LA TRAGEDIA DE UN HOMBRE MADURO

Precioso y durísimo capítulo el de hoy. La tragedia de una mujer que antepuso la calidad de su amor al hombre de su vida, "María", antes que rendirse a una viciada sociedad de apariencia en el rigor y puterio en su laxitud. El drama de un enamorado que no sabe decir lo que ama a "Rita" sino en la distancia epistolar. La tragedia de un "Quasimodo" enamorado de "Esmeralda". La tragedia de "Conrado", hombre maduro que quiere escapar cuanto antes de su gran amor, utilizando métodos fraudulentamente perversos para desengañarla, con mucho teatro que conlleva un desgarro dolorosísimo en las entrañas de "Aurora". Si alguien me pregunta sobre el por qué me gusta PV, que vean el capítulo de hoy.

Es que hay que huir de estas relaciones entre gentes de muy diferente edad. Ya lo dijo, en otro sentido, Joseph Losey en uno de los mejores filmes que he visto en mi vida: "El mensajero".

Es que el cine italiano de los 50 y 60, de los grandes maestros, no ha parado de parodiar las relaciones entre jóvencitas y señores maduros, en chirigota eso sí, tras la sátira de una edad que quiere alcanzar lo que ya la naturaleza fosilizada no puede entregar. Se sufre mucho por ambos lados y es preciso, de cometer el error de enamorarse, cortar aunque sea tan doloroso como introducirle  a una persona el garrote poco a poco o quemarla al fuego lento, pero ello antes que continuar.

Hoy ha demostrado de nuevo Ariadna la actriz que lleva dentro. "Conrado", como todo maduro, por la edad,  ha perdido el control de las pulsiones enamoradizas y sexuales ante una adolescente, de hecho no es capaz de comprender el amor que le tiene ella, sólo está enturbiado por el mal que le puede hacer de continuar por el camino que parte de aquel beso en aquel chamizo desvencijado. Ha perdido todas las claves que le permiten deambular por un amor y una pasión con una de las chicas mejores del pueblo. Que le ama y muchísimo. Pero hay amores que es preciso dinamitar hasta con la pólvora que tiene guardada en casa. De nuevo cambia de registro, se hace huraño, teatraliza unos cuernos después de una chocolatada, se hace daño a él mismo, se lastima la mano aporreando un muro más duro que su cabezota y ve partir  a su amor con el gaznate agarrotado y el corazón roto. !La ama tanto!. La echa de su vida con un despecho que causa un dolor indescriptible, y la soledad de los dos, en ese momento, es absoluta, son los seres más desgraciados de PV. No hay nada peor que la cirrosis del desengaño de amor. Como le cantaba Brigitte Bardot a un Lino Ventura, que me recuerda mucho a Ruben Serrano, en "El bulevar del ron": "La pasión de amor dura un instante, la pena de amor... dura toda la vida".

La analítica no vale para comprender las claves de estos amores bellos, intempestivos e irrefrenables. Porque son gentes de otros mundos que se juntan, que aprenden a amarse no se sabe cómo ni por qué, que acaban despreciándose aparentemente y exiliándose pero, como ocurría con aquellos que atravesaban la frontera con Francia en la guerra y oteaban desde Hendaie como era bombardeada Hondarribia, los enamorados siempre mirándose con desgarro y emoción sin límites, desde el otro lado de esa frontera infranqueable de amor que ha habido que dejar apartado, porque no quieres seguir haciendo daño a esa otra persona. Capítulo existencialmente hermoso e hipocondríaco. !Maravilloso!.

"Conrado" es un maduro que aporta una belleza opaca pero que atrae en su pulpa infranqueable.  Es un hombre deslumbrante pero casi sin alma para compartir. Se siente patético queriendo a la chiquilla. Se desprecia porque es un cobarde. Se teme porque está loco por amor. Se siente ridículo porque es un hombre maduro y podrido. Y se inventa lo del beso al farol y ..... a sufrir los dos.

"Conrado" se gana sus propias reprimendas allá en la huida hacia otro mundo propio que no existe porque las historias de amor son eso, de amor,  se van convirtiendo en auténticas sin que nadie las pueda parar al tiempo que van impregnado en los dos, la huella de la pasión y del cuerpo compartido.

Bella Loreto esta tarde en su entrada esa convento de compra y venta de chicas forzadas para mayor botín de la congregación y del clero. Un convento bajo el volcán de la "Montenegro" cuyas escarpias arañan a la madre superiora, en jerarquía inferior a la cacique. Excelente presencia que nos dará que hablar de Marí Carmen Sánchez, la carismática "Candelaria", en "El tiempo entre costuras", y la presentación de esa flor, "Celia" la preciosa e inmaculada monjita, la galleguiña y dulce Mariña Sampedro, la de "Sinbad", inocente a marchitar en un cruel convento, sádico y pesetero, sórdido y ávido, donde realmente Dios está ausente de toda la vida. 

