martes, 11 de septiembre de 2018

EL HORROROSO CRIMEN, MISTERIO EN PUENTE GENIL


Había un hombre bien vestido, con bigote, que esperaba en un vehículo oscuro, cerca del cementerio donde un monje, tal vez vez una leyenda urbana, confesó que dijo ver al asesino de Casta; un viajante que vivía en Lucena, un pueblo cercano que fue visto en actitud sospechosa en el cementerio del pueblo. Nada consistente, el caso pasó durante muchos años de mano en mano de jueces y nadie consiguió ni se propuso averiguar nada. Tampoco quisieron. El monje se retractó después, acabó loco porque comentaba acusó a un inocente pero el hombre que vigilaba todo en ese coche oscuro, ese dato, no creo fuera inventado.


Casta Castrillo. Ocurrió en 1.995, en Puente Genil, justo en aquel verano, en julio, una chica de entonces de 31 años, se va de paseo en bicicleta. Nunca regresa a casa. Su cadáver fue hallado en un olivar. Una nefasta investigación mantiene el caso abierto. Trabajaba como graduada social en el Ayuntamiento de Puente Genil. Ocurrió en el canal del río Genil, cerca de la carretera hacia Montalbán. Apareció en un olivar, con un fuerte golpe en la cabeza. El 27 de julio, dos agricultores encontraban el cadáver de la chica en un olivar alejado del sitio donde fue vista por última vez. Presentaba signos de violencia, desnuda, con arañazos en la espalda y sangre en la cabeza y la Guardia Civil se hizo cargo de una investigación desastrosa. Poco se pudo deducir del escenario del crimen y comenzaron los interrogatorios por el círculo más cercano a la joven, pero nadie fue testigo de su desaparición. Hoy nadie de esas asociaciones que sacan dinero porque se arrogan ir defendiendo a Puente Genil de las agresiones sexuales, dice nada al respecto. Ni un apunte, ni una palabra, ni un recuerdo. Como si no existiera. Y el pueblo lloró de verdad y lo sigue haciendo ante un crimen y una agresión confirmada y nunca aclarada. Hoy, todo está igual que en 1.995 cuando se descubrió el cadáver. Y es exigible a estas asociaciones que van a insultar a los Pontanenses que se preocupen por los casos de verdad que han sucedido en donde mujeres fueron agredidas y violadas. Por este en concreto.


En el primer informe de autopsia apenas pudo determinar si la mujer fue violada. Murió de un fuerte impacto en la cabeza. Se obtuvieron algunas muestras, vello de pubis en una de sus manos y unos restos de sangre entre las uñas. Se dijo entonces que del vello no podía extraerse ningún dato porque carecía de raíz. Comenzaba así una secuela de despropósitos que han llegado hasta nuestros días. Estaban boicoteando la autopsia. En el segundo informe, el cuerpo de Casta reveló como comenté el ADN de dos varones. ¿Eran esos dos de los que hablaba el monje?
Hubo algunas detenciones; partían de informantes que denunciaban sin mayor concreción, que llevó a la Guardia Civil a detener a sospechosos del círculo cercano, con las características que apuntaban los informadores y que fueron puestos en libertad por falta de pruebas. No existían testigos fiables. La mujer presentaba signos de violencia, desnuda, con arañazos en la espalda y sangre en la cabeza. Como si nada, pasaron los años, nunca se supo más y en el 2003 se abrió una nueva línea de investigación.


El caso comenzaba a tener similitud con el de las chicas de Alcàsser. En la anterior ocasión, un forense sin mayor experiencia realizó una autopsia en una sala de un cementerio, de prisa y corriendo en hora y media. No se tomó mayor molestia. Como en el caso de los familiares de Alcàsser, los padres pidieron en la reapertura, rastros de ADN en el cuerpo de Casta. Y el servicio de Genética Forense de la Universidad de Santiago de Compostela analizó una muestra de cabello y sangre hallados en el cuerpo de la joven y encontró ADN de un varón; una prueba posterior determinaría que fueron dos los hombres que dejaron su rastro genético. En julio de ese año se toma declaración a un sospechoso, pero su ADN no coincidía con el que se recogió. 


El lugar donde ocurrieron los hechos fue boicoteado por las autoridades. Se destruyeron muchas pruebas por aparente desidia. El lugar donde fue hallado el cadáver no fue debidamente acordonado y fue pasto de alcahuetes morbosos. Por un motivo inexplicable, la Guardia Civil tomó fotografías del cuerpo en blanco y negro, con lo que ello supone. La inspección ocular fue nula y no se tomaron muestras de la tierra bajo el cuerpo para determinar si Casta falleció en ese lugar, fue depositada allí poco después de desaparecer o algunos días más tarde. Muchas pruebas forenses útiles para una investigación quedaron contaminadas en esas primeras horas. Y en cuanto a la rueda de sospechosos la situación fue aún más extraña. La misma noche del hallazgo del cadáver se produjo una llamada anónima a la Policía Local de Puente Genil de una voz agitada que citaba nombre y apellido de una persona relacionada con el crimen. La policía comprobó que no había empadronado nadie con esa identidad en el pueblo y aparcó la denuncia. Nadie cayó en la cuenta hasta transcurrido mucho tiempo de que había cinco personas con idéntico nombre y apellido en los pueblos de alrededor. 12 años después, la Guardia Civil hizo esa verificación. Nadie investigó el entorno de Casta, algo fundamental. Los familiares se encararon con la Guardia Civil porque, doce años después, les tomaban muestras de ADN.



En toda esta historia se dio un poco de luz, tarde, mal e incorrectamente y que aporta un dato que creo es fundamental. No por lo que muestra sino por lo que oculta y tiene puntos de contacto con el Caso Marta del castillo. Hace no mucho tiempo apareció una persona que confesó que alguien le confió un secreto tal cual era haber participado en este crimen. Eran cuatro hombres en un coche, borrachos, dopado alguno; se encontraron con Casta, intentaron forzarla; resistiéndose la mujer, le dieron un golpe en la cabeza con una piedra, la mataron e intentaron quemar el cadáver. Casta tenía señales de quemaduras que se ocultó en su día y que la autopsia chapucera no averiguó su procedencia, si eran de fuego o quemadura del sol. Todo llegó a un punto muerto y se archivó la causa que duerme en el olvido de muchos pero no de todos. Quienes lo hicieron lo organizaron muy bien. Tal vez fueron unos jóvenes de Lucena los intermediarios y el hombre de bigote del coche oscuro, el autor intelectual de este crimen espantoso del que nunca las autoridades quisieron se supiera nada. ¿A quien taparon? A alguien se le fue la mano y quiso desembarazarse del cadáver, confundiendo.




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