jueves, 15 de agosto de 2013

AQUEL CUENTO MALDITO SOBRE MEGAN MONTANER

 Esto se escribió en noviembre del 2012. Con motivo de un cuento de navidad que pedía, en un foro sobre Megan, una amiga mía. Le dije que le escribía una narración,  pero que no concursaba para el premio.
No obstante se publicó sin gran exito, salvo en "Primeran.com" que lo leyeron 535 personas.  Incluso me llamaron pervertido y desgraciado; que buscaba el protagonismo con escritos que eran una basura y de locos; que cómo podía aspirar yo a Megan, que escribía de puta pena y que me fuera a freir gárgaras. Lo borré y nunca lo he publicado, salvo en el periódico de Iñaki Badiola. Me da corte. Lo tengo como algo que sé que molesta, que hiere porque es muy truculento y misterioso. Es un relato de viaje en el tiempo que te descoloca. Es una fantasía sobre algo que nunca se sabrá si es o no cierto. Me granjeó muchísmas enemistades, incluso aquí en Donosti, cuando se publicó y en el foro a nadie le gustó, salvo a su administradora. Hubo otra gente del periódico y de mi face a la que sí gustó y me dijeron que estaba muy bien escrito, tal que parecía cierto. Otros, que daba yuyu. Espero que no lo tireis  a la basura y que os guste. Sólo lo hice por complacer a mi amiga. Aporto dos fotos que no quise hacerlo en su momento porque...... bueno, ya lo comprendereis.....   Es que es muy enigmático todo. Está tal cual el borrador sin corrección, tal como me brotaba de los recuerdos. Ahora mismo me recorre un escalofrío. A veces no sé en qué época vivo.