Los primeros planos de la entrada al convento y el recorrer del patio cuadrangular del claustro, me han recordado a momentos del filme coral "El rey pasmado", de Imanol Uribe. Por cierto, donde Mario Martín hace de "Archivero".

Cruel lugar donde anida la bestia de una religión antropófaga. Cómo me ha recordado este inicio del periplo por el cautiverio en el convento a Diderot y a ese filme maravilloso del iconoclasta que me encanta, Jacques Rivette, "La religiosa", con una admirable Liselotte Pulver de Superiora, y con una "Suzanne", Anna Karina reflejada en una parte, en "María", y sobre todo en "Celia", capeando a la jerarquía eclesiástica de la madre superiora, luchando siempre denodadamente para alcanzar la libertad. De hecho, "Suzanne", era entregada al convento con pocos años aunque no era decisión vocacional de ella. Diderot puro, la Ilustración y la apasionante nueva savia de la vida del siglo XVIII. tenemos cultura asegurada y retrato de fanatismo religioso asegurado. Turbio convento desde un punto de férrea disciplina sadomasoquista. Interesantísimo.

Insidiosa y cruda madre abadesa, gran actriz, Mari Carmen Sánchez, baluarte para que no se quiebren las enterezas y decaiga la fe y el fanatismo sea el cauce para doblegar la razón, una actriz que deberá interpretar a la monja que no permite que se quiebre la entereza en las promesas de las novicias a Dios o que se alejen de ella, como "María", de los paraísos de probidad y devoción más profundas. Coercitividad, resentimiento en la vieja monja, mala leche desde por el alba, delirios místicos y esa infernal locura del convento que se huele donde la Luz Divina aún no estaba inventada.

Este señor, Eduard Alejandre, sí que está divino. Los dos, Jorge Pobes y él. Me comentó Jorge en la entrevista, que hubo un gran feeling entre los dos, mucho, se nota además. Es como me ocurrió a mí con Jorge, empaticé enseguida con este chico. "Doroteo" soñando con la fruta del vergel más sabroso que uno pueda probar, el amor platónico hacia "Rita", encendido a través de una narración epistolar y que le quema de gozo el alma como refleja este fotograma de hoy. Su cara deviene delicuescente. Los muy feos y deformes que también son seres humanos y que tienen sentimientos y anhelos de amor. Temblor existencial ante delicadas conmociones que produce ensoñarnos con una chica perfecta que, sin conocerla, sólo con imaginárnosla a nuestro lado, nos deja una huella mágica y nos hace los eres mas felices de la creación. Es el amor en cualquier formato.

Sólo una vez he visto en el cine con gran lucidez y emoción reivindicativa lo que es capaz de hacer un ser deforme por amor. Lo hizo el grandioso Charles Laugthon, en "Esmeralda la zíngara", saltar con una cuerda desde un andamio de la Iglesia de Nuestra Señora de París, hacia el cadalso situado en la plaza donde iban a a justiciar a la mujer que amaba, y ascenderla a la Iglesia, para así  acogerla al "Santuario" o derecho de asilo eclesial, en medio de un cachondeo integral hacia unos verdugos estupefactos y otras autoridades burladas. Con la exiliada bajo amparo de la Iglesia, sostenida en el aire por Quasimodo" desde una torre de la iglesia, dentro ya del reciento foradol. Pues esta tarde me ha emocionado mucho Eduard.

 La herida secreta de los feos, su agudo sentido del ridículo, su gran fealdad, como Cyrano que ayuda a otro a escribir sus apasionadas cartas que son de él pero van hacia una amada que desea a ese otro.

El canto al amor que se pierde, casi imposible Una oda imperial al romanticismo de los dos protagonistas, "Anibal" y "Doroteo", al talento que nos hace enfrentarnos a la vida e infunde valor, a la imaginación, al ensueño, al ser bueno que llevamos dentro cada uno, a los que aman con el corazón, con sentimientos verdaderos. Sobre todo esa reprobación de los que piensan que, por su aspecto físico, no van a conquistar a la chica que se la lleva siempre el más guaperas. Emocionan estos dos, el arte de la seducción a través de la literatura, de palabras y magia, de poesía en prosa sólo hecha de emociones perdidas y con faltas de ortografía. Muchos de los que escribimos y hacemos radio somos así, como "Cyrano", como "Doroteo", escondidos en un teatro que nos transporta a nosotros y a nuestros escritos al centro de un amor secreto que anidamos y por el que no damos la cara para no descubrirlo. Cuando lo que importa es el interior y la intensidad y no la cara que tengamos o la negrura que arrastremos. Somos más que una sombra. Y lo digo también por los locutores de radio que estamos comodísimos en el anonimato.

La familia y...uno más pronto. Hoy una mujer haciendo de madre y un cómico genial expresivo.

Dedicado a Sonia que me está ayudando mucho.

Escenas de "Esmeralda la zíngara". Charles Laugthon rescatando a Esmeralda, Maureen O´Hara
En mi facebook tenéis la secuencia íntegra. Un momento es este filme de William Dieterle, de entre los 20 mejores de la historia del cine.