No sé si es porque me ha
dejado el cuerpo melancólico, la entrevista con Don Mario Zorrilla esta mañana,
donde había tanto de subsistencia planetaria y de ternura no fingida en ese ser
que se marca como fin, el ser feliz, que me siento triste después de ver este
capítulo tan emotivo sobre el verdadero significado de la vida, lo cuente o no
una joyita de culebrón distinguido por el público.
Capítulo imponente que nos ha
atravesado toda la historia melancólica de unos personajes a los que va a cercenar el duelo de la
adversidad. Nada se sostiene en anhelo de eternidad, todo cambia y se
desvanece, poco queda incluso de los temas más capitales. El PV de hoy nos ha
hablado, como pocas veces, de la condición humana, de las emociones, de los
llantos, de lo que marca la frontera hasta que un día conozcamos el verdadero
significado de la vida. Que le llega a "Tristán" en pocas jornadas.
He disfrutado mucho, aunque se me ha ensombrecido el ánimo, con las
relaciones tumultuosas que han tenido algunos personajes, marcadas por
subterráneos afectos y amores. En especial "Martín" y "María". "Tristan" y "Soledad".
Añoranza de que ya nada es
igual y puede que, incluso, peor. La melancolía es esa silla de montar, regalo
al agradecimiento a una vida de hermanos, compartida en pesadillas, que no se
va a poder montar jamás porque, “Tristán”, muere. La melancolía es aquel
soldado que amó como nadie a “Pepa”, que parecía inmortal y que está a punto de
recuperar su pasado feliz, pero que ya es demasiado tarde para todo, incluso en la
ficción de la televisión. El destino y una mano asesina, escondidas por entre
callejuelas de PV, escrutan los pasos amorosos de un soldado al que nunca perdonará su rechazo, volviendo tras sus pasos para cobrarse su precio.
La melancolía es corregir en retrasar una fecha, que unos tramposos se afanaban en adelantar para hacerle una jugarreta
al novio y que no pudiera jugar al
futbolín, cuando todo es efímero y el destino también juega a la contra. Nadie escapa al ardid de la muerte.
La melancolía es esa taza de
brebaje que, “Francisca”, retira púlcramente para que no resulte envenenado el
lisiado fardel. Momento de comedia negra que nos recuerda a aquella célebre secuencia del “Monsieur Verdoux”, del grandioso
Charlie Chaplin; en la que, un asesino de mujeres, tiene un momento
lacrimógenamente bondadoso y salva de morir envenenada a su víctima; retirando inmediatamente una
taza de café, que llevaba la pócima mortal, de la boca de una pobre chica prostituta,
repleta de ternura; porque le cuenta su vida y comprende que, sus infortunios,
corrían parejos. Los dos, eran presos de la misma miserable realidad de una
familia de inválidos a los que debían cuidar y llevar a la supervivencia como
fuera, con el crimen o con el puterío. Es una secuencia preciosa de un filme que
fue prohibido en España durante muchos años, que se proyectaba en Biarritz, y
que moralizaba sobre cómo un cínico y despreciable asesino, podía salvar de la
muerte criminal, retirándole con exquisitez y protocolo, la taza a la chica justo cuando iba
a ingerir el brevaje letal porque, en el último instante, se apiada de una mujer lánguida, inocente y
buena. Eran dos mismos desgraciados.
La melancolía es la “cieguita”
tímida, una actriz que ha cogido una soltura y carretilla que no vea usted,
Blanca Parés, cuando recuerda el camino andado hasta convertirse en la fiel y
amante esposa del loco de Jerry Lewis/Don Selu Nieto. Dentro de esos momentos
íntimos que, por la tarde, han vivido los dos tortolitos a los que ni el agua del
río de PV, les ahogó. Ni el hálito de una grosera suegra, comediante y zafia,
les restó ni un ápice de su gran dimensión poética. Al contrario, en todo capítulo, reafirmándose en mantener
ese tono agridulce mientras, con poderío, muestran su gran capacidad, Selu y Blanca, para
interpretar conmovedores momentos de cine. Demostrando, esta familia, que es
capaz de ir más allá de sus propios universos excéntricos y tramposos, sin
traicionar lo más grande que tiene “El Colmado”, ese su club de la comedia.
La melancolía es ver a “Olmo”,
asesino otrora, penitente cuaresmal hoy, en la sacristía, que parece pide
perdón en confesión de viático como un hombre en sus últimos e inaplazables días.
Mención aparte merece Loreto
Mauleón. Esta mañana, en la entrevista, Mario, confesaba que da gusto trabajar
con ella y con Carlota. Bueno, ha sido encantador para con todo el equipo y se escucha en la
grabación que podéis escuchar en el enlace que va con este escrito. De carlota ha reconocido su trabajo perfeccionista y sus ojos inmensos. Pero, para
con Loreto, ha mostrado sus mejores palabras. Como actriz, da gusto trabajar
con ella. Como mujer, es un pozo delicado de ternura y de gran sentimiento. Se nota
desde aquellas primeras secuencias en la que, siendo niña y bajando
pizpiretamente las escaleras de “La Casona”, se enamoró de aquel "curichi"altivo
que llegaba en la diligencia como un seglar más. PV ha sabido sacar toda la personalidad creativa
y la delicadeza de esta donostiarra. Loreto, ha logrado hacernos compartir, hoy lo ha
demostrado una vez más en su desazón profunda, sus dolorosas experiencias y las
penalidades de un amor marcado por la quiebra y la sombra de un inválido tetrapléjico e hijo
de puta.
La melancolía es en PV cuando
las coordenadas del tiempo y su espacio ocupado en otra época, desaparecen,
clamando por un trágico fin de alto calado emocional. Parece que lo conocimos hace 100 años, marcando luto y acompañando al ataúd por entre el funeral del gran "Tristán".
Muchas gracias a Mario Zorrilla, una gran agradecimiento por la entrevista que me ha concedido, de las más sentidas que he hecho en mi vida. Con algunas personas que he entrevistado soy mucho más expeditivo, ésta, con Mario, la he hecho con muchísimo cariño, artesanalmente,casi como una charla familiar. En el estudio, aparte de mi compañera y yo, había dos personas que me pidieron permiso para ver cómo es la radio y estar presentes en la entrevista, y estaban emocionadas sin remedio curativo.
En memória de uan compañera de Radio San Sebastián que ha fallecido a temprana edad, a los 43 años.Yolanda Montero. Muchas ruedas de prensa en las que coincidí con ella en los tiempos de Odón Elorza y tantos recuerdos.
Entrevista con Mario Zorrilla
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