martes, 23 de agosto de 2016

LA DONNA SADICA


ACTRICES:

FARIBA SHEIKHAN Y AÍDA FLIX.


Hay algunas personas que me critican porque suelo referenciar secuencias de ESDPV a momentos que hemos vivido en las salas del cine ya. Suelen incluso criticarme y llamarme tipo raro y que confundo todo y hasta que veo visiones o que mezclo la realidad con personajes arquetipo que tengo en mente. O sea: que sufro alucinaciones o estoy aquejado de pedantería. ¡Que digan lo que quieran! Demuestran una osada ignorancia ya que, equivocado o no yo, lo cierto y reconocido por la propia gente del serial, los géneros, estilos, directores y sensibilidades tanto cinematográfica como también literaria, están muy presentes a lo largo del metraje diario de emisión de la serie.



Hoy estaba, al  menos para mí en este aceptable capítulo que se ha desarrollado en un coral in crescendo, la impronta de Mankiewicz y ese lado oscuro que la ya próximamente desaparecida Aída Flix nos ha brindado: el lado oscuro y más perseverante sádico del alma humana en una mujer frustrada. Esas mujeres como "Amalia" que pudiendo haber tenido todo en la vida, son unas fracasadas y que disfrutan humillando a las personas que por cuna y naturaleza consideran inferiores, a las que desean arrebatarles todo y matar el fruto de su vientre que ellas lo tienen negado.



Un juego de apariencias que se ha desarrollado de modo entretenidamente dramático e inteligente. Donde ha destacado incomprensiblemente un alcalde que se aúna con el poderoso, se alía con la fatua aristocracia y que no menciona esas palabras tan importantes en "Inés" en las que pronuncia sobre la maternidad real de "Beltrán".
A lo largo de la trayectoria de "Inés" o "Amalia" hemos comprobado ese suculento guión en el que, para gloria de las actrices, Fariba y Aída, por el papelón que supone abordarlo, se ha sobre-dimensionado una trama que las protagonistas han sabido encajar, imbuidas en una trío conjunto con "Francisca", de pérfidos juegos sado-masoquistas, de la miseria humana más recóndita presidiendo las tramas hasta ese final que va llegando como veredicto, donde Aída se va y Fariba también aunque no sabemos el cómo. Nos han hecho vivir pasión, crueladad, inocencia y sobre todo cómo se desborda en orgullo mancillado en una de ellas (Aída) y la otra (Fariba) en una angustia patológicamente acongojante. Las dos han estado magníficas, sobrepasando los límites de la más verosímil perfección y siendo perfectamente creíbles.



Con ellas dos sobra casi todo. Podían estar cuarenta minutos sólo ellas y no perdería interés ni aburriría el capítulo. Lo dije ayer, su ausencia se va a notar mucho aunque traigan a quien sea. ¡Menuda categoría albergan las dos! ¡Menuda madera poseen!
Dos actrices en el final en casi todo reducido a una mínima expresión: una cárcel, dos actrices, un recuerdo a Fritz Lang y toneladas de talento en ellas y en el director. Malicia en el guión, progresismo en la denuncia, una gran sensibilidad femenina en el mejor de los sentidos mostrada y una brillante exposición sobre las diferencias y clases sociales y las apariencias en un capítulo donde muchas de las secuencias han tenido un gran valor metafórico y que sin embargo está tan bien realizado que pese a su complejidad todo el mundo lo entiende.

 


La secuencia de entre barrotes ha sido un pequeño prodigio dinámico y teatralizado, pulsada de astucia e indefensión posterior a una televisiva crónica de unas apariencias que son absolutamente erróneas en cuanto a su evidencia pero plagadas de pistas solapadas; reciento carcelario donde se ha dado ese juego sádico de humillación dentro de un duelo entre dos competidoras mujeres que despliegan a cada cual mejor las más maliciosas, retorcidas y peleonas estrategias en su enfrentamiento.



Un momento que rebosa mala leche a raudales. Momento cínico pero de hermoso gusto y con dos buenas interpretaciones. Macabro juego donde se distorsiona la verdad hasta el infinito. Con una Aída que interpreta a la perfección,la ficción y la distorsión de su realidad. Y detrás de este aparente folletín, una historia profunda. Con dos actrices que dominan el silencio, el gesto y la palabra directa. Donde el duelo decora el despecho amoroso, una pugna amorosa que se convierte en un detonante capaz de desembocar en todo tipo de tragedias, dando pie  a una exhibición de traumas y taras en las protagonistas, marcadas de frustraciones, sembradas de implícitas intenciones y de explícitas acusaciones. Con las armas cargadas por el diablo que llevamos dentro.














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