LOS VIAJEROS DEL TIEMPO

¡Lo que le había buscado en el tiempo a Megan!. He visto sus ojos llorar cuando nos hemos dado cuenta que  no existimos, que estamos en cosmos totalmente diferentes y que nos desintegramos y así desaparecemos en el infinito.
Los viajes en el tiempo. Lo que voy a contar es un deseo de volver a América por Noël, porque recuerdo con bastante nitidez que ya hice un viaje con ella misma, con Megan, en unos días ya muy y muy lejanos a este  2012.
Hoy, una época menos romántica que aquella que nos tocó compartir en aquel barco llamado  “Mauretania”, unos tiempos cándidos y felices de eclosión vital ante la maravilla de la llegada del siglo XX. Nunca he olvidado aquel barco ni las experiencia que pasé en el mismo con ella. Aunque, hoy, cada día están más borrosas y casi dudo de que sucedieran. Una "cafetera" aquella sin comparación con los lujosos barcos que, en el momento presente, surcan océanos con más comodidades, slvencia y con más fuertes motores de empuje que aquel viejo “Maury”, como le llamábamos cariñosamente, que no giraba a 360º en segundos, pero que nos hacía latir la válvula mitral a revoluciones imparables.
Sabía que llegaría este día en el que, por medio de alguien o de algo, tendría que contar mi verdad sobre Megan. Sincerar de dónde proviene mi pasión por ella, nada enfermiza como dicen los maledicientes. Explicar de dónde salgo yo. Los que me conocen bien, siempre, han estado sospechosos de que oculto algo. Es momento de aclararlo.
La mayoría no tiene ni idea de mis sentimientos hacia Megan. No son patrimonio de la actualidad ante su fulgurante presencia en la televisión. Mi relación para con ella proviene de otra época remota y es que los amigos muertos nunca terminan de morir, reencontrándose siempre en la eternidad del tiempo. Los seres irreales somos así. Y también estamos predestinados a repetirnos.
¡No me lo podía creer!. Volví a ver a Megan al descubrirle en un papel protagonista de televisión, en “El secreto de Puente Viejo”, pero ya se me había presentado en 1904. Aparentemente, nada nos une, sólo periodismo y crítica televisiva. Más... viene de atrás. De ahí mi sorpresa cuando me encontraba una tarde en una cafetería de San Sebastián y la ví en un serial del que no conocía el nombre entonces: "El secreto de puente Viejo".
En aquellos finales del siglo XIX, ella se llamaba Alexandra y pertenecía a aquellas familias de la aristocracia aburguesada que, con muy buen gusto, habían tomado por asalto burgués a la montaña del Montjuïc, que llegó a convertirse en una paradisíaca atalaya de fincas veraniegas hasta que la construcción de un castillo y de aquel cementerio, acabaron por acentuar una condición de maldita.
Y parece que fue ayer cuando la vi por primera vez, erguida, con un tipo creado por ella misma. Se encontraba apoyada en la barandilla de madera que cercaba el lugar típico de diversión de entonces en el que me encontraba, el baile del “Gurugú”. De una estatura mediana, envuelta en una vestimenta muy simplificada de ornamentación. Ataviada con un traje sastre de dos piezas, se presentaba ante los ojos de cualquiera como una mujer fascinante. Morena, me embrujó desde el primer momento en el cual reparé en ella. Me miraba fijamente, casi desafiándome con unos ojos que rayaban el maravilloso brillo del escepticismo. Era desafiante  y emancipada y no le importaba tomar la iniciativa en seguirte con sus ojos.
Me pregunta Irisia para su "muro", y que lo escriba, sobre ¿cómo pasaría una Navidad con ella?. La Navidad del 2012 con Megan. ¡Un sueño!”. Y lo tengo claro: El rememorar aquel otro viaje en barco. En la actualidad, un viaje en el “Queen Mary 2”, desde Southampton a Nueva York, viviendo, en la semana de Navidad, el intenso ritmo neoyorquino en todo su esplendor. Experimentar junto a ella, como entonces, la llegada a Manhattan por el río Hudson y ver amanecer a través de los rascacielos. Disfrutando de esta panorámica, en una travesía de ensueño, con el ser más hipnótico que conocí entonces, en aquella Barcelona idílica de la anterior centuria.
Me encanta navegar y me apasionaría hacerlo, más en Navidad. Viajar con ese ser que tanto quise hace muchísimos años, en una cubierta de otro barco, en aquella otra ballena de terciopelo donde sus deseos eran órdenes para mí, reviviendo todo el glamour del pasado y sin que ella supiera quien era yo.
Un misterio que yo sé de donde proviene. Sentirla a mi lado en la cubierta de un barco y olerle cercana mientras nos miramos a los ojos y nos evadimos con la mirada en el abismo de un infinito que nos traslada por Nueva York.
Tantas cosas nos unen desde otro tiempo. Me produce mucha nostalgia rememorar todos aquellos sentimientos. Y me da miedo también porque, este escrito, es sólo un sueño que me seda el ansia de atrapar aquel tiempo que no es él nuestro ya.
Cuando surcábamos el Atlántico, en aquellos tiempos felices, poco nos importaban las cenas de gala y las copas del mejor champagne francés en la cubierta frente a un horizonte estrellado. Éramos el uno para el otro, nos mirábamos dejando discurriera el océano a veces embravecido u otras calmado. Ni todas las tentaciones de la tierra nos separaban. Todo el lujo y elegancia nos resbalaba. Éramos ella y yo. Lo demás era accesorio y ciego. Desde que conocí a Alexandra me di cuenta que nos crearon para encontrarnos. Cuando he conocido a Megan, sé que nunca la volveré a ver pero tal vez, la magia de la Navidad, sea la última oportunidad de poder recibir el regalo de oler su cabello entremezclado por los aromas salitroso de la mar rugiente que nos llevaba a las nuevas tierras. Los niños saben muy bien que, esta época del año, encierra un gran misterio. ¿Por qué no desear coger de nuevo en Southampton el emblemático y majestuoso “Queen Mary II”, para volver a la ciudad de Nueva York.
Recuperar aquellos días de 1908 cuando tomamos el “Maury”, hasta amarrarlo en el famoso muelle 54, soberbia confluencia terminal de la “Cunard Line”.
Mi Navidad favorita para este año en el que nos encontramos algo alicaídos. El arcano del destino reencontrando a Megan y el hechizo del trayecto sobre la mar. Son varios viajes. Alrededor de nosotros, desvelándonos en nuestra intimidad; el de la travesía, medido en horas de navegación y el de los lugares en los que recalamos, siempre intercambiando un beso profundo al llegar. Exprimiéndonos agitadamente y conmoviéndonos en miradas que perdonan todo, comparten empatía y desbordan de amor. Salpicados de instantes que ensanchan retinas, que nos segregan saliva para compartir, que nos hacen compenetrar las mandíbulas en algo inimaginable si no estás enamorado, que concluye en la más grande obra de arte y que se transforma en una experiencia que nos hace renacer de nuevo.
Me encanta la popa, tirando de romanticismo, para disfrutar con Megan una puesta de sol bajo el frescor húmedo de la brisa casi nocturna. Con una copa de champagne en la mano y una mirada a unos rasgos distinguidos, recortados por la hilera de espuma blanca que deja la mar, el momento sería y lo fue inolvidable.
Una deliciosa cena con “sushi” que nunca desentona o decepciona, un estímulo a los sentidos mientras surcamos los siete mares de camino al intenso ritmo de Nueva York que nos aguarda como si le debiéramos algo. Y las manos seguían entrelazadas. Y por la noche, ella resultaba más fulgurante que las estrellas infinitas del océano chocando, con destellante brillo, contra la cubierta del barco.
Llegando ya la víspera de la “nochebuena”, desayunamos a bordo mientras navegamos por el “Hudson”, saludamos emocionadamente a la estatua de La Libertad y llegamos al Puerto de Nueva York. Abandonamos esta ciudad en la mar y pisamos América entre temblores de piernas y besos con saliva.
Almorzamos en la “Grand Central Station”, protagonista después de infinitas películas, novelas e historias mil y nos reposamos entre las sabanas dulces de ese genuino glamour de Manhattan de “El Waldorf Astoria”. Show en Broadway, cena en la ciudad y amor de madrugada penetrándonos de sudor.
Visita a Harlem, misa Gospel y comida en el famosísimo“Tavern on the Green”. Sería feliz con ella, en estos días, entre los laberintos de extravagantes comedores, con filete de solomillo, redondo de cerdo, vidrios venecianos para los postres o sólo con su mirar. Sería dichoso entre paseos románticos en calesas, entre compras, cafés, museos, galerías de arte o comiendo un sándwich en cualquier “latino”.
Pasaría estos días en Limousine hasta el “River café”, al pie del puente de Brooklyn. Me vestiría, hasta con distinción, para estar junto a ella en las cenas de gala o me sentiría el más inalcanzable de los mortales, estando junto a Megan, oteando las vistas espectaculares hacia una ciudad romántica.
Pero, todo llega, la ilusión viaja por Internet. Últimas compras y despedida de este espectáculo de ciudad vertical. Almuerzo en “Brasserie 8 y medio”. Y, como en los cuentos, como pasó entonces, en 1912, nunca más supimos el uno del otro.
He viajado mucho en el tiempo y nunca he olvidado a Megan ni a aquel embeleso del viaje que hicimos hacia tierras de promisión. Como tampoco he olvidado los sentimientos que tuve hacia ella y que albergamos los dos. No se ha desvanecido el cómo me descubría mientras me seducía sin piedad. Ni jamás dejaré de sentir el dolor por perderla en tan extraña desaparición. Ahora comprendo que, sin darme cuenta, aquellas miradas suyas tenían mucho de compasión porque sabía que nunca más atravesaríamos el río Hudson. No me preguntéis por qué lo sabía

