Antichi scritti di IL SEGRETO per L´ITALIA
Es Jorge Calvo, apellido ilustre en la escena, el cine y doblaje. Jorge proviene del cortometraje, habiendo realizado infinidad de ellos, en el hoy, es un personaje en PV. El actor, en el físico, me recuerda mucho a Roberto Camardiel, aquel actorazo español repleto de bonhomía, corpulento y muy toscamente impulsivo y que solía interpretar filmes de "Joselito" entre muchísimos. Por supuesto a Jordi Estadella un montonazo. Pero, aun sin ver más allá de lo que intriga en su primer capítulo, es el retrato del melancólico y solitario pastor vasco, trota caminos, un lobo bueno del monte que contempla las estrellas y los espectáculos de la naturaleza. De honradez y cumplimiento de la palabra, aquel en el que se guarda una parte de los ancestros de la identidad vasca. El "Olentzero"(el carbonero que trae los regalos en Navidad), pero en blanco, el de la cara tiznada que llega por Navidad. Uguberri On! (Feliz Navidad). La esencia del vasco antiguo (no confundir con los "más vascos que nadie" porque succionan de las tetillas de los partidos políticos), el otro que sobrevive en estos trashumantes que atraviesan las fronteras de pueblos y mares, la linea de los Pirineos entre dos países, bohemios de las estrellas al raso. Los forasteros bucólicos de las fronteras.
No sé que deparará este personaje, me parece alguien de tintes mágicos e importantes, pero lo he reconocido inmediatamente, también, como un "Ángel Clarence" de "Qué bello es vivir". Aquel Henry Travers, ángel de la guarda que nos llegaba tan directo al corazón remarcado por la voz del actor de doblaje: Juan León Córdoba.
Es un personaje reconfortante, divertido, de buen corazón y lleno de una vida tal para cual fue creado el hombre: libre. Un hombre que luce naturaleza agreste y pisa parajes imponentes.
Conectado con algo que tiene pendiente en PV puede traernos una inyección de autoestima o tal vez algo mortífero. !Vete a saber!. Pero ya me ha sabido un poco a Navidad este capítulo.
A destacar la bondad de "Hipólito", surreal pero lógica: la policía está para ayudar, no para aporrear, herir o matar gente.
A destacar la bondad de "Hipólito", surreal pero lógica: la policía está para ayudar, no para aporrear, herir o matar gente.
Los ricos se permiten el lujazo de provocar, enojar y alegrarse por lo bajín por haber caldeado el ambiente porque , a ellos, no les afecta y tienen a todos bajo su servicio e interés. Singular momento pero muy significado de explicativo del juego de esta señora durante toda su vida, pasárselo "pipa" a cuenta de su corte de mendigos asustados. Este tipo de momentos en el teatro se definen como rompedores de dos espacios, platea y primera fila. Como momento locuaz ha sido cuando, "Mauricio", pide ser peor tratado, de lo contrario no arrea como debiera. Mostrando la cara ácida y sometida de la servidumbre y del porqué los ciudadanos prefieren el colchón del sometimiento a la esclavitud que responsabilizarse como personas libres dejando de estar apretados como súbditos. Muy bien los dos: Mario y María.
Loreto está alcanzando un poso profundo en sus actuaciones de verdadera actriz melodramática del Hollywood de los 40. !Un éxito! No tiene un mínimo pequeño desliz, ni se le pasa por alto las sutilezas y complejidades de esta tragedia afectiva en la que tiene un infierno diario. Se aproxima que puede ir a a la cárcel, mayor villanía ya imposible de contemplar por el absolutamente envilecido "Fernando"; carantoñas al padre para sacar la herencia, sacos inmundos de vestido como uniforme de la penitenciaría a la que le va a recluir a "María". Siempre, Loreto lanzándonos un pulso narrativo perfecto. Se lleva y se "zampa" las secuencias de modo enconado y elegante. Viéndole a ella me recuerda a las protagonistas de Hitchcock, los vestidos y su drama pertenece al modo contemporáneo que puede ocurrir en cualquier siglo o lugar del planeta. Transforma un historia dolorosa, siniestra y sombría en algo sublime por el derecho a la felicidad en los seres humanos, en las mujeres.
Ya va llegando este momento. Como en los mejores filmes de Fritz lang, cada puerta cerrada o entreabierta esconde un secreto o un giro implacable de los acontecimientos. El corazón de "Conrado" va cediendo como los muelles de un colchón. Prefiere ya el geólogo rasgar los labios de "Aurora" cuando esta le besa, que seguir apolillándose por infección solitaria aguda. Esperando este momento. Pureza de enamorados que recorre nuestro sentir de punta a punta del miocardio. Grande Ariadna como actriz y grande su comportamiento. Este secuencia que llega es un bombón para que se luzcan los dos, en especial ella. Una fracción de la vida de una mujer que se arroja ya en besos de amor y en el límite de la cordura. Nitrógeno liquido, estaba tan frío él mismo que ahora quema y lo revuelca todo incandescentemente. Salen monstruos retorcidos de la cabeza de "Conrado" y manifiesta al fín su gran deseo por la chica. Me causa admiración como Rubén sabe llevar lo impactante de unas emociones y miedos de su cotidiano. Impresionantes los dos, cercanos ya, reales. El realismo de Ariadna, su humildad, espíritu rupturista y sinceridad loca, son calma sentimental después de la tormenta de las palabras.
Nunca lo he dicho pero me comparo muchísimo con "Conrado". Hay días malos como el que he tenido hoy en los que más necesitas ese calor e ilusión de los primeros tiempos del amor. Decir ese "te quiero" cuando se siente de veras. Comprendo a "Conrado" cuando no puede decirlo. Yo tampoco podría sin haber asimilado los sentimientos y sin que me quiera reconocer como tal enamorado. Así pues que nos cambiamos por ellos y penamos, en estas oscuras jornadas, por revivir una buena crónica sentimental, como la que le llega a "Conrado" y "Aurora", donde el fulgor y el tormento amoroso son las medicinas para curar unas heridas supurantes en este desastre amoroso que somos los hombres.
Nunca lo he dicho pero me comparo muchísimo con "Conrado". Hay días malos como el que he tenido hoy en los que más necesitas ese calor e ilusión de los primeros tiempos del amor. Decir ese "te quiero" cuando se siente de veras. Comprendo a "Conrado" cuando no puede decirlo. Yo tampoco podría sin haber asimilado los sentimientos y sin que me quiera reconocer como tal enamorado. Así pues que nos cambiamos por ellos y penamos, en estas oscuras jornadas, por revivir una buena crónica sentimental, como la que le llega a "Conrado" y "Aurora", donde el fulgor y el tormento amoroso son las medicinas para curar unas heridas supurantes en este desastre amoroso que somos los hombres.
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