Para los que nos escapábamos
de casa para ir al cine, ha sido una bonita tarde, lo digo por la secuencia primera, aunque ha habido momentos muy profesionales en el capítulo de hoy, con gancho, como ejemplo la pulcrísima secuencia entre "Mariana", "María" y "Francisca", en la cocina de la "Casona". Son actrices que sólo muestran calidad. Controlan el espacio. María (dulcificada y hasta amable), Carlota (suspicaz y escrutando siempre con el periscopio de sus ojazos) y Loreto (llena de languidez, ilusión y elegancia).
Pero era Delmer Davis en los
primeros minutos. Es una secuencia de un western de los de él. Las caras de unos vecinos y
autoridades en la plaza del pueblo a donde llevan a un prisionero; se esfuerzan
los vecinos y autoridades por entrar en un plano. Todos, asombrados, abren los
ojos ante la custodia del prisionero volado, cogen aliento, para asimilar tan
extraño momento. El cruel, cínico y prepotente de lo que fue en sus días "Olmo", se ha
transformado en un alelado bondadoso, pacífico y sin sentimientos de culpa. Una
secuencia rica en tensión e intriga, resuelta sencillamente pero con eficacia.
Donde los actores están soberbios. Alejandra, Iago, Boré, Enric, Sandra... todos.
Aroma a Far West. Esas miradas de
soslayo, ese aplomo ante la noticia de cuerpo presente, esa taberna en la que
confinan al reo, en cada momento se nota la presencia del encargado por el juez
( casi un captor) de custodiarle hasta que, su familia, o aquel tren en el
Oeste, le lleve a algún sitio, a su
otra penitenciaría. Esto era lo genial del western y que me ha atrapado en este
capítulo de hoy, que no tiene desperdicio en estos minutos iniciales: la
pericia de unos diálogos, lo espléndidamente que está tratado el personaje de
“Olmo”, su regreso fuera de lo habitual al limpiar al personaje quemado, que se
templa todo en el claroscuro de la noche “Puentevejina” cuando se deja sentir
un aroma asfixiante a trampa y resuello a mucho peligro.
Habilidades en la plaza,
crueldades pasadas, generosidades pedidas, dentro de una secuencia algo
onírica, casi increíble. Momento perturbador, envolvente, absorbente, que nos
retrotrae a filmes de Delmer Davis como “La senda tenebrosa o “El árbol del
ahorcado”. Y algo que yo he visto, un culto rendido a
aquellos inolvidables filmes de Ford o del magnífico Howard Hawks, que figuran
entre mis favoritos del cine, logros artísticos para la eternidad.
El western americano de la
pesadilla y tal vez, como en “El tren para Yuma”, alguien que no resulte tan
encantador como parece, sino un manipulador capaz de sacar partido a su
abobamiento interpretativo. Eran los años 50 en este género. Diferente momento,
impresionante, con tensión galopante. Oeste de "Puente Viejo".
Una grandeza de PV este rendir
tributo a los valores arraigados en aquellos tiempos, en los que, como
en PV, las gentes luchaban por sobrevivir en los Estados fronterizos, paz
libertad, hogar frente a perversos cuatreros que robaban y tiroteaban sobre la
debilidad de los demás.
Y una fugaz referencia también que nos recuerda a aquella memoria
perdida que envolvía a Ronald Colman, en “Niebla en el pasado”. El hombre que
desconoce quien es y de dónde procede, sobre la memoria perdida y el por qué
sucedió. Un argumento del que se han beneficiado muchas telenovelas. Aunque en
el árido PV no hay cabida para el romanticismo y el drama como en el film de
Mervyn LeRoy del año 42, que por cierto se vende con su magnífico doblaje original Metro de Barcelona y sus voces de José María Ovies y la inolvidable Elvira Jofre, con un Fernando Fernán Gómez inédito.
Toma ya cierto brío el
personaje de “Aurora”, una protuberancia mayor, es la hija de la mujer más
apasionante de la televisión, de la “partera”/ Megan. "Aurora" debe de ser grande como su esforzada
y creativa madre y no una chica que parece una alcahueta del clan de la “Dolores”.
