LA MUJER DE CUBA / CUANDO EL AMOR DUELE

Hoy en día que ESDPV ha desaparecido como aquellos sus entrañables personajes únicos, sólo quedan a esta hora de la tarde los capítulos de la "Casa de aguas" o "Los manantiales", a destacar entre tanto despropósito y necedad; sin olvidar a Maribel Ripoll y por supuesto a María Bouzas y Carmelo Peña; lo demás, es rechazable por completo. Incluso, tóxico como esos guiños nada sutiles a "Podemos" o bochornoso como lo que de casamenteros ocurre en "La Quinta"
La trama que merece la pena, la de la "Casa de aguas", creo que está rodada en suntuosos escenarios naturales de la Finca del Campillo, que fue pabellón de caza de Felipe II. Finca que fue tomada mientras como tal mientras se construía el Monasterio de El Escorial; situada junto a la Cañada Real y que poco pudo disfrutar de ella aquel rey. Una residencia tardomedieval. Este bellísimo y extraño lugar palaciego, enclavado en el municipio de El Escorial, fue mandado construir por Enrique IV de Castilla, un edificio austero a la sombra de la vertiente meridional del Guadarrama, y que es el escogido para rodar una siniestra historia que tiene mucho de aquella novela de Cornell Woolrich (William Irish) "Waltz Into Darkness" y que Truffaut o más recientemente  Michael Cristofer han llevado al cine. Sin obviar la fría intensidad y gestos auténticos al estilo de la "Anna Sullivan" de William Gibson (sobre todo en "la muda").

No ha desmerecido  la serie en producción al rodarse esta historia de amores que duelen en este embriagador y calmo lugar de la época de los Trastámara, bellamente desconocido en muchos lugares de España. Por cierto es un lugar de bodas y ahí se han casado políticos y famosetes.

La serie ha adquirido un cierto tono a lo barón Frankenstein, elogiable, y tiene referencias en "Vértigo" de Hitchcock y de la "Sombra de una duda" porque un misterio oculta, entre otros, el tal "Hernando".
Este edificio me recuerda mucho a nuestro Château d´Abbadie a 1km de mi pueblo de Hendaye, carretera a Saint Jean de Luz, mirado por uno de sus frontales ya que es un edificio neogótico del siglo XIX.

Château d´Abbadie

Hoy por hoy es lo único que merece la pena de esta serie que fue, que no se ha renovado y que se ha "murío". Resalta un poco la pobreza de algunos decorados (el laboratorio o la tienda de perfumes) en contraste con el solemne exterior que rodea a esa impresionante fortaleza; así como una escenificación de un ansia hecha a trompicones y a la que han trasladado una trama que es interesante aunque parte de la intriga se pierde entre miradas que divagan no sabemos aún por qué y un transcurrir del tiempo que sobrepasa la pantalla de modo tedioso y que parece detiene a la historia. Es pena porque con estos elementos y referentes podía haber resultado algo que trajera mucho del thriller hasta de los amores convulsos que viajan, desde la frialdad de un sometimiento que ya no es tal, hasta la gelidez del ocultamiento de un pasado por olvidar y que converge en un mismo destino al final. Pero tiene su calidad indudable, aparte de la estética.

El ambiente y los personajes son fríos y desolados; gentes a las que se les van descubriendo sus secretos, lenta e inteligentemente. Los jardines, no tanto el interior, son un lugar casi viscontiano son un espacio de casi resignación; son desoladores los diálogos entre lo palaciego de un lugar que les sobrepasa y que mostraron ya desde el principio la intensidad de lo que allí se empezaba a vivir con desazón. Televisión de cierta calidad y secretos que investiga la relación entre el secreto de la vida de una bellísima mujer que llega desde Cuba (una Yara Puebla que lo pone todo y que transmite un erotismo morboso) y un hombre distante, traumatizado y enigmático que parece vive en Los Cárpatos. Pero ya les digo que le falta algo de ritmo a todo ello.

El personaje del químico es ese tercero en discordia que tanto aparecía maravillosamente en Federico Fellini y en Visconti, desde "La Strada" a "Rocco y sus hermanos". Ese personaje entre amores extraños, enfermizos y profundos de una bella y otro bestia.

De vivir el director Jean Renoir, aunque es un serial y con un ritmo desacertado, seguro le hubiera gustado esta degradación por amor que se vive y que recuerda a Irish y sus pasiones compulsivas entremezcladas en un ambiente lúgubre aunque refinado, con llamadas y misterio en torno a un romanticismo fatalista y siniestro así como aun pasado oculto y encerrado en un lugar de la casa.

Tiene un planteamiento intelectual muy válido y olvidado en la sociedad actual. El del amor que duele. El de una pareja que tiene que aprender a amarse, el de un Frankenstein que se ha automutilado  en un marginado. No son fáciles las relaciones entre hombres y mujeres en esto del amor; para entender esta enfermiza historia en la que ellos se buscan a sí mismos es necesario partir de algo tal cual es que las cosas son muy complicadas aunque parezcan de naturaleza simple y romántica. Y este es el valor principal, para mí, de la trama. El amor acaba embrollándose y resulta doloroso y lastima el alma. Pero la historia deriva por esa senda en la que dos personas caminan hasta conocerse, compenetrarse, hasta mirarse a los ojos y verse tal cuales son. Bello argumentos, tétrico y de psicopatía, nada que ver con amores "fou", verdaderos o redenciones burguesas por el amor.

Los actores están correctos y al menos les han dado unos papeles serios. El villano Ángel de Miguel, la sirena Yara Puebla, el leal y un poco atolondrado Jaime LLorente y la muda Giulia Charm y que es un personaje tierno, algo esquivo y que camina entre la discapacidad y la esperanza. Espero que no acabe esta historia de love noir, en un indecente alcahueteo al estilo de "La Quinta" donde han guillotinado a dos actrices (Aída de la Cruz y Adriana Torrebejano) para abochornarnos cada tarde mientras tratan de casar a "Carmelo". ¡Qué vergüenza! Si algo tenía ESDPV era una calidad de guión que se ha esfumado pensando en una público facilón y nada exigente. ¡Sea bienvenida esta trama! La única con valor hoy en la tarde de lo que fue ESDPV.

En recuerdo de Paco Algora. Un actor que no tenía nada que ver con muchos vividores de la interpretación de hoy.