PAULA CANCIO, ARIADNA GAYA Y RUBÉN SERRANO
Antes de nada decir que me he puesto en contacto con la representación de Paula Cancio para pedir una entrevista. Es de estas actrices que me apasionan, que muchas veces he tenido la oportunidad de entrevistar en el Festival donostiarra y en "Los Goya". Que son como las de antes, serenas, bellas y sugestivas. Que derrumban mentes puritanas desde la naturalidad más pasmosa. Que destacan por su elegancia y saber estar. Cuya llaneza es espectacularidad. Respetuosas y nada temperamentales, de apatía radiante. Vampiresas disfrazadas de mujeres esotéricas y que te atrapan sin darte cuenta. Son como Romy, sombras de nuestros deseos más íntimos. Casi herederas de los rostros bellos del cine mudo de Charlie Chaplin. Señoras inocentes en apariencia y perversas en su otra cara nunca visible. Que aman, sufren, no las descifras nunca y seducen, maravillosas actrices, que un día dejan una inocencia natural y se hacen brillantes "femme fatale" para atrapar desventurados. Mujeres con una puerta en su vida como esa habitación que nunca se abre en una mansión victoriana.
Un trío y dos amores para "Conrado". Todos estos momentos de la tarde han sido lo más destacado del capítulo. Donde los actores nos han metido en la piel de los personajes, en la intriga pasada de cómo se debe resolver esta noticia, encauzando una relación con un hombre que, como dice "Aurora" muy graciosamente, puede ocultar ser agente secreto de Marruecos en PV.
Una historia de amor que recibe una cierta complicación, que se hace más difícil de llevar, incluso de creer pero que da cierta viveza a una relación, como tantas otras truncadas por unos guiones muy simplones que los salvan los actorazos de cuando patinan y se cargan la continuidad exitosas relaciones de amores que se aman, sufren, viven, se pelean. Y gracias también a Pablo Guerrero, que es muy bueno, que con aparente y maravillosa sencillez se adentra cuando el guión lo permite, experimentando magistralmente de "motu proprio" en las complejidades del querer, ofreciendo planos conmovedores.
Aunque nadie nos garantiza que "David" sea hijo de "Conrado", él se lo cree y el niño se sonríe maliciosamente en muchos instantes. Todos estos momentos me recuerdan al director Robert Guédiguian, que es asiduo al Festival de San Sebastián, donde la historias de amor se complican en triángulos y con un estilo naturalista muestran historias de amor imposibles con trampas por el camino, que sorprenden, atrapan, duelen, emocionan e intrigan, donde nada es lo que parece.
Cine francés de los 2.000. Asuntos sentimentales, prácticos en la toma de decisiones y vitales. Donde asoman hermosos sentimientos muy púdicos y taimados de culpa, renuncia, sacrificio, tristeza y mentira solapada aunque parezca muy creíble. Momentos de ángulos solitarios en una relación, muy francesa por cierto, sin solución posible, donde alguien sufre mientras te hace pensar y te imbuye de un cierto sentido tierno y melancólico del amor. Historias de amores tristes, con niño, sin solución que pueden acabar en tragedia, que buscan encuentros difíciles de combinar y mezcla de verdad y mentira. Gentes que se quieren pintadas con mucho amor y admiración de perfil hermoso que hace fallecer de tanto conflicto a personas que no están locas. ¡Me encantan estas historias!.
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