MATILDE, PERICO, PERIQUIN Y... SANDRA JARA
Hay personas como Sandra
García Jara que hacen cosas maravillosas con la voz.
Las gentes a las que nos
invaden ramalazos melancólicos, nos
encontramos, en la remembranza del ayer, como unos astronautas alucinados y
perdidos en las galaxias. Parece que nos han abandonado involucrándonos en un
paraje lejano interplanetario y vacío de sentimientos, algo solitarios porque
no podemos atrapar el tiempo que se fue; sin vuelta posible; sin posibilidad de
reencuentro con personas de hoy que nos recuperen aquella época real que pasamos hace unos décadas y que nos
hicieron tan felices.
Parece como si el tiempo se
hubiera parado en aquellos filmes o actores, en aquellos periodistas, en
aquellos vecinos y en aquella alegre ciudad de nuestra infancia o en aquellos
programas de televisión y radio. Y creemos ya no hay esperanza de recuperar lo
vivido salvo en el diferido, jamás ya en el hoy. Craso error.
Esto vale para todos y de
cualquier edad. Había desistido de congraciarme con las voces infantiles
radiofónicas actuales y me había
quedado hecho un carcamal de no tan longeva edad, con aquellas voces tan
características de los niñ@s traviesos que, con
increíblemente voz simulada, interpretaban: Carmita Arenas, Julia Gallego,
Matilde Vilariño, Selica Torcal y, más recientemente, Amelia Jara y Graciela
Molina, con aquellas sus travesuras costumbristas o inocencias infantiles en la
radio y el doblaje.
No ha hecho falta desaprender
nada, cambiar el chip prodigioso para encontrar el relevo. La semana pasada lo
he descubierto. Lo tenía ahí mismo, lo había escuchado en 1997 en “A la luz del
fuego”: Sandra García Jara, la Voz de Dominique Belcourt en este filme frío
pero apasionante. Y a través de una magazín de radio, entrevistándola o más
bien en charla con una amiga que me parecía conocer de toda la vida, la
esperanza de que el mundo no se acabó anteayer o ayer mismo, me hacen
recapacitar sobre la burla que el destino nos depara a los incrédulos.
Cierto es que no solamente se
encontraban en la profesión Matilde Vilariño o Selica Torcal, aquellos
“Periquin o Gustavín”, sino otras voces
de otros tiempos, con doblajes encomiables.
Antes, incluso, Vicky Udaeta lo hacía muy surreal en sus fantásticos doblajes de las estrellas jóvenes: Sabú, Freddie Bartholomeu o Mickey Rooney. Estaban: Eloisa Mateos, aquella “Senda” de “El bosque de Tallac” o el organillero de “Heidi”, por no mencionar los excelentes trabajos sobre voces infantiles de la cálida Amelia Jara, a la que tanto echamos de menos, acompañando con dulzura a los espectadores de todas las edades. Amelia era aquel muy nuestro “Naranjito” del que habla él “Cuéntame, en los Mundiales 82.
Antes, incluso, Vicky Udaeta lo hacía muy surreal en sus fantásticos doblajes de las estrellas jóvenes: Sabú, Freddie Bartholomeu o Mickey Rooney. Estaban: Eloisa Mateos, aquella “Senda” de “El bosque de Tallac” o el organillero de “Heidi”, por no mencionar los excelentes trabajos sobre voces infantiles de la cálida Amelia Jara, a la que tanto echamos de menos, acompañando con dulzura a los espectadores de todas las edades. Amelia era aquel muy nuestro “Naranjito” del que habla él “Cuéntame, en los Mundiales 82.
Cierto es que María Dolores Gispert, con "Pipi Calzaslargas", levantaba la credibilidad del doblaje con su interpretacióna aquella fuerte niña, la más fuerte del mundo. Graciela Molina
nos vulneraba todas las neuronas sentimentales
con su interpretación del niño “Toto”, Salvatore Cascio, en el “Cinema Paradiso”. Así como que Julia
Gallego ponía el grito sin motivo y el machismo por delante, de modo exacto al
original a “Koji”, en “Mazinger Z”, mucho mejor que otros con voz más
cavernosa. Pero no encontrábamos ese otro alguien que nos provocara tanta
taquicardia como cuando escuchábamos
las voces de los niños de la radio con sus travesuras y desobediencias del
día a día, dichas impecablemente y que
ocultaban otras verdaderas intenciones de las que parecía a través de sus
refunfuños tan “salaos”.
