martes, 30 de junio de 2015

EL AMOR ES ALGO GRANDIOSO / LA ÚLTIMA BALA


ACTORES DE LA TARDE:

ALEJANDRO ALBARRACÍN Y LUCÍA MARTÍN.

CON: ANABEL ALONSO, ÓSCAR LADOIRE, PALOMA PASO JARDIEL, NATALIA RODRÍGUEZ E ITZIAR MIRANDA


Un capitulazo, con ese final teatralizado de la aparente muerte de un policía en un acto de terrorismo, en plena Plaza de los Frutos, vacía porque España estaba pendiente de aquellos niños de la OJE que fueron a Roma para despedir al papa Pablo VI, el primer Papa viajero que subió a un avión y viajó a Tierra Santa. Un serial que cada día es más apasionante y se le coge el gusto escribir sobre el mismo, que va a contar pronto nada menos que con Doña Lola Herrera como amor de "Pelayo". Lola, a quien conjuntamente con Mario Pardo, Víctor Valverde, Gemma Cuervo y más, por cierto entrevistamos en Igeldo, en una Edición del Festival, en una presentación de AISGE con globo incluido. Así que aquí estaremos para relatar sobre una serie que en absoluto decae, que cada día te atrapa más y no mueves las pestañas mientras la sigues. Una serie con actores nada endiosados y que se dedican a crear un buen producto.




Enorme beso perturbador que mueve todos los falsos cimientos del amor a Dios con los que la secta de la monja quería para manipular a una inocente adolescente y así crear una congregación de súbditas al señor y al convento para mayor gloria y sadismo de la camarilla con hábito. Un silencio, unos trémulos labios y otro beso aún más ardiente. Unos rincones de pasión y amor que estaban escondidos tras la estratagema del amor al Señor, una falacia y un absurdo, un espejismo y una canallada para con una adolescente.
Me ha recordado al cine de Michael Heneke donde la obnubilación del deseo se viene abajo; se responde desde la persona ante el estímulo gratificante de las lenguas y las salivas enroscadas y compartidas, recuperando el entendimiento y la capacidad de razonar y el sentir en tus partes íntimas. Toda esa apariencia de seguridad en la "Llamada" de Dios, esa indefinición sobra la vocación de una monja, se viene abajo con lo más grande que puede suceder al ser humano, el gran misterio de la vida, lo que sienten dos personas cuando se aman, se desean y se besan. Y es que Dios existe porque existe el beso, mayor prueba no hay sobre el hombre que trasciende lo epidérmico y se transforma en un ser espiritual que se ama y goza.


Los dos actores han estado brindando algo que en los 60 hubiera sido censurado en la pantalla y que sin embargo está hecho desde el 2015, como una parte de celuloide que se ve pasado el tiempo, añadido a la banda del celuloide y que se cortó en su tiempo.
Secuencia que ha tenido dos preámbulos; la de las dos hermanas y su madre posteriormente en  la habitación, en la dialéctica planteada, cuando "María"  se refería a las tentaciones de Jesús en el desierto, hemos visto al mejor Nicholas Ray de su gran "Rey de Reyes", donde se debatía aquella fe de aquel hombre entre la contemplación y la practicidad. Y la de la monja criticando lo inservible de la publicidad para comprar objetos innecesarios y algo que en su intolerancia y dogmatismo está por encima de todo: es la superioridad moral y el considerar a todo aquello que no sea amor a Dios, como ateismo recalcitrante al que hay que odiar y combatir. Sólo existen vocaciones y caminos del Señor. Lo demás es desechado, anatematizado, condenado y debe ser perseguido, despreciado y llevado a la hoguera. Ha sido enormemente significativo la altanería de una monja que desprecia impíamente a todo aquello que sirve para honrar al cuerpo, con lo que honradamente se ganan la vida los demás, menospreciándolo en aras de altares más sublimes. Maldad y secta, eso es lo que se ha traducido.
Enorme plasmación de aquel poder femenino que tenían las monjas (o curas en el otro sexo), representado en el papel de "Sor Teresa" una acertada y severa Paloma Paso Jardiel (por cierto, yo estudié con su padre periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, es nieta además de Jardiel Poncela; recordando esta tarde cuando su padre y yo tuvimos el examen de ingreso y nos tocó al lado, en aquella escuela de Capitán Haya y me decía que yo tenía mucho futuro). "Sor Teresa", déspota y soberbia, una gran monja terrorista de mentes candorosas a la que enfocamos en la crítica hoy desde el debate moderno y que ya comenzaba a asomar en aquella generación de contestatarios sobre los valores conservadores de una época, con esa visión audaz y más desatada de aquellos grandes jóvenes que no creían en la religión para nada, otro engañabobos más; hijos de otra mentalidad porque la vida era mucho menos penuriosa económicamente, empezaban a viajar y sabían que la vida era laica y aconfesional como único motor de progreso.
Secuencia que tiene el empuje intelectual, el espíritu crítico y la erudición de Diderot. Enorme. Y Paloma, a quien saludo porque yo apreciaba mucho a su padre que siempre me apreció y me lo demostró, interpreta con sinuosa maldad acariciadora ese lado oscuro del destino forzado, esa aterradora supervivencia metida en ese hábito que asesina toda inocencia y pueril existencia de inocentes. Y ha sido impresionante además de muy comercial ese beso porque, aparte de dar gusto contemplar besarse a la gente, atraviesa el personaje adolescente un mar de confusiones y un océano de emociones diferentes y buscadas, conmocionado toda una fatua vocación religiosa impuesta por la frialdad y sequedad de las formas inventadas a tal fin, extenuante y opresiva, para pasar a esa guerra animal que es el amor y su fuego. Ahí se acaba la fe en ponerse una hábito. Un beso de una frescura perceptiva y un suspiro y un alivio porque la vida es amor con tu pareja a la que amas.




Secuencia de John Ford sin duda alguna. El paso de la vida que se puede truncar en cualquier momento, donde todo es tan relativo y te puede llevar esa última bala del día que te toca imprevistamente. Donde la emoción y el apego a esta vida provisional es insoslayable. Es, como en el mejor Ford y que creó escuela, el amor entre hombres y mujeres unidos bajo la sombra de una muerte que puede venir inesperadamente, que se alarga sobre ellos, que toca sus fibras sensibles, y Anabel y Óscar han estado sublimes mostrando esa redención por el amor que es lo que queda porque, lo demás , se puede venir abajo en un instante. Fascinante momento enmarcado en el costumbrismo castizo de Madrid y la mentalidad tan poco convencional de aquella España. La sencillez de lo genial. Me está encantando el serial.










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