En aquel día de la batalla de
las Termópilas, 480 a. C., donde Leónidas intentaba parar el avance hacia
Grecia de Jerjes. 300 espartanos contra más de 100.000 soldados persas que les
lanzaban tantas flechas que el cielo se
obscurecía casi en noche cerrada.
Sabían que iban a perder, como
nosotros ya sabemos desde este pasado viernes 26 que España quebrará; que no
tenemos gobierno sino para llenar los bolsillos del oligopolio del Estado de
Partidos, repartiéndose la última “pasta” que queda. Aunque hemos sido
generosos en el sacrificio para que le cuadren las cuentas de los dineros para
pagar los “rotos” de su banca y de su reparto del poder, a pesar de todas las
angustia vividas traducidas en estrecheces; cuando nos invade la impotencia a
pesar de nuestra batalla por sacar adelante el país; sabemos que caminamos a l
quiebra total y que moriremos en la brecha.
Aceptamos una lenta agonía, la
nuestra y la de nuestros seres queridos. Unos fascistas nos han tirado por la
borda más de cuarenta años de trabajo. Unos sinvergüenzas que nos han exprimido
para vender, ellos, nuestro subsuelo con el que han enriquecido a su casta
política y que, ahora, nos comunican letalmente que, desde su mayoría absoluta
así en confianza otorgada, no pueden hacer nada sino rendirse, seguir cobrando
unos emolumentos de órdago, ellos y sus “pesebreros”, subirnos los impuestos
para costear sus despilfarros y que les soportemos sus infamias mientras no
permitirán protestas ni exaltaciones de posibles delitos contra la Nación.
¡Intolerable!. El que den por
hecho que el número de parados se disparará y que, incumpliendo todas las
promesas, no van a hacer nada para adelgazar la administración, al contrario,
incrementar el déficit público a los manirrotos de los autonómicos, otros
cuentistas que tal.
A día de hoy domingo 28 de
abril, el clamor contra Rajoy es inconmensurable. Enardecido por la noticia de
los 20.000 asesores que se llevan 1 millón de euros, cadena de transmisión de
gentuza agregada por los caciques de cada tundra entre la consanguinidad familiar o ideológica de sus
afines.
No va a hacer nada Rajoy porque sería enfrentarse a
sus barones y a la financiación de su propio partido o a la de otros que, aun sin necesitarlos, nunca
está de más tener amigos hasta con Arturo Mas. Por ello los recortes brillan en
su ausencia. Sólo se carga el fardo a las espaldas de los más indefensos y la
ineludible reforma de la Administración Pública ni se la planteará.
El grave problema de la
partotocrácia española, de ahí radica el meollo de su corrupción, es que sólo
gobierna para sus jefes de partido y su virtud del consenso, al margen de las
necesidades de los ciudadanos y de sus propios votantes. Ahora toca financiar
lo perdido con la “burbuja”, entre ello
a los partidos políticos y se asfixia
a la clase media y baja, arruinando el Estado mediante la presión
impositiva.
La austeridad es para los
demás, para las víctimas de las subidas tributarias. Mientras no se cumple con
el déficit y la deuda pública puede alcanzar, en el 2016, el 100%. 700.000
parados ha generado la apatía de Rajoy. Y sólo se entreve entre la negrura del
futuro, continuidad con el IRPF, así como una mayor subida de impuestos para
todos, incluida la del Impuesto de Sociedades castigando la inversión y barrenando
el que se puedan reducir los niveles de desempleo hasta en muchísimos años.
España está sobredimensionada
y es una Estado burocrático ineficaz
con una autonomías que, por una Ley Electoral que es preciso cambiar
urgentemente, hacen y deshacen a su antojo a aún en peligro de quebrar la
economía nacional.
Mariano y el PP han
traicionado a toda la población. A los unos porque les votaron y a todos porque
ha incumplido todas sus promesas. No ha organizado unas cuentas públicas que
nos llevan al precipicio; no ha encarrilado nuestra economía por la vereda
verde de la prosperidad y al Estado de Partidos, a los sindicatos y a la Banca ha premiado con el sudor de los
mejores: los trabajadores del Estado.
Carecen de contundencia y
determinación salvo sólo para amenazar a la prensa.
La pregunta surge de inmediato
ante lo expuesto. Si sólo se piensa en cerrar la boca a la prensa y a sectores protesta en la calle; si sólo desease
calmar las voracidades de las autonomías y
de sus inmorales ansias de chantajear con sus independentismos de
opereta, que son un freno además para los imprescindibles cambios en la organización territorial y el sistema
impositivo: ¿Para qué queremos a este gobierno y a este sistema de partidos?.
Si ya no nos queda sino pagar
más impuestos sin contraprestación, tirar el dinero entre atorrantes políticos,
seguir financiando con nuevas tasas a los depósitos bancarios o
medioambientales, seguir trabajando
para pagar los Impuestos Especiales o el IRPF e IVA... esperando a ser totalmente
desvalijados y lamentando que nadie nos va a gestionar la recuperación, sólo
nos queda pedir a Europa que: ¡Eche del poder! a esta casta corrupta y que le
haga responder judicialmente del daño hecho a los inocentes súbditos maltrechos
y en desesperanza total.
José Ignacio Salazar Carlos de Vergara
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