Es todo tan apático en este filme que recibes la lista de los pederastas como si nada, como el de un reparto al final de un filme. Y llegó tarde la denuncia, 10 años después.
Un filme absolutamente frío, sin vida, casi inane, oscarizado porque no compromete a nada ya hoy; el mal se hizo, no se denunció en su tiempo por intereses de la sección de lo Local de ese mismo periódico, el mal se extendió y ahora nos ofrecen un filme sobre la investigación de lo que no se sacó a la luz a su debido y justo tiempo, el de unos hechos monstruosos permitidos por la autoridad eclesiástica católica, la judía, los periodistas, abogados y una cobarde sociedad cómplice. La corrupción y la toxicidad partían del dominio moral de un superior estamento religioso sobre unos pobres fieles para los cuales, una caricia, una llamada a limpiar letrinas, era un signo de que un absoluto señor se había fijado en un pobrecito mortal; y se dejaban hacer. No hay que culpar sólo al delincuente sacerdote, sino a una religión que habla en nombre de Dios y ante la cual todos se rendían porque era inapelable y además hacía obras de caridad. Pero ello no se cuestiona en el filme; en realidad poco se dice, tarde y a destiempo y todo queda para la galería de quedar bien ahora cuando todos ampararon estas aberraciones sexuales; el capital de los judíos que han rodado el filme, también. ¡Que quede claro!
Un filme absolutamente frío, sin vida, casi inane, oscarizado porque no compromete a nada ya hoy; el mal se hizo, no se denunció en su tiempo por intereses de la sección de lo Local de ese mismo periódico, el mal se extendió y ahora nos ofrecen un filme sobre la investigación de lo que no se sacó a la luz a su debido y justo tiempo, el de unos hechos monstruosos permitidos por la autoridad eclesiástica católica, la judía, los periodistas, abogados y una cobarde sociedad cómplice. La corrupción y la toxicidad partían del dominio moral de un superior estamento religioso sobre unos pobres fieles para los cuales, una caricia, una llamada a limpiar letrinas, era un signo de que un absoluto señor se había fijado en un pobrecito mortal; y se dejaban hacer. No hay que culpar sólo al delincuente sacerdote, sino a una religión que habla en nombre de Dios y ante la cual todos se rendían porque era inapelable y además hacía obras de caridad. Pero ello no se cuestiona en el filme; en realidad poco se dice, tarde y a destiempo y todo queda para la galería de quedar bien ahora cuando todos ampararon estas aberraciones sexuales; el capital de los judíos que han rodado el filme, también. ¡Que quede claro!
Todo está narrado como quien cuenta una huelga de ambulancias, despersonalizadamente, para quedar bien cuando ya el mal dejó criminalmente marcados a muchos menores. La prensa está, no para servir a los poderes según convenga, sino para levantar conciencias y denunciar, no para consensuar y buscar la tapadera oportuna. Y el jefe de lo Local cuando lo desechó en su tiempo, no lo hizo por no darle importancia sino porque se lo impusieron.
Es una vida triste la de nosotros los periodistas; entre negruras de censura editorial y oportunismos según convenga tapar otras noticias. Trabajo de alcantarilla y sin mayor relevancia. Y después... ¿Qué?. Nada. Ya lo sugirió Antonioni en "Blow-Up" sobre la imposibilidad de transformar una realidad con la fotografía o información. Pero tampoco de ello se menciona nada en este filme aunque los que somos periodistas lo hemos comprendido de inmediato entre tinieblas de secuencias inanimadas y amorfas.
Creo que le sobran oscars al filme de Thomas McCarthy. Montaje y actriz de reparto, nada del otro mundo. Un filme burguesote y acomodado tanto en su estética como en su guión relativamente bien construido. No asume riesgos, no es progresista, no innova y es algo ya moribundo desde que se parió. Ni tan siquiera la desmoralizante vida de los periodistas tan denostados, se pone de manifiesto.
No existe alguna franqueza en el guión, es un bluff que usa de unos hechos repudiables para alcanzar un éxito porque parece que sólo con denunciar ya es suficiente. Y no es así. La verdad, que está en el exterior, se cuenta cuando te dejan. Y cuando lo haces, a la mayoría de la gente le da casi igual, no deja más transcendencia. Un filme que al final prescinde de todo, morbo o pasión, pero no por ello más profesional o mejor, más inteligente o que te atrape más porque para los que exigimos la verdad nos gusta ver cómo se implica con vehemencia a todos los estamentos, incluidos los periodísticos.
No es cine lo visto. Es hablar y seguir hablando, cambiando secuencias y ello es lo contrario de la emoción que suscita el cine cuando lo es de verdad. Filme de judíos contra católicos y poco y nada más.