martes, 10 de septiembre de 2013

DELICIAS DE PUENTE VIEJO RABO RIVER


Puro Verhoeven en sus mejores títulos de los 70. Aquellos filmes que nuestros padres atravesaban la frontera para ver en el Casino de Biarritz o en Saint Jean de Luz. Libre y como el buen salvaje, emerge un hombre del futuro de entre las aguas del rio de PV, completamente desnudo y con su tentáculo apuntando al frente, para asombro de los que sólo ven el  periscopio de su casa.
No estaba rodada la secuencia en Ámsterdam, sino en “Puente Viejo”. Igual exagero pero me ha sugerido la escena de “Terence” en bolas y cilindrín tal cual así es, a Verhoeven y también a filmes franceses de la ola liberaloide de los 70, tal como Louis Malle, Tanner y Jacques Rivette. La frescura, el sonido silencioso y asombrado de la provocación y una estética muy habitual en las aldeas, donde era más fácil ver en cueros a la vecina que en la "mesmésima"calle de Alcalá. Humor surrealista total con la familia “Mirañar” asombrada a tope, en una magnífica secuencia, hilarante y gamberra, digna del mejor número del humor gráfico de aquella revista satírica de “La Codorniz”. Una caricatura mortal del aldeano inocente y muy de su pueblo donde los pitiminíes son más precarios, eso dicen. Fetichismo con loas a la belleza del rabo más expresionista y al tamaño más explícito sin que medie obscenidad. Una "marsellesa" sobre la liberación sexual necesaria, casi de Alfredo Landa de cateto con boina, un momento progresista y de descojono total contra los tabúes más carcundiosos.
 
Disparatados y alocados los “Mirañar” dentro de un capítulo del que han sido protagonistas absolutos. Una tarde para ellos de desolación, de miradas melancólicas a través de la ventana, cuando eran expulsados de su casa los dos seres maravillosos de “Quintina” e “Hipólito” y abandonaban el escenario de la plaza. Pero con momentos de antología en PV, cuando se enfrentan a la hiena de la madre y deciden marcharse. Alegres vitalistas y rebeldes dos magníficos actores: Blanca y Selu que parecían sacados de un filme de Charlie Chaplin, camino pedregoso hacia adelante. La insolencia de la juventud, los tiempos de cambio, el amigo americano en plan nudista en unos tiempos que se van aceptando málamente como vienen y cuando se van también de su hogar, algunos, el PV de esta tardecita lluviosa en Donosti.
Hemos de felicitar a Blanca de nuevo. Lleva dos capítulos como entrañable protagonista huérfana en una hermosa historia de amor buscada en sus más íntimas coordenadas. Lo digo porque así lo veo.
 
Dicha y desgracia hoy con los “Mirañar”. Pocas veces me han impactado unos registros como los que trasladaban Blanca y Selu, con su contundencia hacia el mundo de los sentimientos, donde los temas más mundanos y terráqueos los transforman en un filme de Charlot vagabundo. ¡Precioso!.
Son profundos en medio de la caricatura del guión, estos miembros “Mirañar” que escapan de unos tarados mentalmente padres de pedrada notoria, para seguir ese instinto de fuerza incontrolable que hace amar a tu mujer o marido por encima de todos los locos del “Colmado”, sintiéndose empujados hacia delante, hacia su propio desarrollo personal independiente.
 La historia de “Quintina” y de “Hipólito” es una verdadera historia preciosa de amor. Cuando se conocieron en el río, cuando casi se ahogan, cuando se declararon en el campo, cuando se buscaron, cuando ella creía no era la chica adecuada para el hijo de un “tontolaba” de alcalde “chupalevitas”, cuando recobró la vista, cuando se casaron en la plaza y cuando la suegra atómica les une más cuanto más les acorrala. Una historia sin sexo pero heredera de aquella rebeldía que vendría en el futuro, que ellos no conocían, en mayo del 68.
 
Esta mañana hemos tenido un debate en el facebook de Blanca, yo pienso que muy bonito y creo que, a ella, a los fans y al periodista, nos ha unido más. Parece mentira. ¡Cómo me conoce Blanca!.  Sin haberme visto nunca. Es muy difícil llegar a mí. Un besote My Lady.
Secuencia final de impresión. Hacía tiempo que no me impactaba ver a “Aurora”/Ariadna en un momento ambiguo y truculento. El texto la arrincona hacia derroteros de “Celestina”, correctos pero desperdiciados. Nos ha dado tregua a una cierta desazón que ha producido la secuencia, en la "Casona", entre tinieblas de luz y como un encuentro intempestivo entre alguien que busca algo y otra persona nada dotada para la simpatía y para el buen recibimiento nocturno. Ariadna es bellísima y de una soltura envidiable pero está muy marginada, no de la pantalla, sí de un digno papel que sobresalga como lo hacía su madre “Pepa”. Y lo puede hacer. Puede explorar rebeldías sin fin, respondiendo a muchas situaciones no tan anodinamente sino con el desparpajo del talento empecinado de la gran “Partera”/Megan.
 
Flojea la historia entre “María” y “Martín”, reincidentes como una digestión pesada sobre la que le metes más pestiños. Plomizos como un empacho poco masticado.
Buenos momentos nos proporcionan “Ricardo” y “Candela”. Se encuentran muy bien interpretado por Alain Hernández, y por Aída que es muy buena actriz de igual modo. Un chantagista en su punto  canallesco a través de un cinismo suave, una empalagosa  ironía y una incipiente sexualidad velada.
Carlota, en cuanto se quita el sayo por mayo, está espléndida. Por su belleza y atributos artísticos que son todos. Es una actriz de blanco y negro y para el cinemascope. Celebra, cada tarde, un homenaje al cine. Ella es el cine. Hoy, contando las desventuras de su sobrina, erguida, con su expresión más libre y limpia, se entregaba de modo brillante y con vehemencia a narrar los excesos propios del  drama de la “Casona” que nos quería contar, que se salía de la pantalla y nos adelantaba que la televisión de Carlota es más grande que la vida, a secas.
 
Triste “Raimundo”. Totalmente quemado su personaje. No acierto a imaginar qué ha sucedido. Todo aquel su paraíso a construir, desvanecido por incomparecencia. Me recuerda a la cínica crónica sobre la tragedia del hombre moderno, que me recordaba Graziella el pasado día, masoquista y autoirónico en busca de otro puerto al que llegar en busca de un final feliz.
Y muy suelta Elena Martínez, dinámica y electriza con sus modos arrebujados y bien dispuestos, ágiles y una grandísima enferma:"Rita"/Charlotte que nos gusta como ha conseguido una pintura precisa de la enfermedad en su rostro y débil cuerpo, hasta parecer casi un lienzo. Pero sigo pensando que, en esa casa, el Diablo ha plantado una semilla a punto de partirse por la mitad.
Hoy dedicado a Blanca Parés porque es realmente sagaz y me conoce como pocos.

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