El pasado día por la tormenta me perdí algunos planos de lo que sucede en las flagelaciones fúnebres del cementerio. Hoy he comprendido hasta que grados de calidad lleva toda la secuencia, plano a plano meticuloso y cada cual más desamparado y lúgubre. En perfecta simetría los personajes dentro de un tono coral unitario donde destacan todos. Como resumen, parecía que de verdad existió “Tristán” en algún lugar del tiempo; que “Candela” era su atribulada esposa; que sus hijos, “Aurora” y “Martín” echaban tanto de menos a su padre y que, todos, en esa impresionante secuencia coral, soportaban la irracionalidad de un vacío inconmensurable. Que el pueblo tomo vida y que esta magnífica serie, estuvo allí, una tarde, cuando asomó la tragedia desde la cuarta dimensión radioeléctrica.
Leí que Aída ha paso un fin de semana entre familia y disfrutando de las mieles del éxito bien trabajado, de lo que le quiere la gente, Es que parece de verdad que se le ha muerto “Tristán”.
Una secuencia que trascendía la fosforescencia de lo que, del cadáver, queda entre sus familiares y convecinos. Con una magistral Ariadna que retoma lo que tanto necesita en estos momentos, llevar la iniciativa y hacer frente con arrojo al nuevo tiempo de soledades. Con una de la mejores Aída que llevo contemplada en PV. La secuencia tristísima en la que, pareciendo haber perdido algo la razón, desea volver a su casa y seguir cocinando el pan, es antológica. Me ha dado muchísima lástima. Ella es la señora del “Jaral”. Ha revestido ese momento un exotismo, una ternura, una honestidad, secuencia de un expresionismo absoluto enfocado ante una situación real, sobriamente cromática y de gran contraste desgarrador.
Y hay una lección muy importante entre este elenco interpretativo que creo que PV está lanzando a los cuatro vientos, en estos últimos capítulos, como quien no quiere la cosa, tal cual que el amor no es material para nada, sino una causa del espíritu. Es absolutamente de libro de texto, este y otros recientes capítulos, a enseñar como adversidad de la vida, como lección de humildad, como desenlace corrupto de lo que parecía inmortal, de condición existencial, mostrar todo este funeral dolido y no asumido. Son momentos preciosos e imprescindibles para trascender más allá de la cara bonita de la vida en palmitas. Me ha causado incluso un dolor como hacía tiempo no me ocurría. Porque ha sido todo tan exquisito y tan terrorífico, mostrado con una sensibilidad que no cae en la sensiblería.
Secuencia entrañable, imprescindible de ver.
Por no hablar de la esperada llegada de esa actriz con multitud de registros, absolutamente expresiva, y chica muy educada y con clase en su vida personal, que es Victoria Camps/”Jacinta”. Reverencial y vengativa, enamorada hasta los refajos como grandiosa psicópata que es, que ha acentuado la vertiente paranoica al jurar ante la tumba de su padre / amante venganza contra todos. Me hace mucha ilusión reencontrarme con una “Jacinta” que vomita en una ácida promesa de desquite nada tierno, que sigue buscando aquello del poeta Panero: “Me amarás cuando estés muerto”, de un monstruito violento y desesperado. Y sigo agradeciendo a Victoria que, cuando comencé con este blogger, me animó y agradeció el escribir sobre PV.
“Fernando” es un hijo de puta sin remedio. Cada día me asombra más este Carlos Serrano. No es grato hacer de mal nacido. Y tampoco fácil. Su presencia me evoca a los psicothriller británicos de la “Hammer” de la mano de Jimmy Sangster. Laberintos de crueldad inenarrable en una historia de ambiciones, traiciones, monstruos deformados por su patología o enfermedad, ambiciosos y criminales. Tiene mucho de todo ello y de aquel cine británico en colores pastosos. sin alma, de metal su retorcida mente malparida. Siempre con aquella presentación de un sentido malsano de la atmósfera, como en “La Casona”, con personajes lisiados que transmitían desazón y locura. Y con mujeres magnéticas y victimas, como Loreto/”María”. He recordado esta tarde un film “El sabor del miedo”, de Seth Holt, que vi en el cine “Bellas Artes” de San Sebastián. Teatro y Cine heredero del Gaumont de París, único en Europa, que hemos salvado de que unos avarientos munícipes donostiarras que hicieron todo lo posible y más para derruirlo. En este filme Susan Strasberg representa el papel de “Fernando”, una cervatilla desvalida que acapara mucho interés por sus enormes ojazos, pero de cuidado.
La presencia catatónica de “Francisca” es de antología. Está tan quietecita que no nos lo podemos creer. ¡Oiga usted!. Incluso está más joven, sentadita sin decir ni muy pasando de todo sin caer en ella misma. Un universo freak de absoluta hilaridad y regocijo chocolatinero, donde ahonda en el humor negrísimo poniendo en la diana a una pobre mujer, mala hasta el refajo y volada hasta la “chola”. Se ha quedado alelada y difusa. Ajilipoyada y sin saber la hora en la que vive. Transpuesta y transida y en telele dormidera.
Buen capítulo donde sigue oliendo a incienso y a uniforme de gala entre la pobrecitas gentes de PV que tanto quiero.
Quiero participar en este pequeño homenaje que les venimos haciendo a estos actores y actrices que son más famosos que muchos más reputados porque están haciendo algo que será leyenda en la TV. Este tributo a esta su interpretación que nos ha acelerado el pulso, obligado a hacer acopio de Kleenex, confirmado que se puede hacer muy buena televisión cuando se es honesto, cuando se cuenta con absoluta naturalidad que las desgracias y los amores, la vida y la muerte caminan del brazo, hacia el camposanto de cualquier aldea o ciudad.
Esta secuencia dolorosa es de Premio Oscar. Explota hasta extremos inconcebibles la brutalidad de ver desaparecer a los seres humanos sin explicación alguna y el dolor de saber que, jamás, en los confines del universo y del tiempo, volverás a ver a quien compartió la vida contigo.
Que epoca y que recuerdos Como te queremos muchas José Ignacio. Sin ti ya no es lo mismo
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