Dicen que segundas partes no son buenas. No es el caso de
Alejandra Onieva y de su personaje la tía “Soledad”. Está magnífica. Ella y
Ariadna, en esta tarde un poco floja en la que se ha notado la ausencia de algún
peso pesado en la interpretación, Carlota Baró entre otras, y
donde ha habido exceso de melodrama.
Sin embargo ha tenido aciertos
notables. Todas las entradas de Alejandra y las de los otros protagonistas que han
estado junto a ella en los entintes. Me ha recordado al mundo de Miguel de
Unamuno que estudiaba en el Colegio Francés y al que consideraban, en Francia, un
erudito de lo más inteligente y magistral. Era de lo poco que dábamos de
literatura española. Hoy, considerado en la analfabeta sociedad de
subvencionados, un facha.
Unamuno era el PV de esta
tarde. La sociedad de provincias. Un retrato perfecto en cuanto a la psicología y
lo social de una aristocracia de provincias, enfrentada al liberalismo allende
lo lugareño y que empujaba. En el episodio de hoy estaban perfiladas las líneas de aquella
sociedad que cambiaba a duras penas.
Las contradicciones de una casta terrateniente infranqueable, su rigidez y
rectitud farisea, al mismo tiempo que se iban instalando los aires de libertad
en aquel volcán de ebullición que eran las ideas llegadas desde la revolución
americana, con la nueva ética protestante y el espíritu del capitalismo.
“Soledad” y “Terence”
representan a las nuevas corrientes culturales e incluso de comprensión en el
amor y del respeto a las ideologías, que se comenzaban a ventilar por la
carcundiosa España, transgrediendo los
moldes férreos de su caciquismo.
“Soledad”/Alejandra ha hecho
un papel memorable esta tarde, de honda cultura político social en las crónicas
de PV. A mí me ha apasionado. Deja al “morituri te salutan” melodramático de
“Fernando” y a los gimoteos de “María” reducido a escombros. Se ha llevado una
laureada, con Ariadna Gaya y doña María Bouzas. Una “Francisca”increíble.
Sorprendente cómo ha ido adaptando su discurso y registros al interés de curso monetario que puede
tener el posible emparejamiento con la alta burguesía norteamericana sin mucho
fundamento, que cree ella y que le excita al pensar que puede manejar también a un burgués despreocupado de los negocios, pero solvente.
Que no se ofenda nadie pero es
que ha sido un capitulazo en toda la intervención de la tía “Soledad”.
Aquella vida mediocre de la
protagonista, en los tiempos actuales, absolutamente superada por la cultura y la educación de una clase
liberal que comprende que lo que nunca muere, el amor absoluto de “Soledad” por
“Juan”, debe de ser respetado en la persona de tu esposa. Eso, por desgracia,
aún, en España, no se ha superado. Gran lección.
Una radiografía moral de
primer plano. Ha desbancado a todos los seriales del día. Es el fin del qué
dirán o de los cuchicheos o alcahuetería de aquella, o esta España. De cuando
llegan el nuevo matrimonio, el de color negro, donde se acaban las mujeres “perdidas” y
el dar la espalda a quienes no se sometían al marido por obligación.
Hoy, “Rita”/Charlotte se ha
marcado otro puntazo. Se enfrentó con el cabronazo de marido, poseedor de la
fuerza y del mando. De ahí derivó una pequeña clase media que trajo la Guerra
Civil. Y hoy “Rita” ha ganado a su amor, “Isidro”, ha alcanzado cotas de
independencia, pero sobre todo, de libertad.
Detrás de un buen guión había
mucho de escabroso y con atinadísimos diálogo ente la madre y la hija. Era la
ironía sutil de “Soledad” que ha podido con la zafiedad prepotente de su madre.
Los deseos de estar con un hombre atento y divertido que te respeta y al que
acabas queriéndole, enfrentados al mundo falsario del decoro y de la decencia
impuestos por una sociedad de férrea disciplina religiosa y de apariencias,
pero que no olvida los caudales.
Mordiente análisis crudo de la
vuelta de la tía Soledad”, con una entrañable secuencia entre Ariadna y ella,
en el “Jaral”. Se reconocen. Eran “Pepa” y la nueva “Soledad”. Nada de doble
moral para mujeres sumisas y de pata quebrada y en casa y de hombres, como
“Anibal” y demás jauría, preparados siempre para desfogarse inherentemente.
Una plástica de color que me
encanta en PV. Que no es sino lo plano de una vida donde la fatalidad acecha en
esa monotonía de los oprimidos que viene a romper los nuevos casados. Donde se malvivía en una sociedad infame, salvo que le echaras arrestos y te ganaras la hoguera.
Alberga muchas referencias.
“My Fair Lady”, Chejov, Stamley Kramer, Unamuno, Picazo y su cine y, hoy, en la
secuencia de ”Soledad” con “Aurora” reencontrándose, al típico Saura de
comienzos de los 70. La remembranza de una infancia, de unos parientes, del
volver al pueblo, de la niñez. Precioso momento por cómo se ha recordado el
pasado pero con el cuerpo presente y sobre todo se ha contado en imágenes con
ese abrazo y ese resplandor en Alejandra y ese aire cautivador y recio de
Ariadna, que es un cielo de actriz. Todo con aquel lenguaje sintetizado de los
rocambolescos 70. Y detrás un amor que nunca se esfumó: “Juan”.
No es la primera vez que se
ridiculiza la “Marsellesa”. Un himno de Rouget de Lisle, glorioso, canto a la
libertad o a la división de poderes o de
choteo según ande el patio. Ya, Georges Brassens, componía que si se tocaba la
“Marsellesa”, él se ausentaría. Y en
los filmes más conmovedores se ha interpretado. En el fastuoso “Napoleón” de Abel
Gance. En “Casablanca”. También en “La Marsellesa” de Renoir o en “La Pimpinela
escarlata”. Jean Pierre Cassel se cacondeaba de lo lindo con ella ante los alemanes y Gert Fröbe, en "Aquellos chalados en sus locos cacharros." Y Selu esta tarde ha tomado el sendero de aquellos que les supo a
poco el burlarse de los franceses con este, interpretando vibrantemente pero
con saña jocosa, este himno en la
invasión.
Sigo sin entender la marginación de "Raimundo". Cada día es más incomprensible y sospechoso. Sólo asoma en escenas con "Emilia" y "Alfonso". No se relaciona con casi nadie y en medio de potentes acontecimientos. Ni con su hijo(no ha participado de la boda prevista ni en el compromiso); ni con su nieta "Aurora", que no ha intercambiado con ella dos frases ni rozado en plano; ni con sus otros nietos( de hecho no ha estado con "María" directamente). Podemos decir que su personaje está reducido a escuetísimas apariciones seleccionadas. Y no creo sea problema del guión ya que su presencia es muy interelacionable y da juego. Es el eslabón de PV entre varias generaciones.
Por muy cierto que, el viaje romántico que hicieron de vuelta a España, "Terence" y "Soledad", desde la Bahía Hudson, me ha recordado al que leí por ahí de uno que, en navidades, viajó con Megan a New York y volvió sólo, por aquella época más o menos. Igual se cruzaron.
Dedicado a Iosu que me ha enviado una fotos de una representación de Mario Zorrilla en Castro. Están en nuestro Blogger.