EL CORAZÓN GRANDE QUE MATÓ A ALONSO

Tenía un amor desmesurado por su hijo. Le dolía como acabó de malhechor ese mismo hijo. Cómo intentó anularla en vida. Detrás de ella, de la grandiosa Ana María Goyanes, la gran "Marquesa", se encuentra un inmenso océano de justicia final ante las tropelías de un hijo al que, sólo a ella, cree le asiste el derecho de quitarlo de la tierra así como lo trajo. Ella mató a "Alonso". El final es antológico, oceánico, enfermizo, salvaje y muy profundo cuando se despide la actriz en el final de la temporada.Tan grande y conmovedor, tan sorprendente; se fotografía sobre el valor de una decisión que hay que tomar aunque se te lleve el alma en ello. Ella acudió al despacho aquella noche del homicidio (los pasos eran de ella y su bastón); quería arreglar las cosas con su hijo; pedirle explicaciones; sentirse amada y respetada; que fluyera de nuevo el amor de su hijo hacia ella, que no la desheredara o encerrara y se encontró con un "Alonso" cruel, despreciativo, canallesco y que se marchaba además. 

La secuencia acaba con "Ginés" y estampando la estatua sobre la cabeza de su hijo ante el maltrato de este y hasta con empujones. Ese es el final de una mujer que acaba loca perdida; desgarrada; con un dolor insufrible en su corazón; el mismo que arrastra la pena de haber matado a su hijo; desmadrada y y desaforada; en una de sus grandes interpretaciones que harán historia, atesorando un botín y esperando su final.

Las grandes actrices se van así. Desoladora y cruelmente para consigo mismas. Habiendo hecho algo que sólo una madre aristócrata cree que puede hacer: limpiar la mancha de un hijo como aquel que fue "Alonso" con la propia sangre que ella transmitió; acompañada de amargura y con unos remordimientos que ya jamás le devolverán la paz ni a su hijo. Cuando ella llora, lo hace de verdad; pero es por lo que se llevó por delante; ante la angustia de no saber a ciencia cierta de si fue tan canalla como dicen y porque, en la secuencia del crimen, se mostró como un ser despegado de su propia madre; que renegó incluso de ella y que casi hasta le agrede. Le trató a ella y a su marido difunto, como a unos seres monstruosos. Y eso es lo que le bulle en la cabeza a "Ana María"; le importa poco quien fue porque ella fue la ejecutora; lo que le desgarra fue el último desprecio, la insolencia y el cinismo acusatorio del "Marqués" hacia quien le dio la vida. Y no se lo perdonó ni se lo puede quitar de la cabeza. Mató a un culpable de querer enterrar en vida su propia madre.

Hay que ver el finalazo de esta mujer: Se la recordará por mucho tiempo en la series de la televisión. La secuencia final en el ático, antes de que la detenga la policía, es de una locura gestual pocas veces vista en la serie.Te congela la sangre. Ella, sola, sin la máscara ya, en toda una manifestación neurótica, casi psicopática, ante la verdad al espectador, con sus paquetitos de dinero en la mesa, es de auténtica pesadilla. Una María José nacida para interpretar un final sorprendente de reina de la interpretación apocalíptica. Está muy mal la "Marquesa". Es el anverso y el reverso de una mujer que amó tanto a su hijo que lo quitó de en medio por su crueldad y peligrosidad para todos, en especial para con ella. Final amargo, árido, desolador, con una magistral interpretación de María José, que nos está haciendo deslumbrar ante su caricatura de pena diaria, equivocándonos, libre de sospecha, sobre su auténtico papel en el final. La sorpresa no es que lo haya matado, que ello lo suponemos muchos, sino el por qué, cómo y a que viene tanto plañir y tal hondura depresiva actual. La insoportable carga que lleva encima. Donde además se verá también de esa otra "Marquesa" que no era tampoco muy de fiar. La otra cara de la "Marquesa" donde confluye su vida, teatro y la ejecución del hijo. Una mujer que se intenta engañar a sí misma y a los demás pero como modo para poder creerse lo que no es; es como la cruel verdad de que, tras matar a alguien, esa persona sigue viva pero que ya no podrá ni responder , reconciliarse ni volver. esa es irreversible tragedia de "La Marquesa Nuñez de Losada"

Se irá María José con el patetismo que mostraron en la pantalla las más enjundiosas actrices del cine. Con el patetismo de las gloriosas estrellas que nos ha llenado con glamour y equívocos su interpretación esta temporada: sabremos quien es la auténtica "Ana María"; cómo nos ha llevado por donde ella quería a través de un gran guión donde el patetismo y el supuesto candor de alguien a quien le han arrebatado su hijo, han jugado con los espectadores de modo limpio, insólito  y casi milagroso en el embauque.

