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“ARGO” O COMO EL NO CONTAR NADA
El Zinemaldea
pocas veces muestra empatía por lo que suele o puede ser reconocido
internacionalmente, al contrario, aquí es despreciado olímpicamente.
Rebordinos, que
está muy calladito durante once meses al año, salía a los medios para exultarse
ante el film “Argo”, cuando nadie le prestó mayor atención en este Festival, no
le tocó ni la pedrea a pesar de que se sabía que iba a los “Oscar”.
A pesar de ello,
es un filme nada reseñable salvo, con una descarado tramo final muy americano y de telefilme, ya visto
en el cine y que resulta trepidante,
salvo que es una película entretenida
en su conjunto y nada más.
Precisamente,
por ello, la realidad de aquella época posterior a la caída del Sha no es
diseccionada en la película, sólo se centra en la heroicidad de unos defensores
del mundo libre jugándosela para liberar a aquellos rehenes de Teherán,
refugiados en la embajada del Canadá, en 1979. Y la CIA es dudoso colaborara.
La progresía se
ha aprestado a desear sea la ganadora y mucha de ella ha vertido unas
lagrimitas de emoción recordando el Irán-prerrevolucionario y lo que supuso el
derrocamiento de la monarquía en Persia. Pero lo entienden a su manera light,
poco comprometida, esquemática. ¡Qué mejor que un filme intrascendente y
reaccionario para ello!.
Ni la revolución
supuso algun avance social o económico y el aislamiento de la comunidad
internacional. Ni participó el gobierno americano y se sospecha que la CIA
anduvo detrás del golpe. Ni los revolucionarios eran tan básicos e idiotas
aunque sí estaban muy locos. Ni la cooperación de occidente fue tal, ni ese
estilo americano propagandístico de salvar a las vidas por encima de todo,
cueste lo que cueste, es lo que sucedió. Un equipo de rodaje, una productora y
un país, Canadá, atraen la audiencia para seguir la película, sin más censura o
crítica hacia unos americanos
gubernamentales que se dieron de baja sin escrúpulo.
Decepciona, es
un filme con presupuesto poco escueto, concebido como un telefilme de episodio
especial de serie de televisión con su lógico desenlace narrativo sobre un
hecho real y verídico, “Argo”, muestra una situación ficcionalizada.
Sin embargo,
venía con aureola y se quedó de vacío en Donosti. Rebordinos anhelaba ganara
este filme, cuando fue menospreciado entre nosotros por los filmes de los de la
“ceja” y su reivindicación anti-Rajoy para la que usaron nuestro dinero público
y las bañeras de hidromasaje del Hotel.
Siempre, nuestro
Festival, mirando por el ombligo de
unos cuantos sectarios y dando cobertura a sus apaños, mostrando su
pequeñez de miras y su cortedad comercial. Sacrificando un premio que daría
prestigio a nuestro evento por una egoísta proyección de intereses propios y
espurios.
La prensa
española, salvo excepciones, es enormemente exagerada con Ben Affleck. Incluso
raya el amaneramiento. Un actor que ha hecho dos filmes como director, “The
Town” y “Adiós pequeña adiós”, aunque muestra su vigoroso talento innegable y con su lenguaje sabe traficar
con una moralidad turbia y extraer material fascinante de sus historias
complejas, en el primero, o conoce cómo urdir en el alma para saber ocultar
secretos, como en el segundo, no podemos compararle a Eastwood o a Redford. Hay
que dar tiempo al tiempo. Éste, es el más flojo de los tres mencionados.
Es un film muy
light, muy al uso del muy poco comprometido cine de hoy. Desde luego ni se le
hubiera ocurrido hacer un filme cañero,
como aquellos demoledores del sistema de hace décadas o de aquellos otros
anteriores de desencanto ante lo que nunca fue tras la guerra mundial, para
presentarse en los “Oscar”. No lo hubieran admitido. Hoy se usa de todo como
para salir de paso y ser simple para poder dormir bien por la noche.
No se puede comparar con los filmes
realizados en los 70 por Lumet, con sus thrillers de denuncia y corrupción de
estamentos, en absoluto. Ni admite semejanza con el hipnotismo de Alan J.
Pakula y sus laberínticos filmes con asesinatos políticos como “The Parallax
View y su terrorismo interno entre una película ambientada dentro de un filme. Nada de esto. Lo bueno ya se
acabó.
Al final la
crítica poco comprometida habla de tocar las fibras sensibles y sublevar la
emoción.
Las revoluciones
se hacen para, desde un absoluto optimismo antropológico, decir que, los que
las ganan, son incuestionables. Y todo lo que no sea reverenciar la brutalidad
que sobreviene, es fascismo.
Pero la historia
que no cuenta Ben Affleck es que la revolución tuvo su génesis cuando, los
Estados Unidos, comenzaron a deteriorar las relaciones con Irán a raíz de la
crisis del 73. Dejaron a Irán en manos de una oposición de islamistas y de
sectores religiosos del país que impulsaron la revolución y la caída de la
dinastía de Pahlevi y de la política modernizadora de su revolución Blanca.
Lo que no disecciona
Ben Affeck es que, posiblemente, la CIA colaboró en la creación de la república
Islámica, que se le descontroló y que fue un fracaso enorme en su política
exterior que acabó en la humillación del asalto a su embajada y del pasotismo posterior para rescatar, desde el
gobierno, a los rehenes que estuvieron cautivos vergonzosamente 6 meses.
Olvidados del gobierno y con orden expresa de abandonarlos a su mala suerte
De nada sirve
que fuera castigado Carter en el 80. Ni sirve ya el arrepentimiento del error.
El país interrumpió su camino a la occidentalización y es un peligroso lugar de
bárbaros armados nuclearmente hasta la cabeza.
José Ignacio
Salazar
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