domingo, 19 de enero de 2014

LA BELLA DONOSTIARRA QUE ENAMORÓ A SEAN CONNERY. HOMENAJE A LA ACTRIZ DE DOBLAJE

Con Ángel Molina en Radio San Sebastián 1947


LA BELLA DONOSTIARRA QUE ENAMORÓ A SEAN  CONNERY: ANA MARÍA SAIZAR
LE HAREMOS UN HOMENAJE COMO GRAN DONOSTIARRA LLEGANDO LA CEREMONIA DE LOS "GOYA".
SUS CENIZAS REPOSAN EN SAN SEBASTIAN

Ana María Saizar fallecía el pasado mes de diciembre en Madrid, el día 19. Donostiarra y Koxkera, de la calle San Juan. Murió tranquilamente, en paz, en silencio, despidiéndose de su hijo José Luis.

La calle San Juan donde nació Ana Maria.

Ana Maria, en los cuarenta, comenzó en Radio San Sebastián. En aquella época, la selección se hacía entre las más diferentes y mejores voces. Ana Mari compartió micrófono con los mejores locutores del Estado, que salieron de la emisora decana además y que le enseñaron muchísimo. Con Elisa Bueno, aquella mujer que parecía siempre mayor y con voz de hada mágica. Con Ángel Molina, el más grande locutor de los años cuarenta, de bigote dicharachero, de voz ajustadamente bien timbrada y que hacía radio saltándose todos los cánones para hacerla desde la libre interpretación. Con el extraordinario Ángel María Baltanás, que fue su compañero en el doblaje luego, aquel irrepetible fenómeno del estudio que lo hacía de espaldas al atril. Actor donostiarra que fue un crack y que versionó la vida y el arte, no desde la heterodoxia y sí desde una muy personal extravagancia desobediente. Todo él fue un elogio a la impostura.
Pero un día, con una maleta y muchísimas ilusiones por trabajar en el doblaje, con su voz embriagadora y su mucha tristeza sabiendo que dejaba para siempre San Sebastián, se fue a Madrid. Una mañana cogió un tren en la Estación del Norte.
Era la época madrileña de los grandes estudios de doblaje que competían con los de la  Metro de Barcelona. La mayoría de los filmes importantes en Madrid se doblaban en Fono España, de Hugo Donarelli, donde reinaba el buen trabajo; el furor por acercarse lo más posible al original y en los contratos se jugaba sobre seguro. Destreza y delicadeza vieron en nuestra donostiarra Ana Mari.
Ana María de niña, a la derecha en San Sebastián. Bellos recuerdos.

Ana Maria desbordaba gran talento, sus interpretaciones eran muy sentidas y fue clasificada con disparidad, aunque predominaba en muchos filmes donde el original correspondía a chicas muy guapas, jóvenes sencillas envueltas en amoríos  de difícil solución. Cuadrando su registro con chicas bondadosas y tenaces que, despechadas, se volvían muy peligrosas y arañaban.
Pero también fue la voz de muchísimas sex symbol en el cine; de las amantes liosas; de la mujer del pueblo picarona embutida de desparpajo y de señoras elegantes a las que añadía un toque de cinismo refinado y falsedad perversa, como en su gran interpretación de Anne  Baxter, en “Eva al desnudo”. Pero... siempre perfecta.
Aprendió con los mejores. Con la rutilante y simpatiquísima Mercedes Mireya, gran señora y primera voz en Madrid en los 40 y 50. La primera dama de doblaje en el mundo; actriz dúctil que podía traducir sin problema la dulzura o lo temperamental. Era  Donna Reed, Joan Fontaine, la Bergman o la Stanwyck.
Con aquella Carmen Morando de sonido dulce que provocaban sus cuerdas vocales. Norma Shearer o Jennifer Jones, aquello delicioso que tenía como atributo una mujer glamourosa, sacada de un retrato expresionista de Couture y no de la realidad. Carmen, la fémina más atractivamente enigmática que podemos conocer, guapa, arrasando con su boina estampada tipo “vintage”, ladeada y elegante.
Ana Mari tuvo siempre una manera siamesa de pegarse a la actriz siempre en la imagen. En especial a la dicharachera Carrol Baker. Se le pegó como una lapa en “Horizontes de grandeza”, con un  morbo infantiloide y excitante. Fue Senta Berger, envuelta de mujer explosiva con brutal sexualidad, en “Los vencedores”.
Ana María con María de los Ángeles Herranz

El despertar sexual de la adolescencia lo bordó en un registro muy creíble para los personajes frágiles y quebradizos de Pier Angeli, en “El rey de África”. Se distinguió como la mejor Sophia Loren, haciendo pronunciarse a aquellos labios prominentes, propensos a la risa franca y que hacían aullar a los abobados que contemplaban su voluptuoso contoneo, en “La chica del río” o en “La sirena y el delfín”.Y la Kelly,  depurada encarnación del ideal femenino, en “Mogambo”.
Un guante para la desaparecida Marisa  Mell, misteriosa y de sugerente erotismo, en “Una historia perversa”. La  exuberante Carole Lombard encontró su idilio en Ana Mari, sofisticada y elegante pero fría y altanera, era “La reina de Nueva York”. Claire Trevor tuvo sentimiento y energía en su caída en desgracia correteando por “La diligencia”. Coincidió con “Flor”, en “Érase una vez el hombre”. Y arropó a Hellen en “El bosque de Tallac”. Y fue la estricta señorita Rottenmeier con quien no se llevaba  bien Heidi. Y la Cardinale, natural y tímida. Ana María Saizar, que es como decir: Geraldine Chaplin. Leslie Caron. Beulah Bondi. Bibi Andersson. Dorothy Malone. Antonella Lualdi. Diana Lorys. Linda Cristal. Honor Blackman. Diane Cilento... ¡Todas!... de la parte vieja donostiarra



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