viernes, 13 de septiembre de 2013

LLEGA UN PISTOLERO MAJARA


Para los que nos escapábamos de casa para ir al cine, ha sido una bonita tarde, lo digo por la secuencia primera, aunque ha habido momentos muy profesionales en el capítulo de hoy, con gancho, como ejemplo la pulcrísima  secuencia entre  "Mariana", "María" y "Francisca", en la cocina de la "Casona". Son actrices que sólo muestran calidad. Controlan el espacio. María (dulcificada y hasta amable), Carlota (suspicaz y escrutando siempre con el periscopio de sus ojazos) y Loreto (llena de languidez, ilusión y elegancia).
Pero era Delmer Davis en los primeros minutos. Es una secuencia de un  western de los de él. Las caras de unos vecinos y autoridades en la plaza del pueblo a donde llevan a un prisionero; se esfuerzan los vecinos y autoridades por entrar en un plano. Todos, asombrados, abren los ojos ante la custodia del prisionero volado, cogen aliento, para asimilar tan extraño momento. El cruel, cínico y prepotente de lo que fue en sus días "Olmo", se ha transformado en un alelado bondadoso, pacífico y sin sentimientos de culpa. Una secuencia rica en tensión e intriga, resuelta sencillamente pero con eficacia. Donde los actores están soberbios. Alejandra, Iago, Boré, Enric, Sandra... todos.
Aroma a Far West. Esas miradas de soslayo, ese aplomo ante la noticia de cuerpo presente, esa taberna en la que confinan al reo, en cada momento se nota la presencia del encargado por el juez ( casi un captor) de custodiarle hasta que, su familia, o aquel tren en el Oeste, le lleve a algún sitio, a su otra penitenciaría. Esto era lo genial del western y que me ha atrapado en este capítulo de hoy, que no tiene desperdicio en estos minutos iniciales: la pericia de unos diálogos, lo espléndidamente que está tratado el personaje de “Olmo”, su regreso fuera de lo habitual al limpiar al personaje quemado, que se templa todo en el claroscuro de la noche “Puentevejina” cuando se deja sentir un aroma asfixiante a trampa y resuello a mucho peligro.
 
Habilidades en la plaza, crueldades pasadas, generosidades pedidas, dentro de una secuencia algo onírica, casi increíble. Momento perturbador, envolvente, absorbente, que nos retrotrae a filmes de Delmer Davis como “La senda tenebrosa o “El árbol del ahorcado”. Y algo que yo he visto, un culto rendido a aquellos inolvidables filmes de Ford o del magnífico Howard Hawks, que figuran entre mis favoritos del cine, logros artísticos para la eternidad.
El western americano de la pesadilla y tal vez, como en “El tren para Yuma”, alguien que no resulte tan encantador como parece, sino un manipulador capaz de sacar partido a su abobamiento interpretativo. Eran los años 50 en este género. Diferente momento, impresionante, con tensión galopante. Oeste de "Puente Viejo".
 
Una grandeza de PV este rendir tributo a los valores arraigados en aquellos tiempos, en los que, como en PV, las gentes luchaban por sobrevivir en los Estados fronterizos, paz libertad, hogar frente a perversos cuatreros que robaban y tiroteaban sobre la debilidad de los demás.
Y una fugaz referencia  también que nos recuerda a aquella memoria perdida que envolvía a Ronald Colman, en “Niebla en el pasado”. El hombre que desconoce quien es y de dónde procede, sobre la memoria perdida y el por qué sucedió. Un argumento del que se han beneficiado muchas telenovelas. Aunque en el árido PV no hay cabida para el romanticismo y el drama como en el film de Mervyn LeRoy del año 42, que por cierto se vende con su magnífico doblaje original Metro de Barcelona y sus voces de José María Ovies y la inolvidable Elvira Jofre, con un Fernando Fernán Gómez inédito.
Toma ya cierto brío el personaje de “Aurora”, una protuberancia mayor, es la hija de la mujer más apasionante de la televisión, de la “partera”/ Megan. "Aurora" debe de ser grande como su esforzada y creativa madre y no una chica que parece una alcahueta del clan de la “Dolores”. Esperábamos una estimable prolongación de la saga, más ambiciosa y establecer una razonable continuidad. Hoy, en el “dispensario” parece vuelven cenizas de aquella época de hierbas y partos con dolor que inmortalizó “Pepa”. Menos mal que le interesan ya, pudiendo demostrar esas dotes de las que nunca hemos dudado en Ariadna, más las lágrimas de la pobre “Candela”, encadenada a su pasado que vuelve de la tumba, que las cucamonas de “Martín”, como en “West Side Story” Richard Beymer, llamando a “María”. Menos mal que “María” es Loreto, una señorita con tablas televisivas que palían los sollozos de un lindo que no deja de gimotear con angustias ligadas a  un moridero de  ilusiones rotas.
 