Esperábamos una estimable prolongación de la saga, más ambiciosa y establecer
una razonable continuidad. Hoy, en el “dispensario” parece vuelven cenizas de
aquella época de hierbas y partos con dolor que inmortalizó “Pepa”. Menos mal
que le interesan ya, pudiendo demostrar esas dotes de las que nunca hemos
dudado en Ariadna, más las lágrimas de la pobre “Candela”, encadenada a su pasado que
vuelve de la tumba, que las cucamonas de “Martín”, como en “West Side
Story” Richard Beymer, llamando a “María”. Menos mal que “María” es Loreto, una señorita
con tablas televisivas que palían los sollozos de un lindo que no deja de gimotear con angustias ligadas a un moridero de ilusiones rotas.
Es también la recuperación de un actor que estaba quemado. Como sucedió con Alejandra y para mucho mejor. "Olmo" se diluía, mermaba su capacidad de sorpresa y aburrió haciendo partícipe al espectador de sus penalidades de amor, aire y desprecios, sofocantes y perdidas de antemano. Hoy ha habido unos momentos
lúcidos en la habitación del pánico con la familia reunida para recibir la desoladora noticia de que, su familia, debe hacerse cargo del pobre “Olmo”. Y
me ha recordado a esa parte de los filmes de Manoel de Oliveira, su pesimismo y
melancolía que hacía avanzar las películas desde la locura a la cordura total,
siempre trampeando con el objetivo marcado. Un relato de muerte en ese lugar
sobre lo que parece la consecuencia que derivará de un lisiado malencarado y
cabronazo, un fardel que se tira por la borda. Frente a una mujer irreal para
él, fetiche, domada y de pierna quebrada. Y María Bouzas está, en su relación
con el “paquete”, de altura sublime. Descartando, incluso eliminando, todo aquello
que no se pueda ver o asumir desde sus objetivos, entrando ya de nuevo en un
terreno peligroso, ideando otro desenlace alternativo para el muñón con ojos que
vegeta en una señorial habitación.
Llegan momentos de jugoso
jolgorio con el nuevo “Súper Market” y sus ofertas celestiales, de mis queridos “Quintina” e
“Hipólito”, que seguro que van a vender todo y hasta los restos. Y sigo
admirando las miradas de Jorge Pobes, que recelan en su trama propuesta. Todo
el misterio y la belleza plástica de unos ojos forajidos, de habitual
hostilidad, que nos hablan de los lejos que podemos llegar cuando cruzamos la
línea que nos separa de la verdad.
Bien Elena Martínez. Ese acto de resistencia
furioso de esta labriega encorajinada, generosa y buena como pocas de PV, hacia
la hostilidad que le demuestra una “Rita”, que navega en aguas contradictorias
y en casa de ardides sofocantes. Y “Anibal”/Jorge que está resultando un actor de increíbles
recursos y referencias cinematográficas, me recuerda cada día la estética del
cine de espías que mezclaban sus líquidos fulminantes en cuentos de hadas. La
casa de los “lecheros” casi modula en punk, donde el deseo adolescente se está
mezclando con sombras de adultos antes de tiempo. Ya no es una granja pelmaza
que aburría, le hemos encontrado una sentido, una abstracción del mal cargada
de simbología. Me gusta.
Feliz!. Fin de semana para todos vosotros. Lo pasaremos lo mejor que podamos desde ya y con esos amigos que son los mejores del mundo y para todos los momentos, de fiesta o de duelo. !Por ellos!.La hemos citado, en recuerdo de la actriz de doblaje Elvira Jofre.
Que voz tienes Jose Ignacio cone esa voz sólo te podías dedicar a la radio. Pon una foto tuya quiero conocerte es que me pongo con tiritela cada vez que te escucho. Se parece a la de Constantino pero es más dulce. No se como serás pero si te habla un tio así to caigo en el pozo. Anda guapo pon una que aunque seas feo me vuelves locatis. Heoidi tres veces lo del doblaje y intento imaginarte y no lo consigo.Muchos besos de una admiradora
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