miércoles, 4 de junio de 2014

EL BESO DE MEGAN/ HERIDAS SIN CICATRIZAR



Salvado el capítulo por la interpretación de Megan y de igual modo por Verónica Sánchez y Daniel Grao que cobra auge, por dos secuencias ayer que, a mi humilde entender, se quedaron cortas por ese aire pacato y todo revuelto de un serial que no consiguió enganchar con el mismo interés, como en otras semanas.
Es una pena que la secuencia del beso, de entrecortada respiración evidente y real a pesar de la improvisación del mismo, se quedara en una epidermis frente a la potencia sexual y de revulsivo que podía haber supuesto, por esa por la floja realización. Megan besa de maravilla y él de igual modo, pero un beso es su traslado a la imagen y, como en otras secuencias, ayer faltó la garra que merecía ese gran beso espontaneo como máxima expresión sensitiva, como succión suprema de energías compartidas. Tampoco estuvo nada mal pero pudo hacer sido superado.



Daniel Grao va cobrando puntos en su flemático interpretar no exento de una contención interna que me encanta como la traslada. Sabe transmitir impulsos eléctricos pese a su aire algo inexpresivo, es un buen actor de televisión y tiene cierta química con Megan que sigue representando a la protagonista y que lo es además, sobresaliendo y mucho sobre el resto, casi brillando con luz propia.



Pero la viveza de muchas interesantísimas historias cruzadas que aquí se viven , como por desgracia en muchos filmes españoles, falla en los remates y desnaturaliza muchos controvertidos contenidos. Por ejemplo en ese sumarísimo momento, típico de los países dictadura, de callar al ponente y usar de matones para expulsarlo, por motivos de censura a la verdad que intenta descubrir sobre delitos cometidos en amplio consenso por instituciones corruptas y ciudadanos corrompidos. Momentos que debían de ser fascinantes en cuanto a su denuncia, audaces y sin imposición de límites y se quedan en agua de borrajas



Sigo opinando que o se hacen las cosas en serio, o se hace un buen serial de venganza, de una Megan letal que consiga que todos se acuerden de ella, una "liquidadora" nada light, una fría vengadora al servicio de la justicia tomada por uno en un país de delincuentes legales, con licencia para matar, o  plantean inquietantes historias humanas y delictivas, desde sus orígenes en esos tan criticados por algunos flashback que acaban naufragando en un estiramiento tedioso y lento y que, aunque sube levemente el share (0,8%), pensamos debía de estar más alto el listón de audiencia porque la idea, el argumento y la interpretación lo merecen.


Sigo sin ver mucho sentido a la trama, ahora bajo supervisión de "Enrique", entre su hijo "Bruno", un actor Miguel Ángel Muñoz de relevancia publicitada pero de limitaciones evidentes, con "Roberto", Luis Mottola; así como observo la flojera que manifiesta y la falta de garra de uno de los personajes que son el epicentro en el que concurre toda la corrupción, que pasa por sus manos, interpretado por el propio Tito Valverde/"Enrique", y que podía dar un juego de denuncia brutal y de tramas entreveradas por las cuales pasa toda la ingeniería podrida, y que sin embargo no ofrece salvo retazo y poco más. Es muy políticamente correcto y delicuescente todo. Por cierto el momento sexual entre "Bruno" y "Amparo", cogido con pinzas, vulgar, sin venir a cuento y que desvirtúa a la verdadera "Amparo" (aquí muy ambigua) que nos hace vibrar y solidarizarnos con ella. Como mujer y como sufridora. 



Otros momentos muy interesantes en su planteamieno, también con un suave pasar por un tema capital, de idiosincrasia en la cobertura que se da al mal, al delito, al sufrimiento del alma de unos pobres torturados por siempre, representado por el magistrado juez "Francisco José"/Jordi Rebellón, el bien que procura el mal, la justificación de los hechos por unos resultados benefactores, como se apropia la moral según se  hace laxa y para quien y que todo vale con el fin que, predeterminadamente, algunos imponen con sus leyes o dejadez como corrección de una injusticia donde todo vale porque lo visto de virtud. Te engañan, raptan, te venden, te dejan sin tu hij@, te arruinan la vida y además te hacen un favor.


