Se va la malvada Carmen Calvo del Vaticano y hasta los huesos
enterrados en unos sótanos salen a la luz. No me extraña. Asustados de
semejante impresentable mujer, no es coincidencia, han salido a respirar aire
porque fue demasiado la falaz visita torticera de la Calva. Los cadáveres
aparecieron en la Nunciatura, que es la embajada del Vaticano en Roma. Alguien ha dormido durante muchos años encima de ese cadáver.
Uno de los más enormes misterios de desapariciones del siglo pasado.
Ocurrió en Roma, el 22 de junio de 1.983. La desaparición de Emanuela Orlandi.
Tenía entonces 15 años cuando la desapareció para siempre sin dejar rastro a la
salida de su clase de flauta en el conservatorio situado en la plaza de San
Apolinar, cerca del Senado italiano. Tenía pasaporte vaticano porque su padre,
Ercole, trabajaba en la Prefectura de la Casa Pontificia, la secretaría
particular del Santo Padre. Era papa Wojtyla. Casi dos meses antes se había
perdido el rastro de Mirella Gregori, una adolescente de igual modo e hija de
una familia que regentaba un bar en el centro de Roma, sin ninguna conexión con
la política o la curia romanas. Alguien llamó al telefonillo de casa. Una voz
dijo que se trataba de un compañero de clase y que bajara para hablar con ella.
Nunca más la volvieron a ver. Entronca con tantas desapariciones inexplicables
que hemos tenido en España y que hoy, aún sin cadáver, sabemos fueron violadas,
torturadas y enterradas. Muchas de ellas
con la enorme sospecha de encontrarse tras su muerte sádicos representantes
públicos inalcanzables de las cloacas del Estado.
En esta semana un comunicado del Vaticano informaba que se habían
encontrado, tras trabajos de renovación de sótanos del lúgubre vaticano, unos huesos
humanos, ¡Cómo para vivir allí entre tanta terrosidad y sobre cadáveres que
nadie sabe cómo fueron a parar allí! Ya se han dado instrucciones por parte de
fiscal jefe de Roma, Giuseppe Pignatone, dio para para que se analicen esos
huesos, los restos óseos y así poder conocer desde la edad, el sexo y la fecha
aproximada del fallecimiento.
La prensa menos manipulada, de inmediato, lo relacionó con estad dos
adolescentes, algo que las primeras investigaciones llevan a señalar como
posible. Los huesos podrían pertenecer a Emanuela o a Mirella y que podrían
aportar datos sobre la desaparición de estas inocentes. De haber estado la
nauseabunda curia romana de testigo en el descubrimiento de los huesos,
posiblemente se habrían callado, pero con obreros delante, imposible. A
Emanuela siempre la prensa italiana menos censurada la ha adscrito en su
desaparición a misterios relacionados con logias religiosas y concretamente con
el Vaticano. De todos modos se duda sobre a quién pertenecen. Tal vez más
relacionarlo con la desaparición de Mirella que vivía cerca de la nunciatura
aunque se sigue investigando.
La corrupta justicia italiana, Ilario Martella, ex magistrado de la
Corte de Casación y juez instructor del caso Orlandi y de la investigación
sobre el atentado contra el papa Juan Pablo II en 1981, resta importancia a los
huesos. Es como el fiscal del lamentable “Caso Cabacas” que no observa delito
ni acusados en la muerte por pelotazo de goma y no presenta cargos. Aquí Ilario
tiene la impresión del chasco que se llevarán porque los huesos no sean de
ellas, ya huele ya. Incluso se atreve a atisbar un plan conjurado por diabólicos
demonios para sepultar allí a las niñas haciendo caer hacer recaer la
responsabilidad en la Santa Sede. Unos huesos y un cadáver es algo muy serio y ya se habla en pequeños cenáculos, despistando
sobre el lugar en el que ha aparecido, como si fuera sencillo, sobre la
inocencia del Vaticano o de su Nunciatura. Una historia increíble que se acaban de inventar sobre
un chantaje al papa por parte del antiguo bloque soviético.
Pocos días después de la desaparición de las niñas, varias llamadas
anónimas reivindicaron el secuestro de las pequeñas y exigieron la liberación
de Mehmet Ali Agca, un terrorista perteneciente al grupo turco de extrema
derecha Lobos Grises que disparó contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro aquel
terrorista el 13 de mayo de 1981, a cambio de sus vidas. La pista búlgara fue
otra opción para explicar la desaparición de las niñas. Aunque algunos siempre
pensaron que fue un simulacro para desorientar algo sobre un asesinato que seguramente
tiene que ver con alguien de las mafias, el Vaticano, la curia, servicios secretos
tras el telón de acero e incluso Mehmet Ali Agca; no me resulta a mí muy sólida
la de la conspiración soviética.
No es muy convincente por facilona la versión de los servicios secretos
y la implicación de países. Secuestraron
a Mirella para intercambiarla por la vida de Mehmet Ali Agca y al no ser
escuchados, la mataron; secuestraron a Orlandi y surgió mediáticamente la pista
de ciudadanos búlgaros en el
atentado contra el Papa Wojtyla. Creo que, como en el 11-M, que aprovechó el
tema de una guerra que Zapatero por cierto llevó aún más lejos, fue casualidad
que la desaparición de las niñas
coincidiera con este espinoso y nunca aclarado asunto de Ali Agca. Se usó de
ello para establecer un paralelaje entre la desaparición y el atentado, muy
conveniente, para ocultar lo que muchos pensamos fue: crimen sexual y ritual
macabro.
El domingo continuaremos sobre esta historia en la que se barajan: una
historia de sexo, exorcistas, un "fantasma" y agentes secretos en el
corazón del Vaticano. Hay dos fotos estremecedoras: El papa Wojtyla en una
visita de la familia Orlandi y otra, en una manifestación pública parándose a responder
a la admiración casi mística de Mirella.
EL DOMINGO: EL FANTASMA DE EMANUELA RECORRE LA CAPILLA SIXTINA"
Este es el fantasma fotografiado.
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