sábado, 4 de abril de 2015

VISITA A CASTRO. ANTOLINO Y MARIO



Antes de nada agradecer a Mario Zorrilla el que estuviera conmigo en esta pequeña visita a Castro de ayer. Breve pero enormemente emotiva porque si hay algo tan importante o más que estar con un amigo y convivir sentimientos, es conocer a su padre, que te brinda esa confianza de hacerte compartir esa intimidad y contemplar a todo un liberal, hombre que como tantos otros cimentaron la cultura barojiana y andanaron el liberalismo en este país. Gentes de raices, profesionales que son la cultura que analiza la realidad con riqueza de expresiones y amplia soberana ironía que acaba de encontrar una lucidez en el desencanto y melancolía de la vida no exenta de mucho optimismo y amor. Me recordó Antolino a Miguel Pelay Orozco a quien entreviste poco antes de fallecer en San Sebastián. Gentes a los que la cultura les adapta aunque comprenden que casi nada cambia lo establecido en la sociedad en la que viven pero que la vida, tras su rutina y tristeza por el tiempo que pasa, es un camino de lucidez preestablecido por la naturaleza de los seres humanos. Gentes que saben que ya no se lee ni su reflexiona sobre nada pero ellos hacen proselitismo de ello mismo a pesar de caer en saco roto lo que dicen. Son los tertulianos de antes de la televisión, de café y disquisición en torno a una mesa de mármol que parece diseñada para esa tertulia entre ambientes cálidos y distinguidos donde se refugian de la vida banal y de la vulgaridad. ¡Gran Antolino! ¡Amigo de su hijo además! Todo un tiempo que muchos desgraciadamente ya no lo reconocen, de una cultura arraigada, de  clamar por libertades inconsolablemente individuales y de un gran espíritu cívico. ¡Es una pena que yo no pudiera disfrutar de un padre durante más años en mi vida como lo hace orgulloso de estirpe Mario Zorrilla! ¡Gracias amigo! Y...  por cierto, la comida fue exquisita.


























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