AQUELLOS ENORMES FRANCISCA Y RAIMUNDO

¡Que alegría! Retomar un poco de aquellos momentos, hoy insulsos en muchas secuencias, de dúos o duelos de actores enormes en la serie como Ramón Ibarra y María Bouzas. Ese fue y sigue siendo el mejor ESDPV. Hoy años después, rebuscar entre las brasas de dos enamorados decimonicos que siguen manteniendo una tira y afloja, hoy mediatizado por las circunstancias, pero que se siguen amando con amores que nunca acaban de morir y que son como los últimos de una vida pero los de toda su vida. No aman a nadie más y que son como viejos clichés que nunca se acomodaron en lo cotidiano pero que no se entiende la existencia del uno sin el otro. Hoy mayores, preocupados el uno por el otro, continúan obligados a fingir, los dos estan marcados por heridas conmovedoras que nunca cicatrizan, se encuentran esta tarde porque uno siempre está impelido hacia el otro, y siguen juntos y se contemplan de nuevo quemados por las brasas incendiarias de una época que es la suya, la de ninguno, es la de los dos, su atracción es inmortal.

Aquello fue mítico y hoy a falta de emociones y creaciones literarias de altura, nos asombra las pupilas y nos hacen sentirnos unos años más jóvenes. Siguen los dos actores estando en forma a pesar del aburrimiento y reiteración que, en ocasiones, están obligados los actores en seguir melifluos textos. Pero sí que mostramos como se generaron en aquellos tiempos estos inmensos personajes entroncados con aquellos estereotipos de sentimentalismo y fatalidad en el amor más allá de la razón. Personajes trágicos que luchan contra su destino. Donde se cantaban amores perpétuos que nunca terminaban de reencontrarse o morir. "Raimundo" fue una creación barojiana inconmensurable; luchador de causas injustas, esfcéptico, melancólico, perdedor, rebelde y siempre auténtico. Estos dos actores, en su creación que hoy hemos recordado y reconocido de inmediato en ese encuentro, que combinaban la elegancia cultural y la pasión con el malditismo, personajes incomprendidos en guerra y en torno a una época de revolución liberal que produjo tantos amores desconcertados y melancolías sin fin. Hoy nos ha soplado este viejo viento de otoño en la visita a "La Casona"; dos personajes que siguen sin poder comunicarse con una explosión de "Raimundo" hacia "Garrigues" que nos rescata el sensacionalismo y la pasión extrema que empuja al enamorado.

Secuencia de gran potencia expresiva con una interpretación soberbia de estos dos enormes actores, un duelo sin concesiones bajo la supervisión de un monstruo, que nos ha absorbido la atención y nos ha recuperado aquel goce estético de un ESDPV de antes de que llegaran las paridas.

Como antaño, las aristas de los dos protagonistas se presentan muy bien perfiladas y con gran riqueza de matices aunque la secuencia haya durado unos pocos minutos. Un fingido proceso autodestructivo, con una "Francisca·" alunada, un enamorado hasta el tuétano "Raimundo", en un ambiente vigiladamente opresivo.

Un acercamiento brutal al tema del amor destruido que revive casi todos los días; un canto al declive que no llega jamás; todo sin concesiones ni melodramáticos de culebrón barato. El público que amaba la serie y que ahora está decepcionado, sabía muy bien por qué. Porque es inteligente y detrás de los grandes amores que hubo en la serie sellaban el destino de amor para siempre, más allá de la muerte. Como "Pepa" y "Tristán", "Aurora" y "Conrado" o como estos de "Raimundo" y "Francisca", hoy de actualidad en el capítulo, donde la tendencia cobarde a escapar de él y la amargura de la mujer afilaban cuchillos pero jamás se desamoraban y estaban juntos o acudían cuando se necesitaban.

Un secuencia  de acercamiento a ese drama romántico, terrible e ingrato pero necesario, con son las visitas de uno hacia su amor, en una brillante secuencia angustiosa y desolada  pero de alta calidad y muy honestamente literaria.