lunes, 22 de febrero de 2016

AMORE MADRID

AMORES EN MADRID


Es curioso, esta historia de "Conrado y Aurora" adquiere una protuberancia mayor fuera de PV. Suele ocurrir, los suelos patrios y el pueblo de uno no son el lugar idóneo para vivir una pasión e intercalar sentimientos con otra sinceridad, soltura y liberación, ello lo otorga la distancia y el aire renovado que deja de enrarecer por cansino, tedioso  y plomizo, el que se respira al lado de donde vives. ¡Madrid! Es libertad y espontaneidad.
Suena a película de Garci, unos amores que en la capital adquieren otra inocencia, más tolerancia, con una distancia que da una patina de más rotundos sentimientos, abriéndose a la necesidad de tener al lado a la persona amada, los personajes se hacen más melancólicos, su amor es de mayor convicción. Los romances frustrados del pueblo y sus momentos taciturnos, se transforman en instantes de carisma amoroso, donde se resuelven todos los tropiezos y se ve con claridad que se necesitan, la lejanía une y siempre fuera del lugar de empadronamiento.



Una muchacha mira la lejanía ensimismada en su regusto por lo vivido, nostalgia del amor que se va y de deja un vacío. Momentos muy cuidados, toda la estancia en Madrid, que da una frescura necesitada, donde hay mucho sentimiento y frases lapidariamente amorosas y besos necesitados desde hace tiempo. Costumbrismo castizo y pasiones rencontradas, olvidadas del guión, donde se describe una situación de necesitado reencuentro entre los olores a fritos y calamares, porras y Mantones de Manila, teatro y restaurantes de lujo y cenas para dos enamorados que acaban en despedida al día siguiente. Lo plomizo del pueblo de PV se transforma en meollo con sustancia que sabe a amor que nunca se ha dejado de sentir. Esos paseos, ese sentirse al lado uno del otro, crea un clima de melancolía tras la euforia de la que brotan esos abrazos por las calles del viejo Madrid, esas charlas enternecedoras que te cargan las pilas de gran sentimiento donde se toca la dificultad de los amores, la necesidad de verse, el sacrificio por amor, donde se reflexiona sobre la eterna búsqueda felicidad de los amantes a la que la losa del tiempo no hace mella cuando es amor lo que convive en ellos, todo narrado elegantemente, salvando algo la historia de estos dos personajes que retornan a la historia de sus primeros besos, ahora más reposada pero sublime como todo enamoramiento es.


Momentazo erguido de ternura, emoción y entrañabilidad y que nos trae aquella sabia máxima sobre que los sentimientos no están reñidos con la razón, e más, deben de ir parejos, por ello los personajes aman y piensan y se sacrifican porque se aman. Buenas interpretaciones de Ariadna y Rubén. 





Algo que aporta este momento es la confirmación de la vehemencia interpretativa de Fariba y el traernos de nuevo a una actriz francamente muy buena, relegada en PV, Aída de la Cruz a exhibir sus mejores dotes dramáticas. Una réplica perfecta entre las dos actrices. A los que dicen que Fariba es la responsable del bajón de audiencia, les remito a este momento de propulsión y de pericia porque ha estado, tanto ella o Aída, impresionante, colocando la situación donde le interesa dejarla porque por encima de todo ama a "Bosco". 


Esta secuencia me ha recordado al filme "El grito" de Shimizu. Inquietante y sobrecogedora atmósfera, donde alguien humano pero que parece sobrenatural llega, momento que explota el terror de Carlota en función del miedo que la sobrecoge, asustada, obsesionada pensando en sombras criminales que la persiguen para hacer justicia a modo de espectros justicieros.

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