martes, 19 de noviembre de 2013

CERCANDO A UN VIOLADOR


De todos los delitos cometidos impunemente por el  señorito “Fernando”, sin dudarlo, el más execrable ha sido la violación. Hoy, hay que felicitar a Sandra Cervera porque ha sido la protagonista más convincente y convencida de justicia ante las monstruosidades que, un tarado impotente, le he infringido a la carne de su carne. Aquella mujer, “Emilia”, que llevó nueve meses en el vientre a “María”, que por poco le cuesta la vida el parto, destrozada al conocer lo que fue vilipendiado su ser de las entrañas, de semejante horroroso modo en el hoy, por un ser asqueroso, un aberrante sexual que desgarró descarnizadamente a una mujer indefensa, a su hija, un ser abyecto, truculento, sañudo, sin sentimientos y un asesino de su padre si se hubiera consumado el crimen en la cárcel, aquella madre llora de modo inconsolable.
Sandra es una actriz de mantener el tipo diariamente y de momentos brillantísimos, como los que ha desarrollado  como la mejor amiga de “Pepa”, como madre y como vidente umbilical y tía de la hija de “Pepa”, este último, un “rol” que se ha dejado de lado, con lo que de emotivo podía haber resultado, así como son inexistentes las relaciones entre  el “abuelo” y la nieta “Aurora”.Pero los momentos con Ariadna, descubriendo y reconociéndola como hija de "Pepa" fueron preciosos.
Momento entre Sandra y Loreto de la verdad. De fantasmas que toman cuerpo a través de las palabras. El inicio de un cerebral melodrama con cuentas pendientes, de castigo al violador, de ira en una madre que iría a la cárcel con tal de eliminar al bestiajo de “Fernanpito”. Es el universo femenino doloroso y mancillado, son esas conversaciones íntimas que gravitan entre madre e hija y a las que pocas veces nos adentra una cámara de televisión. Las mujeres son supervivientes natas que lamentan las miserias más grandes del hombre animal. Las mujeres son seres espirituales recorridas por fantasmas palpables e impalpables. Conmovedora secuencia, gran momento, tristísimo, que nos imbuía en ese planeta oscurísimo habitado por una deforme maléfico que ha incinerado la inocencia y los buenos sentimientos de una criatura que se encontraba en soledad y que, esta tarde, le ha confesado todo lo que ha llorado y padecido. Una mujer, “María”, que ha abrazado la lucidez de contar lo sucedido, con toda la melancolía que anida en su alma rota por todo lo que, sin saber cómo, ha perdido en su adolescencia.
Excelente secuencia de grupo  en el arranque del capítulo. Es Pirandello y los fundamentos del teatro moderno. Es la espera de los personajes, de pie, colocados meticulosamente en un espacio que les da vida y una correcta ubicación en esta secuencia coral. Es cada historia que se vive: los chismes, el enfrentamiento, el desamor, la ira, la verdad, las tristes aventuras de unos infortunados, nadie puede negar en este tipo de teatro el derecho a la vida de cada uno de ellos, existen más allá de la pantalla. Es una simbiosis perfecta entre un frío rol a interpretar y el espíritu y desventura que viven en algún lugar más allá del escenario y de sus miserias. Buen gusto y sensibilidad televisiva difícil de encontrar en nuestras tardes o noches. 
A lo mejor del teatro filmado de Agatha Christie. La cámara estaba colocada en el preciso lugar para entender sobre cómo iba la historia, sobre lo que iba a ocurrir en unos instantes en la espera y llegas del anfitrión, que se ha dejado el corsé de bailarina y parece hasta un galán de revista del “Apolo” del Madrid de los años veinte. Y un durísimo enfrentamiento agrio entre “Fernando” y “Martín”. La nobleza frente a una mente maquiavélica y muy aguda, en una casa que resulta claustrofóbica para todos, no sólo el caserón de la “Casona” sino sus alrededores y todo el pueblo. En estos lances Jordi me gusta más sobre todo en su capacidad de dramatizar con soltura, de implicarse máximamente como el mayor enamorado de la humanidad que defiende al ser que más quiere y en peligro de extinción ante las brutalidades de su marido. 
 El cerco al violador comienza.
El destino suele jugar en contra de los deseos en numerosas ocasiones, sobre todo cuando se bromea con él. Una inmersión muy bien llevada por Jorge Pobes y Javier Abad en la burla de lo que, jugando sin riesgo, acaece sin remedio: el mal y la enfermedad, asomando la maldición de la familia. Un derroche de sugerencias, de sensaciones entre ellos dos, hermanos, que hacen reflexionar y que los reunen de nuevo, más plausibles y empáticos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Sin remordimiento alguno actuó "Ánibal", hizo una apuesta con un farol de su  muerte y puede pagar fatalmente por la presencia real de la misma en su cuerpo,en este momento. Ironía y sarcasmo y la burla punzante del destino. El dialogo ha sido conciso y muy sentido, de una vuelta atrás ya imposible. La mentira artificiosa del protagonista se ha vuelto contra él, sin piedad.
Impresionante Jorge Pobes. Estoy segurísimo del fututo prometedor de este jóven actor. Hoy estaba de rompernos a llorar. 
Gran verdad de "Mauricio": "Desprecios, sólo de su señora". Fortachón y adinerado ahora gracias al bobo de "Fernando", no hay quien le tosa ahora. El "Mesía" puede acabar en un catártico final a base de mamporrazos. Miquel Peidro, guionista, descubrió una similitud física entre Bud Spencer y Terence Hill, con Mario Zorrilla y Carlos Serrano. Es cierto. No sólo en lo físico, también en esa dualidad que existe entre la fuerza descomunal de los primeros y la audacia manipuladora y sagaz de los segundos.
No hay nada sino interés en todas las secuencias entre estas dos actrices: María e Inma. En esas sospechosas exploraciones de la enfermera en el tratamiento de cura de la catatónica. Los sentimientos y la mala "gaita" de la "Paquitapasmá" a flor de piel. La dentadura de "Jesusa" que muerde. Cosas que nunca sabemos lo que en la intimidad les dicen o infringen a los pacientes, si bellas o terribles. No exento todo de cierto olor  ajugueteo intelectualmente mórbido. Un ruina humana de mujer cañon que fue la terrateniente entre perturbadores juegos, desvalida en su perplejidad ceruminosa,  propulsados por un situación excéntrica, ambigüa y truculentamente desalmada.

Para una madrileña guapísima Sheila que cumple 29 añitos.



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