De todos modos los mejores momentos son los de esa amistad que nace más allá de la parentela, entre las dos hermanas, siendo ellas las protagonistas de la noche. Victoria Abril flojeó mucho, a excepción del tierno encuentro maternal en la visita de "María", con mucha sobredosis de secuelas de alcoholismo y que van divagando la trama que, al final, ya, en un cuarto capítulo queremos ver: a Megan en acción. Parece como si les diera miedo afrontar la acción en ese tipo de escenas.


Hay momentos en todo el serial que me recuerdan a los Coen, guión enrevesado al que hay que prestar mucha atención cuando se lee en el montaje cinematográfico, varias lineas argumentales, interacciones de los personajes que sobrepasan lo casual y se deben a una trama con personajes muy delineados. La trama delincuente del novio de "Amparo" es muy floja, muy sobada y su resolución, ayer en la detención y anterior maltrato, no deje de ser bastante tañida y de poca garra.


Sí que hay que destacar sin embargo a Verónica Sánchez y por supuesto a Megan. Esa fina sensibilidad que va tejiéndose e su relación es lo más destacado de ayer.
Es la historia de un intercambio y de lo que podía haber sucedido de haber cambiado las tornas, de haber sido "María", la hija en casa y "Verónica", la vendida. Un tema muy progresista de cómo el ambiente y la miseria hunden a una sociedad en la desesperación del lumpen y en la delincuencia como expresión de pobreza máxima.


Me gusta mucho el desamparo de las dos hermanas, uno, peor, el de una pobre asmática que es un personaje entrañable y precioso el de Verónica Sánchez. Aunque las dos, con o sin dinero, participan de un malsano y tramposo orden establecido, de la misma crueldad y sin saber cómo afrontarla. De ahí esa ambigüedad en "María" sobre el perdón al "pobrecito" "padre" que, además, es buena persona pero que sigue adoptando niños en el futuro, en la era actual cuando vuelve del penal la protagonista, en esa secuencia maravillosa y dramáticamente correcta, en la visita a la "tata Micaela"/Amparo Valle (de las mejores actrices), y ve a su hermana pequeña adoptada también.



Momentos entre ellas que son los mejores de la noche. Que te erizan el pelo, que te hacen querer a las dos actrices, que te asustan, emocionan y te hacen ponerte con las víctimas y comprenderlas en toda la profundidad de desgarro, que te enamoran. Son sensaciones que  transmiten estas dos chicas. Una balanza de reconocimiento de parentela, de sinceridad que va ganado terreno y que contribuye la química entre las dos. Tanta historias alrededor de ellas.Gentes inadaptadas al conocer su identidad, que perdonan pero no olvidan, de inocentes cuyas desventuras pertenecen al mundo real de España y que en esta trama entre Megan y Verónica encuentran de seguro un bálsamo más que una obvia lección moral.


Momentos algo trémulos, parcos en palabras, con proyección de celuloide rancio y superado, pero emotivo, al estilo de aquel proyector del filme: "Bello recuerdo" de Antonio del Amo, con el cual Libertad Lamarquez revisaba los bellos recuerdos inmortalizados en el celuloide, instantes que emiten como una tristeza sorda para los oídos del mundo, con estas actrices de las que valoro cómo saben transmitir para que podamos percibir, reconocer y compartir el drama del robo y cambiazo de sus personas.


Personajes muy claros y transparentes, sin sorpresas ni cosmética, mujeres inmensas maltratadas, si aditivos falsamente feministas o extravagantemente desaforados.  Son reales. Atrapan, desasosiegan y estremecen. Ayer fueron potentes momentos agridulces de ese aterrador recorrido por el reconocerse mutuamente, del sufrimiento de una madre engañada y desesperada que recupera a su hijo, la sinrazón de los robos de niñ@s, la podredumbre moral de quienes están obligados a cuidar de nosotros y de nuestra seguridad, la brutalidad de la pérdida de la inocencia y confianza en unos mentirosos, adultos que quedaron marcados por haber nacido en el infierno de esta España profunda.


Yo he sido de los que han apostado por encoger el estómago a la gente entre los entresijos de esta historias macabras, pero hasta cierto punto, ya sobra mucho este material y queremos pasar a otra trama, la que se vendía como venganza. El que nos impliquen en otra historia de otra dureza. Sin ceder tampoco a lo morboso y sanguinolento, haciéndose énfasis en el impacto emocional de lo que se narre en esa segunda fase y sin espectáculos escabrosos.


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