6 comentarios:

  1. Maravilloso Jose Ignacio que bonito que misterio tienes tu Megan nooo si ya me imagino Un besote y sigue así. Luego lo lere otra vez mas

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  2. esa es megan en otra vida joderrrr no te creo oye y tu eres el de abajo con esa acariya de bueniyo ...jiiiiiiique guapo estabas entonces si pareces bueno con las cositas que sueltas. Es que casi lloro leyendolo esto. Pero si tu estas enamorao de una de puente viejo que dice una en un foro jiiiiii. Yo que me tengo la carne de gayina blanca. Ufffffffff Pero es verdad o no? porque como lo dices eres genial iñaki

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  3. Que relato mas precioso, es como un dejabu de vivir en otra vida y recordar esa vida pasada con el presente, bueno me parecio a mi que creo en vidas pasadas. Me transporte en el tiempo, es maravilloso, es un amor de muchas vidas y no importa como siempre se encuentran aunque sea con una mirada. Te felicito escribes tan bonito, aqui tienes una admiradora.

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  4. Yo tambien te felicito Iñaki. Es una maravilla este relato. Lo mas bonito que he leido en mi vida.Volver al pasado y saber que en el futuro nos esperamos con los que queremos. Como escribes me tienes rendida a ti. Y sabes que me creo lo que has contado y que no es una invencion porque tu escribes sobre El secreto y siempre me ha parecido que ya conoces a todos desde hace muchos años.Sabes que eran ya actores en otro epoca y tu les viste. Me tienes muy intrigada.No se eres un tio guapo guapo . Una admiradora tambien

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  5. No lo he leido sino a la mitad y no lo aguanto. Pero si tu no eresde megan ya y no entiendo para que escribes esto como si te irias de viaje con ella en el queen mary. Ahorita con quien tienes que hacer el viaje es con carlota que se nota y mucho.Menudas plantas y flores le pones sin venir a cuento porque no vale gran cosa lo que hace y tu con la lata todos los dias de que es la mejor, la mejor de que'?' No la vas a comparar con chopito y con la paca. No te voy a leer mas y ademas eres un traidor a megan que hablaste mal de ella en el gran hotel y no te lo perdono y no te voy a leer para que sea todos los dias carlota para comer y cenar.Y me parece muy mal que nunca digas nada de emilia y de alfonso y que hables biem de ese niñato de javier abad.

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  6. Muchas gracias por vuestras opiniones. La verdad es que, cuando se publicó, me dí cuenta de que molestó, no sé por qué. Lo que criticas Serena es poco para lo que me dijeron entonces.Te agradezco también y mucho tu opinión. También en privados me han hecho comentarios sobre un poco lo enrevesado del ayer y del hoy que se funden. Bueno, es que está sin corregir, tal como me salió. Esta es la versión original, no la que se publicó en "Primeran.com". Pero es que toda esta historia del "deja vu" suele ser así, brumosa y compleja.Disculpad que sobre dimes y diretes de foros y asuntos personales no conteste. Sí que no soy ningún adulador y en mis halagos va el por qué de los mismos.Muchísimas gracias!

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