viernes, 27 de marzo de 2015

EL SILENCIO DE UNA MUJER


1ª PARTE

ACTORES DE LA TARDE:

FARIBA SHEIKHAN Y FRANCISCO ORTÍZ.


Penoso capítulo pero hasta grados de indigencia ¡Una lata vamos! Dos secuencias a destacar; ésta, hoy que comentamos y el domingo, la de "Raimundo" que tiran de él porque ya casi nada sorprende o acapara interés. Salvado el capítulo por María Bouzas, Sandra, Fariba y Ramón Ibarra. Esta secuencia entre "Inés y Bosco" ha sido discretita pero no exenta de cierta calidad, sobre todo por los bellos planos de Fariba que saca mucho provecho de sus cualidades que su rostro hacen para que la cámara se embelese con ella.


Secuencia, más que brillante, muy estilizada y bastante desnuda de sentimientos que se salva por la emoción que contiene el rostro de "Inés". Ella es la que ha salvado la tarde porque Francisco estaba muy ausente y no sabe realzar, conjuntándose con ella, cualquier situación entre ambos.
De todos modos el momento ha resultado bastante intemporal y desprovisto de ternura, aunque de eso se trataba, del silencio y desapego de una mujer ante el hombre que quiere tras esa separación y chantaje al que es sometida. Sobresale, repito, el personaje de Fariba, construido con una riqueza de matices que asombra, muy bien definido, que vive en una zozobra deseando a su amor y a ese hijo cuya sangre le indica la verdad que subyace y por la cual de maternidad, siempre logra calmarlo. Una chica que vive el día a día en una situación de soledad y sin futuro. Aunque lo más importante es que acepta su destino con resignación callada de amor y con una serenidad y dignidad casi religiosas. Los planos de su rostro son de iconografía religiosa, casi divina Fariba en su presencia visual y mortal.


Fariba es buena actriz por como se acerca  a la cámara con una serenidad insólita, tocada de un enorme auto-control psíquico y emocional. Con Sandra Cerverea y María Bouzas, son las actrices del momento en el serial. Además de las que se lo trabajan, que lo labran poco a poco, no de las que le ponen los rulos y bigudíes al mejor postor para hacer un papelito con el director golfo de turno. De las actrices que encarnan la calidad y laboriosidad, trabajadoras como un samurai japonés, perfeccionistas. Gentes austeras pero que desbordan delicadeza y pasión; silenciosas, aunque en ellas hay mucho de sentimientos humanos; distantes pero cálidas y cercanas; rigurosas con ellas y los demás y trágicas; fascinantes visualmente aunque el guión sea pobre.


Secuencia muy del cine francés, de un hombre atrapado en ese amor que no deja de zumbarse en su cabeza, con un deseo que asfixia, muy desasosegado, frío y que resulta creíble a pesar de que Ortíz tiene mucho que aprender aunque soporta bien esa existencia de lobo solitario a la que le obliga el guión. Ortíz, aunque seguro se va a cachondear de lo que voy a decir, tiene una estimable presencia gélida, violenta, dura y seca al más puro estilo de Jean-Pierre Melville, abocado a un destino que recuerda mucho al de sus hermanos y padres, inevitablemente trágico que afronta con desencantado estoicismo y brutalmente diseñado en su rostro. No es tanto un personaje de teatro inglés sino mas bien lleva mucho de la magia y desencanto del cine de subgénero francés de los sesenta y más de aquellos finales de la década, de guapos y tontacos,  duros candorosos y repletos de metafísica y de mucho vacío existencial.



DOMINGO:



"LOS MEJORES AÑOS DE FRANCISCA"

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