Siete ataques seguidos le han
dado a la “Franciscaenpena” cuando contempla al guapísimo marido de su hija
“Soledad” entrar a la "Casona", dentro de una secuencia para "troncharse" de risa ante tanto escueto protocolo palurdo para recibir a un pedipuesto"gentleman" con educación liberal y sin rimbombancia. "Yankee doodle dandy"
No puede decirse que, aquellas
grandes damas de la escena española, no han tenido sustituta en María Bouzas.
¡Buenísima!. Esta tarde ha estado para aplaudirle a rabiar durante más de veinte minutos acabada la representación.
Heredera sin paliativos de las más grandes: Mari Carmen Prendes, de las
hermanas Gutiérrez Caba, de Amelia de la Torre, Guadalupe Muñoz
Sanpedro, Doña Carmen Robles o Cándida Losada.
Son las que lo dieron todo por
la profesión y que Gregory La Cava inmortalizó en su film: “Stage Door”.
Perfectas interpretes que navegan entre la comedia perfecta y el drama de una
tragedia personal. Gentes sencillas que después del trabajo tiene su vida y hogar.
María Bouzas te engancha
rápido. Su ritmo es rápido y muy cruel. Despiadada entre unos diálogos que
parecen disparados por cañones en lugar de ser articulados por una mujer de
edad, emotiva y de palabras dulces. De haber nacido en Francia, María, sería como la gran Medeleine Renaud y
hubiera interpretado “Tête d´or”. Es,
tras Carlota Baró, sin duda, la mejor actriz de PV. Es más de teatro. Carlota,
es el cine.
Hoy brillantísimo cierre con una “Francisca Monteconnegro” que la ha
dado el telele de pie, después de quedarse transida y de perforarle, el
orgullo y la isiosincrasia, un punzón de hielo.
Pero, como era previsible, no
podía sino relacionar este final con aquel maravilloso filme de Stamley Kramer.
“Adivina quien viene esta noche”. Una película notable y valiente. Por el tema
que abordaba de modo democrático, sincero y lucido y por que fue el último film
del memorable Spencer Tracy, muy enfermo, que murió cinco días después de rodada la
película. Con momentazos de impresión y de mucha ternura.
Tendremos mañana tiempo de
hablar de ella. Una comedia con una preciosa banda sonora que me la piden mucho
en mi programa de Bandas Sonoras; divertida, inteligente y muy esperanzadora
que nos habla de lo que llega a la “Casona” y más a una España de curas y
terratenientes: Nos menta sobre el ser humano que no es racista por naturaleza,
a pesar de la apariencia y de los prejuicios y con la esperanza, representada
en “Soledad” y en “Terence”, que, aunque sea lentamente, los problemas raciales
desaparecerán un día.
“Francisca” es el Spencer Tracy del
filme. El retrógrado que se enfada porque no es de recibo a su ideología, su
yerno.
Comienza a retratarse el
problema del racismo en PV. Un mal endémico en nuestra sociedad y se llega
hasta una maligna casona de tradiciones muy conservadoras que son el caldo de
cultivo que hace efectiva la discriminación y el apaleamiento del diferente.
Veremos que química tiene los “protas”, mañana y cómo impacta, ya que este filme
de Kramer fue rotundo y delator de la intolerancia hacia el color de la piel.
PV, por lo que he visto, sigue corroborando sobre que el racismo no está
superado en absoluto aunque vayamos de “progres”. Nada más lejos de la
realidad, ni mucho menos y las reacciones serían parejas hoy como ayer en los
60 o en PV.
No es Sydney Poitier ni es su mejor voz en el doblaje, el inolvidable Manuel
Cano, ni son los fantásticos 60 ni es la Hepburn. Pero no es para desmerecer lo
que llega. Ni mucho menos.
Bueno ya suponíamos que, “Quintina”/Blanquita Parés, un bombón que parece sacado de una golosa
cajita de “Bombones Vasquitos/ Pastillas Neskitas”; la nuera, dulce sufridora más buena que las hogazas de
“Candela”, no iba a pasar desapercibida para un eminente compositor grillado
pero genialmente rellenito de perturbaciones. Aunque de poetas y de loco todos
tenemos un poco. No me podido sino recordar, entre tanta nota improvisada según
el ruido de una mosca al posarse sobre el chorizo magroso del “Colmado”, la
esperpéntica letra castellano en traducción de Ernesto Santandreu, que la debió crear en momentos hipercinéticos, aquel “Do
re mi” en “Sonrisas y lágrimas, en las voces de la “Coral Sant Jordi”. Eso sí
muy bien interpretado por Teresa María, Alberto Águila, Javier Romaní y Lita Torelló entre otros.
No me gusta “Martín” estos
días; lo siento pero está de un “plasta” que le apalanca a uno en la siesta. No
es por el actor, es que está tan deslavazado y reiterativo el “Begin the
Beguine” de vuelta a los mismo y de ritmo ya aburrido, sobre estos fantasmas que
persiguen la historia de un amor tan desconsolado, que parece no tener buena continuidad. Costurado de fatalidades y lejanos pasados
perdidos en el presente futuro.
Quiero finalizar con las
miradas de dos actrices que cada día son más mágicas: Aída y Carlota. Hoy
sublimes y subliminales. Desafiantes y transcendentes. ¡Vaya actrices!.
Utilizan los sentidos de los ojos como poquísimas lo hacen el cine español. Transcienden lo óptico para
ver en el más allá de nuestro interior y el de su hondo sentir maltratado. Son
miradas que sobrepasan lo plano para ocupar muchos instantes de ternura. Son un
mar en ebullición que lo devora todo. Han llegado esta tarde a puntos emotivos.
“Mariana”, a Carlota cuando se le iluminaba el iris al recordar a Sigüenza, estos días de
viajante ambulante siempre camino "palante", y a “Candela”/Aida de la Cruz con “Soledad”, tuteándose, que parecía la mismísima María Falconetti.
Mi homenaje a estas dos chicas
que sólo sé de su buen hacer y cuya mirada, marcada por unos expresivos ojos,
desarrolla una fascinación sensitiva inigualable que debe ser apreciable un
día, en todo su esplendor en pantalla
grande.
No me disgustan los "Buendía". Charlotte, Javier y Jorge. Su reiterados amorios, desamorios, desalientos, ante repeticiones de circunstancias tan previsibles como reiteradas, no obvia que los tres actores son más que convincentes. Y empiezan ya a destacarse. Esperemos un guión más novedoso y menos ramplón y repetitivo y que no tengamos que decir aquello de "Que buenos serían si tuvieran un gran texto". Que los chicos lo valen.
Dedicado a nuestro teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, donde se proyectó este filme. Hoy, dedicado a teatro, musicales y a las sesiones de pases de cine en el Festival. Pero con cine de estreno preferente en sus días de gloria. El Festival era, antaño, este emblemático edificio real que ha cumplido 100 años. Es de lo poco que queda en Donosti de aquellos tiempos y de los muchos cinematográfos entrañables que tuvo nuestra Gran Ciudad.
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