Instructivo y delicioso momento que olía a papel fresco imprimido, casi se notaba el crepitar relajante del paso rasgado de las hojas de esas novelas, las más grandes y bonitas de la historia de la literatura, discurridas despacio una a una, los momentos literarios apasionantes de "Viaje al centro de la tierra", de "Aventura en la mar", La dama de las camelias", "Los tres mosqueteros o la fabulosa "En busca del tiempo perdido" sobre como convive el pasado en nuestro sustrato más profundo del subconsciente, como esos libros que, al mencionarlos "Amalia" esta tarde, han revivido nuestra infancia, los sueños de escapar a la realidad de aquel nuestro pasado que descubría mundos, las efemérides y los momentos paralelos a su lectura y las películas tan bonitas que vimos, basadas en estos libros. Cómo se nos desmenuzan los sentimientos mientras afloran los recuerdos y nos sumergimos en parajes exóticos, lances de amor, dramas sobrevividos, maravillas de ficción que nos hicieron entrar de modo entregado en la obre leída, casi nos veíamos a nosotros mismos formando parte de la trama, confundiéndonos con ella, mientras nos envolvían los sentimientos y nos solazábamos con aquellas increíbles historias narradas que siempre nos han acompañado.
Sencillez y buen gusto en Aída y ese aire recio en Francisco que no termina de encontrarse con el refinamiento de la literatura, normal en un tosco montañés que acaba de aprender a leer. Momento de exquisitez femenina frente al bruto que carece de resortes de sensibilidad para apreciar el corazón inmenso de una mujer que empieza a enamorarse y que quiere llevarle al terreno de la educación y entretenimiento. Novelas clásicas propuestas con escenas románticas entre hojas repletas de aventuras con historias de amor que surgen entre los protagonistas, rivalidades, despecho, amistades y confines lejanos de la tierra.
Monstruos espantosos en el centro mismo de la tierra, bellas escenas de la mar, mosqueteros al servicio de Su majestad, condesas y piratas enamorados asidos al timón de un barco con bandera negra, olores a jazmines para gentes adineradas, a salitre, abrazos apasionados, prostitución, prejuicios sociales, besos fogosos, el relente de la noche para los enamorados que tardan en despedirse, momentos que nos colman de tristeza, que nos envían felicidad, perfectos y hermosos.
Obras maestras con las que hemos pasado los mejores ratos de nuestra vida, que nos han ensoñado haciéndonos olvidar las preocupaciones cotidianas, fruto de la mejor literatura, bellisimas novelas magistralmente narradas y con personajes antológicos. Novelas inmortales, por las que no transcurren los años, deliciosas y que da pena terminar de leerlas por lo bien que nos han hecho pasar la vida. Momentos que nos transportan a sus versiones cinematográficas, a Spencer Tracy, Antony Quinn, Greta Garbo, James Mason, Gene Kelly, protagonistas de algunas de las mencionadas esta tarde y a sus voces inolvidables del cine: Juan de Dios, José Guardiola, Margarita Robles y Celia Honrubia, José María Ovies y Emilio Ruiz, las voces de las aventuras y amores en los tiempos de las primeras versiones cinematográficas de estas novelas que hoy ha recordado PV.
ACTRIZ DE LA TARDE:
ARIADNA GAYA
Thriller psicológico que ha puesto un punto final al capítulo de tinte gótico y exquisitas gotas de suspense. Un desesperante clima de tensión que cerca a una extraordinaria Ariadna en una magnífica ambientación y una atmósfera opresiva conseguidísma. Me ha recordado a momentos en filmes con maldad superlativa de fingidos ectoplasmas que atemorizan y hacen volverse loca a la protagonista.
Una Ariadna de la que han sabido sacar hoy su mejor temperamental, atribulada y vampirizada por el supuesto fantasma de su madre "Pepa" dentro de una atmósfera malsana pero refinada. Para ver de noche, en blanco y negro y luces apagadas.
DOS MOMENTOS DE CALIDAD
La llegada emotiva de "Raimundo" dentro de un encuentro costumbrista ue juega con el drama vivido y la nostalgia de volverse atener al lado, con una Sandra Cervera de pulso firme esta tarde, un cansado físicamente Ramón Ibarra y un momento de amigos ("Don Anselmo") de claro mensaje religioso y social.
Una Fariba sufridora, contenida que logra en estos momentos de sentirse machacada su mejores logros interpretativos, creando un personaje femenino doliente pero potente entre atmósferas insalubres y dañinas.
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