UN HOMBRE BUENO Y UNA MUJER MEJOR

¡Mira por donde! Parece que fue el "Guapo" quien envenenó la copa con cianuro; no hemos dado ni una. Efectivamente, ese invitado estuvo en la casa Nos alegra que Alejandro Muñoz tenga trabajo, que se lo trabaja pero el guión está exagerado y es otro "Déjà Vu" que ya lo hemos seguido. Resulta irritante, consabido y hasta "Emilia" está desazonada y fuera de sí. Yo creo que es dar papel a Sandra Cervera que parece la única actriz, y hay más actrices que merecen la atención. Entre ellas quien estaba abandonada y se ha ido: Adriana Torrebejano. Por no hablar del desprecio cometido contra Carlota Baró. Es todo un soberano aburrimiento y maldad por maldad a excepción de esos encuentros en la casa de "Adela" una Ruth Llopis que, de momento, van cautivándonos y más desde la secuencia de esta tarde. Con un soberbio Raúl Peña que desde que ha dejado las telarañas de "Miel Amarga" está que lo da todo y muestra más de lo que parecía, que algunos ya lo dijimos: era mucho.

Se ha ido Adriana y Raúl le ha echado un capote aunque sea con "v" el apellido: "Será duro rodar sin ella"decía. Y por ende la propia actriz dice que debían sentarle a un escribano de estos de PV para que explique por qué matan a tanta gente que ya no hay sitio en el cementerio y en el "terraplén", aunque ese decorado de exteriores trae mucha "capacidad". Adriana ha sido de las más críticas tras su marcha, desvelando además lo del cianuro y la muerte por equívoco y que en "Miel Amarga" vuelven al principio. Aunque tengo que decir a Adriana que todo lo que se ve en ESDPV es justo lo que parece y ya queda poca capacidad para la sorpresa y menos para el amor. Lo de "Carmelo" culpable es de antes de ayer. "Lo del guapo del otro día. Y así todo, previsible y carente de aliciente. No sé, se nota cierto resquemor e ironía en la despedida de Adriana. Pero siempre mi reconocimiento a estos actores, equipo técnico y dirección que hacen que el paupérrimo guión donde a veces no cabe una casposidad más, salga adelante con cierto nivel.

Hoy por hoy y para espectadores algo inquietos, lo más destacado desde mi opinión es Raúl y Ruth, la historia de esas inquietudes ambulantes de llevar la cultura por todos los lugares incluso remotos, Las misiones Ambulantes de Giner de los Ríos y discípulos que no pudieron manifestarse sino hasta la República. Con un Raúl espléndido, que dramatiza el rol con un hundimiento total y con unas lecturas vitales de enjundia; tales como que lo bueno siempre está ahí en las personas; sobre la fuerza del arrepentimiento; que siempre la mujer reconduce al descarriado y es mucho más fuerte y valiente, sacando fuerzas de donde no hay sino vacío y desesperación, en una brillante secuencia intimista rodada a media luz que parece un lamento de tango y lloro de catarsis entrambos, para buscar un punto de retorno ante las conciencia rota en él y la oscuridad de lo incomprensible que no deja de perseguir  a ella.

Esto es francamente bueno y serio además de formar parte de esa novedad imaginativa que pedimos al guión de ESDPV. Y son buenos y sentidos estos diálogos. No es una charla de consultorio que podía resultar de unos imprevisibles guionistas o una sonrojante exposición de miserias humanas y mezquindades al más puro estilo basuril. Esto es algo serio profundamente existencial. Tremenda disección de la desdicha humana y del daño que provoca un crimen contra un inocente. Una mirada lúcida y desgarrada mostrada en unos primeros y medios panos de extrema belleza, de serenidad en medio de la desazón y que penetran en toda regla.

Estos días que ando escribiendo sobre aquellos cines de San Sebastián, estoy preparando el de aquella inolvidable Sala Ynesa de Gaxen del Kursaal,  donde se proyectaban tantos y tantos filmes cultos y momentos íntimos como éste de la tarde de hoy. Era puro  cine de Arte y Ensayo.

Secuencia llena de matices, de nobleza e inteligencia. Una acertada reflexión sobre la culpa y un homenaje  a las víctimas, en él y ella respectivamente. Sin grandes alardes técnicos, sobriedad y con ellos dos frente a la cámara, momentos fascinantes y emotivos.

Y algo que se ve llegar: la dependencia emocional entre ellos y esa falta de autoestima que lleva "Carmelo" y que me resulta profundamente literaria y casi de Dostoyevski; escarbados en unos milimetrados diálogos con un Raúl sacándose basura de encima para hacerse un poco mejor de lo que ha llegado a ser reprobablemente en vida. ¡Cuanta soledad hay en estas secuencias! Conversaciones magníficas, bien hiladas, de bajar la mirada en "Carmelo", mirando hacia su propio infierno personal y ella darse cuenta que mira para un vacío aterrador. Momentos dolorosos, tristes pero esperanzadores y de una crudeza brutal.