Sandra llegó a nuestras vidas a través de ese programa de
radio emitido desde San Sebastián, aunque ya le conocíamos de la radio, la
“cera Alex” y del doblaje. Han pasado varios años desde cuando quería ser
Matilde Vilariño o Selica Torcal e iba con su mamá, Amelia Jara, los sábados al
mediodía para extasiarse, escuchando a aquellos grandes del doblaje,
siguiéndoles con labiales intermedias incluidas, cuando los actores se
trasladaban a una pantalla de cine para fusionarse con Anne Baxter, Charles
Laugthon o con el mismísimo Charlton Heston. Conoció a los mejores y más
humildes: Félix Acaso, José Martínez Blanco, María de los Ángeles Herranz, José
María Cordero o la “abuelilla” grandiosa: Ana Díaz Plana.
Los sueños se cumplen y hoy es una más que digna sucesora de
aquellas, simplemente, porque lo quiso ser y la fe se fusiona con las ilusiones
de más alto diseño.
Como todas las grandes que se
lo han trabajado la disparidad se cierne sobre ella, sus detractores o el fan
incondicional. Pero, indiscutiblemente en esta gran profesión, ha supuesto una renovación de las antiguas
voces de los 50 y 60. Sus doblajes, osados, irritables, como el de “Vanellope”,
son actuales y adorables y nos trasladan a la emoción del niño que iba corriendo a casa a
escuchar las voces con cara de aquellos dibujos animados de “Los Picapiedra”,
Eugenia Avendaño o Rita Rey. No traen los resuellos del benjamín que escuchaba a sus padres hablar de los duelos
paterno-filiales de “Matilde, Perico y Periquín” y de sus desencuentros
costumbristas de tanta nostalgia. El niñito embelesado con Selica y su “Heidi” o con su Cerdita
“Peggy” de “The Muppets”.
Sandra Jara continua con las
voces aniñadas que le han precedido en las últimas cuatro décadas. Aunque no
sólo es ese su logro sino el que, a diferencia de algunas de ellas, descubre
sus graves y se los trabaja. Y es rompedora y sales del cine, encantado de
haber escuchado tan bonita y ajustada al personaje voz. Es una pequeña
genialidad que se mueve entre el rigor de la dirección obligada y la creatividad del libre albedrío,
y como muchos de aquellas de otros tiempos, se escapa a los moldes prefabricados.
Y suena a los mejores registros que
hubo sin depender de ellos.
Casi es la Voz de los últimos
“Oscar”. Fue un acierto él ofrecerle ser Quvenzhané Wallis porque supone un
cambio innovador en los registros, una sorpresa total por su evocación poética
de una forma de vida en peligro, que te emociona en su visión. Sandra es así: inyección
de penicilina con espíritu innovador.
Es descaro y ternura, magia,
ensoñación bronca y cariño. Es “Claudeen Wolf” que practica el fashion del
doblaje y destaca siempre entre muchos. Le encanta el doblaje y tiene mucha
personalidad. Es, como “Clawdeen”, la que todos los “enanos” quieren como muñeca, la chica que todos los
niños de corazón queremos escuchar en los doblajes. Es realismo mágico. Y en
ocasiones, como en “Crónicas vampíricas”, con Candice Accola, nos impregna en
imágenes apocalípticas y poderosas
Sandra no te deja indiferente,
es pura vehemencia y solvencia y es una persona alejada del miserabilísimo de
la profesión. Si tiene que criticar, lo hace y te atiende.
No tiene orejas puntiagudas
como alguno de sus personajes, ni largas garras o colmillos blancos como en
“Monster High” pero sí tiene un “pico” de oro molido, es divertida y te
encariñas con ella enseguida. Es más, sugiere que ya le conocías.
Puede ser una ingenua plomo,
la cría más perversa o adorable de una comedia con escuela secundaria de por
medio o una estudiante torpe con talento sin explorar. Puede protagonizar
la linda historia de una belleza no
estereotipada como muchas, una niña que busca a su madre entre juegos
solitarios o aquella que va pasando de niña a bella mujer. Con Sandra o nos
partimos de ternura, nos agotamos de risa, se nos electriza el cabello o damos
pasos de “Hip-Hop” o salimos aprendiendo eso del “fitness” para mantenernos en
forma.
Y es la Voz ideal para las
viñetas cósmicas y la compañía para las leyendas y las culturas de las hijas de gentes del orbe más oriental
y lejano y que, cuando la raptan, se reza a los ancestros para encontrarla sana
y salva.
Uno de sus mejores doblajes es
a Nell Jones, en “NCIS”, como ella posee una habilidad analítica de
composición, como aquellas voces de antes, con una renovada aptitud tecnológica
invalorable. ¡Sandra!.
Pues me encanta
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