Puro Verhoeven en sus mejores
títulos de los 70. Aquellos filmes que nuestros padres atravesaban la frontera
para ver en el Casino de Biarritz o en Saint Jean de Luz. Libre y como el buen
salvaje, emerge un hombre del futuro de entre las aguas del rio de PV, completamente desnudo y con su tentáculo apuntando al frente, para asombro de los que sólo ven el periscopio de su casa.
No estaba rodada la secuencia
en Ámsterdam, sino en “Puente Viejo”. Igual exagero pero me ha sugerido la
escena de “Terence” en bolas y cilindrín tal cual así es, a Verhoeven y también a filmes franceses de la ola liberaloide de los 70, tal como Louis Malle, Tanner y Jacques Rivette. La
frescura, el sonido silencioso y asombrado de la provocación y una estética muy
habitual en las aldeas, donde era más fácil ver en cueros a la vecina que en la "mesmésima"calle de Alcalá. Humor
surrealista total con la familia “Mirañar” asombrada a tope, en una magnífica
secuencia, hilarante y gamberra, digna
del mejor número del humor gráfico de aquella revista satírica de “La
Codorniz”. Una caricatura mortal del aldeano inocente y muy de su pueblo donde
los pitiminíes son más precarios, eso dicen. Fetichismo con loas a la belleza del rabo más
expresionista y al tamaño más explícito sin que medie obscenidad. Una
"marsellesa" sobre la liberación sexual necesaria, casi de Alfredo Landa de
cateto con boina, un momento progresista y de descojono total contra los tabúes
más carcundiosos.
Disparatados y alocados los
“Mirañar” dentro de un capítulo del que han sido protagonistas absolutos. Una
tarde para ellos de desolación, de miradas melancólicas a través de la ventana,
cuando eran expulsados de su casa los dos seres maravillosos de “Quintina” e
“Hipólito” y abandonaban el escenario de la plaza. Pero con momentos de
antología en PV, cuando se enfrentan a la hiena de la madre y deciden
marcharse. Alegres vitalistas y rebeldes dos magníficos actores: Blanca y Selu
que parecían sacados de un filme de Charlie Chaplin, camino pedregoso hacia adelante. La insolencia de la
juventud, los tiempos de cambio, el amigo americano en plan nudista en unos
tiempos que se van aceptando málamente como vienen y cuando se van también de su hogar, algunos, el PV de esta tardecita lluviosa en Donosti.
Hemos de felicitar a Blanca de
nuevo. Lleva dos capítulos como entrañable protagonista huérfana en una hermosa
historia de amor buscada en sus más íntimas coordenadas. Lo digo porque así lo veo.
Dicha y desgracia hoy con los
“Mirañar”. Pocas veces me han impactado unos registros como los que trasladaban
Blanca y Selu, con su contundencia hacia el mundo de los sentimientos, donde
los temas más mundanos y terráqueos los transforman en un filme de Charlot vagabundo. ¡Precioso!.
Son profundos en medio de la
caricatura del guión, estos miembros “Mirañar” que escapan de unos tarados
mentalmente padres de pedrada notoria, para seguir ese instinto de fuerza
incontrolable que hace amar a tu mujer o marido por encima de todos los locos
del “Colmado”, sintiéndose empujados hacia delante, hacia su propio desarrollo
personal independiente.
La historia de “Quintina” y de “Hipólito” es una
verdadera historia preciosa de amor. Cuando se conocieron en el río, cuando
casi se ahogan, cuando se declararon en el campo, cuando se buscaron, cuando
ella creía no era la chica adecuada para el hijo de un “tontolaba” de alcalde “chupalevitas”, cuando recobró la
vista, cuando se casaron en la plaza y cuando la suegra atómica les une más cuanto más les acorrala. Una historia
sin sexo pero heredera de aquella rebeldía que vendría en el futuro, que ellos
no conocían, en mayo del 68.
Esta mañana hemos tenido un
debate en el facebook de Blanca, yo pienso que muy bonito y creo que, a ella, a
los fans y al periodista, nos ha unido más. Parece mentira. ¡Cómo me conoce
Blanca!. Sin haberme visto nunca. Es
muy difícil llegar a mí. Un besote My Lady.
Secuencia final de impresión.
Hacía tiempo que no me impactaba ver a “Aurora”/Ariadna en un momento ambiguo y
truculento. El texto la arrincona hacia derroteros de “Celestina”, correctos
pero desperdiciados. Nos ha dado tregua a una cierta desazón que ha producido la
secuencia, en la "Casona", entre tinieblas de luz y como un encuentro intempestivo entre alguien
que busca algo y otra persona nada dotada para la simpatía y para el buen
recibimiento nocturno. Ariadna es bellísima y de una soltura envidiable pero está muy
marginada, no de la pantalla, sí de un digno papel que sobresalga como lo hacía
su madre “Pepa”. Y lo puede hacer. Puede explorar rebeldías sin fin,
respondiendo a muchas situaciones no tan anodinamente sino con el desparpajo
del talento empecinado de la gran “Partera”/Megan.
Flojea la historia entre
“María” y “Martín”, reincidentes como una digestión pesada sobre la que le
metes más pestiños. Plomizos como un empacho poco masticado.
Buenos momentos nos
proporcionan “Ricardo” y “Candela”. Se encuentran muy bien interpretado por Alain
Hernández, y por Aída que es muy buena actriz de igual modo. Un chantagista en su punto canallesco a través de un cinismo suave, una
empalagosa ironía y una incipiente
sexualidad velada.
Carlota, en cuanto se quita el
sayo por mayo, está espléndida. Por su belleza y atributos artísticos que son
todos. Es una actriz de blanco y negro y para el cinemascope. Celebra, cada
tarde, un homenaje al cine. Ella es el cine. Hoy, contando las desventuras de su
sobrina, erguida, con su expresión más libre y limpia, se entregaba de modo
brillante y con vehemencia a narrar los
excesos propios del drama de la “Casona”
que nos quería contar, que se salía de la pantalla y nos adelantaba que la
televisión de Carlota es más grande que la vida, a secas.
Triste “Raimundo”. Totalmente
quemado su personaje. No acierto a imaginar qué ha sucedido. Todo aquel su
paraíso a construir, desvanecido por incomparecencia. Me recuerda a la cínica
crónica sobre la tragedia del hombre moderno, que me recordaba Graziella el
pasado día, masoquista y autoirónico en busca de otro puerto al que llegar en
busca de un final feliz.
Y muy suelta Elena Martínez, dinámica y electriza con sus modos arrebujados y bien dispuestos, ágiles y una grandísima enferma:"Rita"/Charlotte que nos gusta como ha conseguido una pintura precisa de la enfermedad en su rostro y débil cuerpo, hasta parecer casi un lienzo. Pero sigo pensando que, en esa casa, el Diablo ha plantado una semilla a punto de partirse por la mitad.
Hoy dedicado a Blanca Parés porque es realmente sagaz y me conoce como pocos.
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