La Lonja del Puerto de Pasaia es un escándalo sin fondo. Sobre todo, protagonizado
por Rajoy, representante del gobierno y del PNV, corrupto partido que pactó con
el PP como deshacerse de la ex abogada del Estado: Macarena Olona. Resultaba
muy molesta porque pedía explicaciones sobre los casi ocho millones de euros
que costaba de más una Lonja que aún no se ha terminado y que en la actualidad se encuentra paralizada. Nadie, ni Ayuntamiento
de Pasaia, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, algún partido político vasco
o del Estado habló o mencionó sobre este escándalo que salpica al gobierno central
y al PNV.
Las obras comenzaron en el 2011 y debían haberse acabado en el 2014. ¡Ni
por esas! Tuvieron una demanda de plagio y debieron presentar de nuevo los planos. Hoy, se encuentra paralizada e investigada por posibles prácticas
delictivas, por un Juzgado de Instrucción de San Sebastián. Como telón de
fondo, la gestión nefasta del presidente de la Autoridad Portuaria Ricardo
Peña; no solo no concluyeron las obras, sino que dispararon su precio, de los
14,9 millones presupuestados a los 23 millones gastados y sin que se viera el
resultado concluido.
Hay dinero de los presupuestos generales del Estado, la obra está
ejecutada por la Autoridad Portuaria del Estado y gestionado todo por el
Gobierno Vasco y su partido omnipresente siempre: el PNV. Ni el presidente
Peña, ni el Gobierno Vasco o el Central controlaron nada de unas obras que
ahora tienen un sobrecoste de8 millones de euros. Todo huele a delito: retrasos
injustificados; dinero público gastado en procedimientos irregulares y un
destino dudoso y el sobrecoste que nadie explica. Presuntas irregularidades que
tienen un posible encaje en al menos seis tipos penales: prevaricación,
malversación de caudales públicos, falsedad en documento oficial y mercantil,
estafa, cohecho y exacciones ilegales en negociaciones prohibidas.
Pero todo ello que huele a corrupción de Estado de Partidos ha tenido
un desenlace hoy mismo para quedarnos con la boca abierta, que ya es difícil
cuando de supuestos ladrones y políticos españoles se trata. Si hubiera algo de
democracia en España y en la cuentista Euskadi, las acusaciones realizadas hoy por
Macarena Olona, ex abogada del Estado, harían temblar los cimientos de Rajoy,
Urkullu, de toda la patulea partitocrática del Ayuntamiento de Pasaia que ha
sido un cáncer para ese pobre pueblo guipuzkoano, y de la propia Diputación de Gipuzkoa
regentada por el PNV. Y el dinero no aparece.
Sólo una Euskadi anestesiada por las ínfulas nacionalistas y rehén el
gobierno central de sus pactos con ellos, puede no dar mayor importancia a que
falten ocho millones de euros a a casi nadie importe. Y que aparezca Nacarena Olona
y denuncie un pacto PP/Rajoy/PNV/Urkullu para mandarle a Alicante y
desembarazarse de ella, y que la prensa que ni lo recoja. ¿Qué viene sucediendo? Sólo por preocuparse del paradero de los ocho
millones, Rajoy y Urkullu quisieron enviarla su tierra de origen: Alicante.
Desde los servicios jurídicos de la
administración central en Euskadi a tierras alicantinas para estudiar la corrupción
en esos lares. ¡No eres alicantina, pues vete a estudiar la corrupción allí! Y
el 3 de mayo del año pasado, Rajoy y su amigote Urkullu, firmaron un pacto de
silencio; sin fotografía, el 3 de mayo del 2017 le hicieron un homenaje; la descabezaron
por investigar el paradero de los ocho millones; fue seleccionada por la
Fundación presidida por el notario Ignacio Gomá Lanzón por «su encomiable labor
en Defensa del Estado de Derecho en el País Vasco, y en especial, en la lucha
contra la corrupción en un ámbito tan opaco como los Puertos del Estado y la
enviaron nada menos que a la Secretaría General de Mercasa, tras pactar Rajoy
con Urkullu.
¡A menudo sitio fue a parar! Mercasa, cuya cúpula fue imputada por
sobornos para conseguir contratos y muy ligada a los González y al del Canal
Isabel II. Macarena fue ascendida al mes siguiente de la imputación de Mercasa,
mayo del 2017. Conecta todo con algo muy extendido en la nauseabunda política
española: obras públicas cuya finalidad de la mayoría de las empresas públicas
es que se forren un buen puñado de listillos (amigos y familiares y el partido
de turno). ¡Todo queda en casa!
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