Es también la recuperación de un actor que estaba quemado. Como sucedió con Alejandra y para mucho mejor. "Olmo" se diluía, mermaba su capacidad de sorpresa y aburrió haciendo partícipe al espectador de sus penalidades de amor, aire y desprecios, sofocantes y perdidas de antemano. Hoy ha habido unos momentos lúcidos en la habitación del pánico con la familia reunida para recibir la desoladora noticia de que, su familia, debe hacerse cargo del pobre “Olmo”. Y me ha recordado a esa parte de los filmes de Manoel de Oliveira, su pesimismo y melancolía que hacía avanzar las películas desde la locura a la cordura total, siempre trampeando con el objetivo marcado. Un relato de muerte en ese lugar sobre lo que parece la consecuencia que derivará de un lisiado malencarado y cabronazo, un fardel que se tira por la borda. Frente a una mujer irreal para él, fetiche, domada y de pierna quebrada. Y María Bouzas está, en su relación con el “paquete”, de altura sublime. Descartando, incluso eliminando, todo aquello que no se pueda ver o asumir desde sus objetivos, entrando ya de nuevo en un terreno peligroso, ideando otro desenlace alternativo para el muñón con ojos que vegeta en una señorial habitación.
Llegan momentos de jugoso jolgorio con el nuevo “Súper Market” y sus ofertas celestiales, de mis queridos “Quintina” e “Hipólito”, que seguro que van a vender todo y hasta los restos. Y sigo admirando las miradas de Jorge Pobes, que recelan en su trama propuesta. Todo el misterio y la belleza plástica de unos ojos forajidos, de habitual hostilidad, que nos hablan de los lejos que podemos llegar cuando cruzamos la línea que nos separa de la verdad.
 Bien Elena Martínez. Ese acto de resistencia furioso de esta labriega encorajinada, generosa y buena como pocas de PV, hacia la hostilidad que le demuestra una “Rita”, que navega en aguas contradictorias y en casa de ardides sofocantes. Y “Anibal”/Jorge que está resultando un actor de increíbles recursos y referencias cinematográficas, me recuerda cada día la estética del cine de espías que mezclaban sus líquidos fulminantes en cuentos de hadas. La casa de los “lecheros” casi modula en punk, donde el deseo adolescente se está mezclando con sombras de adultos antes de tiempo. Ya no es una granja pelmaza que aburría, le hemos encontrado una sentido, una abstracción del mal cargada de simbología. Me gusta.
Feliz!. Fin de semana para todos vosotros. Lo pasaremos lo mejor que podamos desde ya y con esos amigos que son los mejores del mundo y para todos los momentos, de fiesta o de duelo. !Por ellos!.
La hemos citado, en recuerdo de la actriz de doblaje Elvira Jofre.


1 comentario:

  1. Que voz tienes Jose Ignacio cone esa voz sólo te podías dedicar a la radio. Pon una foto tuya quiero conocerte es que me pongo con tiritela cada vez que te escucho. Se parece a la de Constantino pero es más dulce. No se como serás pero si te habla un tio así to caigo en el pozo. Anda guapo pon una que aunque seas feo me vuelves locatis. Heoidi tres veces lo del doblaje y intento imaginarte y no lo consigo.Muchos besos de una admiradora

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