas e indiscretas se palpa. Mujer que muestra lo que deja entrever, es una delicia, todo encaja en ella y nada desentona. Tiene un idilio con la cámara, como Carlota Baró, aunque es más espontanea y pizpireta Fariba, y es muy querida por el objetivo.


SECUENCIA PERFECTA 

Perfecta secuencia la desarrollada en la plaza del pueblo para reconocer a aldabonazos la autoría de "muerta de amor" por parte de este actor, Joná, que me alegra volver a verle. Abriendo su identidad castiza, casi un Edgar Neville, las fuerzas vitales del pueblo en esa su arteria principal, casi un barnizado de sainete popular y una estampa de aquellos años de la inocencia, amables, socarrones, muy tristes en el fondo a pesar de la chanza, la tristeza genuina sobre la soledad de un matrimonio se ve disfrazada por el encanto de unos pueblerinos intentando representar la cruel verdad sobre la autoría de una canción que repele una casada mojigata, insufrible como actriz y repelente como personaje.




Una Ana María Sandoval que incomprensiblemente ha vuelto para darnos la tarde en una secuencia preciosa que ella estropea; donde el teatro es la comedia en la plaza del pueblo, amenizada por una canción de éxito que desgrana notas musicales sobre ese recoleto lugar donde se intriga pintoresca y desenfadadamente con una coralidad de actores en su salsa. "Nicanora" destroza la simpleza y la grandeza de esas gentes con sus repetitivos ripios, la humanidad de esas almas candorosas que, en este precioso momento, son y lo parecen, una familia. 
Por cierto Blanca Parés ha cogido una soltura que ya casi parece de goma, moviéndose y haciendo circular sus ojazos por las diversas secuencias.

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