El final es este. Por mucho que ella quiera obviar la realidad; por mucho que en su pensamiento esté aquel hijo que ya no está y no reconozca lo ha matado; por mucho que monte escenas trágicas sobre la madre sin hijo y desconsuelos trágicos; por mucho que se recluya en el luto y en su habitación, sus miserias son tan profundas y monumentales, que ha caído hasta los infiernos para el resto de sus días. El final nos habla de la inutilidad de matar a alguien; de la propia soledad y silencio que el muerto te trasladan; de la sangre que siempre deja locura y algo fantasmagórico alrededor y que acaba como destruyendo a quien ejecuta, transformándole en un alma en pena, sin lucidez y que olvida con locura quien es ahora y lo que hizo.

Sobre "Ana María" un apunte de ayer. Que corrobora lo que decimos de la teatralidad del personaje. Una mujer a  la que no le importa conocer ¿quién mató a su hijo? pero sí quien entró en casa para no robar nada. Algo mucho más nimio.

La secuencia entre "Alba" y "Marta" muestra la eterna contradicción que siempre ha habido en España, entre los que pujan por el derecho de los demás a conocer la información cuando a aquellos además les incumbe (el derecho de "Rafa" padre de saber que lo es) y esa cierta progresía que pujaba por abrir las estructuras de un país ("Alba") que, cuando se trata de lo suyo, se acabó el derecho de decirle a un padre que es eso, el padre de la criatura. Aquello fue el inicio de una perversión ideológica que perdura hoy en España; el apagón para los demás de lo que no admitiría para mí. Esto ocurre hoy en día. Que los derechos son para mí y los míos pero no para todos los demás. Cuando yo lo decido. Y a dictaduras antiguas, donde se negaba la información, llegan otras al arbitrio de los nuevos censores. Ni a Franco ni a ninguno de hoy les gusta la libertad.

Donde quien trae a "Raimon" porque, el país, tiene que cambiar, sigue maltratando a un padre: tratándole de modo desdeñoso y no diciéndole la verdad de esa criatura que no es de ella sola aunque algunas mujeres lo crean así. Esta gente es la que tampoco nunca cambió el país, solamente lo cambiaron de manos pero sigue sin haber libertad y justicia para todos por igual. Hoy, hay algunas féminas, que niegan al padre o lo reducen a la insignificancia o a algo de anecdotario, de chiste, machista y comodón y a alguien a quien, si así lo deciden, ya se lo comunicarán por carta. "Alba" es un personaje que se formó en aquellas ultra-izquierdas intolerantes y vengativas donde dejarle con su novio a una novia, es casi como abandonarle a una alimaña (se lo dice "Fiona").

Este "Rovira", una de dos: o es un espía y un miserable o acaba casándose con "Marta". Es un actor, Jesús Noguero, que tiene gran carisma y hechizo. Es encantador en su aplastante sencillez. Es el perfecto marido para la viuda. ¡Y cómo mira "Rovira" a "Marta"!

Me ha sorprendido lo que parece le ha "colado", como negativo de fotos, encima de los sobre, "Rafa" a "Marta". Habrá que estar atentos. Es evidente que "Rafa" quiere mucho a "Alba" y "Marta" ya no cuenta con esa posibilidad ni desea tampoco; enamorada  o no aún del padre de su hijo, respeta a "Alba" y más ahora que va a tener un hijo de él.

Secuencia magistral entre "Ana María" y "Marta" llena de lucidez, perdón, comprensión y reconocimiento de una paternidad de abuela aunque no lo sea consanguínea. Por ese niño  y nieto también mató a su hijo. ¡Grande María José!