lunes, 29 de junio de 2015

LOS HIJOS REBELDES


ACTRICES DE LA TARDE:

ANDREA DURO Y NURIA GAGO

CON: MIRIAM MONTILLA, ÁLEX MARTÍNEZ, LUIS BERMEJO, MANUEL BAQUEIRO, FERNANDO VAQUERO, JOSÉ ANTONIO SAYAGUÉS, JUANJO ARTERO Y ÓSCAR LADOIRE.


Trepidante capítulo donde hemos tenido una amplia variedad de estilos de cine, a cada cual más interesante aunque destaco a estas dos actrices: Andrea y Nuria porque son las protagonistas con mérito de dos importantes tramas. Los hijos nuevos ricos y la mujer apaleada a la que unas leyes incomprensible desde hoy, pero asumidas con resignación en los inicios de los 60, obligaban a vivir en cautividad, una semejanza la vuelta a casa como la de "El coleccionista" al estilo de Wyler (un psicópata de verdad loco por coleccionar a su mujer como un trofeo y una obsesión de mantenerla como sea bajo su techo), más carpetovetónico, pero un secuestro similar aunque amparado por las leyes del aparato franquista. Con un Fernando Vaquero grande, de rostro cínicamente pétreo, de gesto perturbado, encarnando a la perfección el de un psicópata que por lo que hemos visto después en el cine no tiene nada que envidiar a Norman Bates o casi ya a Hannibal Lecter.



Patética despedida de su familia hacia "Clara" que queda en casa de su maníaco marido. Con ese poso del filme de William Willer en el que, ella, deberá aprender a valorar y apreciar a semejante sádico en su nueva e increíble faceta (la iniciativa de prepararle algo para tomar cuando ella llega a casa, es muy revelador). Momento importante para los que nos sentimos muy atraídos por la psicología humana, en concreto por la fuerza que la mujer pone al despedirse de los suyos y quedarse con el psicópata amparado por las leyes de un país fascista.



Aunque la secuencia, para mí, más perfectamente construida ha sido la de esa pelea familiar donde Andrea Duro ha estado impresionante. Ella es una persona de carácter que no le viene mal para interpretar momentos como este. Se pueden extraer muchas lecciones morales de secuencias como esta, la que yo titulo como "Los hijos rebeldes" mientras vemos un espectáculo popular y doméstico, correctísimo, domiciliado en y una casa de padres humildes y trabajadores, que se aman y tienen derecho a ello ya que nada se lo impide, con unos hijos que les abroncan en un puro y excelso momento de neorrealismo puro y cinematográfico. Un excelente momento que sirve para decepcionarnos de estos hijos que son los padres, después, de la generación "nini", exhibiéndonos sus egoísmos y pecados, sus intolerancias y mala saña con quien debían tener más respeto; un momento que nos hace sentir lo que es la desesperanza de los hijos que quieren sobrepasar a sus padres, imponiendoles una hoja de ruta en su comportamiento, una moralidad  asfixiante y creyéndose con cualidades morales superiores para corregirlos y obligándoles a reprimirse y reconducirse.




Emotiva, melodramática y neorrealista secuencia. Una exposición sobre un fenómeno diacrónico y universal que se ha dado en el correr del tiempo en muchas sociedades paternalistas. El drama existencial de unos buenos padres chantajeados por unos hijos egoístas e intolerantes que no encuentran su hueco en la sociedad ni están conformes  con ellos mismos y las pagan con sus honestos padres. Y también el recelo de unos caprichosos que se muestran, en esta secuencia que tiene ribetes de cine satírico, de modo en parte inadaptado, de querer salirse con la suya, de abusar de la humildad de unos bellísimos padres, que componen un momento de gtran trasfondo crítico.



Pero el gran mérito de esta secuencia es que, al margen de sus valores neorrealistas, tiene una incalculable poso de tristeza existencial y una aroma moderno que parece se ha rodado en la gran "Nouvelle Vague" francesa, con un inapreciable valor sociológico por cuanto se produce ya una ruptura con la patria de Franco y sus hijos sometidos por los cinturones, tortazos, amenazas (analogía que marcaba de lo que era la autoridad paterna en aquella época) y donde los hijos, en este despertar económico de la época que plantea el capítulo,  ya no tenían ese miedo a la libertad ni a sus propios padres a quienes comenzaban a tratar con superioridad impositiva y con desgarbado soberbia. Los padres ya no eran incultos y atrabiliarios sino democráticos y soñadores; los hijos se subieron a la chepa.




Una secuencia maravillosa en todos los planos, técnico e interpretativo; este choque entre padres e hijos (algo a la orden del día) en la época de la tecnocrácia y del OPUS, que comenzaba a manifestarse en rebeldía contra unos padres melancólicos y abstraídos; unos hijos que ni se retractan en el caso de ella, ni se retraen, ni le dejan de cantar las cuarenta en bastos a sus ensoñados padres, ni se acobardan ni se callan, humillando a unos acobardados padres. A destacar ese personaje que interpreta Andrea/"Lucía" que saca pecho, mira furiosa, da gritos a su madre, hará lo que le venga en gana, creando una situación tan tensa y traumática. Y un "Américo" que recapacita y se da cuenta de sus errores y de su procedencia, que tiene ese punto de comprensión hacia su padre, que comprende que con malos modos e intolerancia no se consigue nada. Una gran secuencia muy vanguardista que aunque habla de otro tiempo, tiene un valor más actual y realista que lo que podía parecer.








Excelente factura la del atraco al "Café Reyes" que posee una sugestiva ambientación norteamericana en la planificación y ejecución de ese asalto, algo meritorio ya que está rodada entre nosotros. En una España que como se contaba en aquel filme que vimos en el 2012 en el Festival donostiarra, "Atraco", de Eduard Cortés, en la que no se cometían atracos; un acercamiento fantástico a aquella era dorada del franquismo donde, como casi en Los Ángeles, las mafias y hasta algún policía se disputaban todo tipo de botines. Un cine noir tan castizo como de raíces foráneas. Me ha gustado mucho.


Con dos pesos pesados en plena exhibición: Óscar y Juanjo. Un comisario con un interrogatorio de gran fuerza y convicción y con una atmósfera claustrofóbica logradísima en la pensión. Y un Juanjo Artero, rotundo, lacónico, frío, seco y espléndido, en medio de esa elegante atmósfera tapadera, lujosa y confortable. Un hombre cauteloso, realista que se enfrenta interrogando al delincuente "Dante" por aprecio hacia una mujer.


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