Este artículo se escribió en los últimos tiempos de Benedicto/Aloisius Ratzinger. El 23 de febrero de este año. Fue leido, en "Primeran.com", por 2.253 personas. Hablaba ya de la decadencia que llegaba y del asunto de la Banca Vaticana.
Detrás de la “escapada” del
Papa hay algo muy simple, que no se revelen los nombres que se esconden tras
las cuentas cifradas del banco Vaticano. Además de tener miedo a ser asesinado. Y ello se lo dirá al futuro Papa que será una sorpresa, sin duda.
El secreto es poder en el
Vaticano. El que sabe no habla y quien habla no sabe. Por ello el Papa huye
despavorido. Desfallece. Se iba a su
capilla a rezar ante tanta maldad en nombre de Dios. Ya nadie en su sensato
juicio, en tal cargo, se queda muchas más noches continuadas a dormir en ese
siniestro Vaticano, donde trama el mal y la perversión anida dentro de las
dependencias y salas de esa inhóspita
metrópoli, donde te pueden desgraciar en cualquier momento. Teme por su vida y
más desde que un alemán, Von Freyberg,
maneja los dineros oscuros de la Iglesia.
Fue una solución pactada entre
la Curia y los corruptos del Vaticano, que impuso a Ratzinger sucesor para que continuara sin solucionar los
problemas que nunca abordó, sino que acrecentó Juan Pablo II. Una herencia
envenenada que proviene desde la época de la “guerra fría” y de Pablo VI. La
misma que se llevó por delante al papa Juan Pablo I. Y que conllevó al actor
Woytilia a regresar al más puro dogmatismo continuado por Benedicto, una vuelta
al pasado, incluso de PabloVI.
Hoy, con absoluta desmemoria
crítica, se reprocha a Benedicto XVI un balance pobre. Es cierto,
litúrgicamente, deja desvalida a la Iglesia, desconectada en lo social,
disminuida en su influencia moral. Pero se olvida que si lo puso la Curia, fue
para obviar los graves problemas del país y para darse poder a sí misma en
medio de un papa “faldero” y que, hoy, ha terminado enfrentada toda entre sí
por el control de los caudales y para con el Secretario de Estado, Tarsicio,
que en siete años ha hecho miles de enemigos. Nadie se puede ni ver,
intramuros.
Los cuervos curiales sólo
aportan mal agüero. Nada de lo espiritual les conmovía. Sólo perpetuar el plano
administrativo e incrementar el patrimonio lavando el dinero negro. La
carcundiosa guía espiritual ha sido una cortina de humo para ocultar un pasado
de crímenes y un presente de “lavadora”
de capitales.
Y como en toda buena dictadura
del terror, no olvidemos que hay 1.200 millones de fieles que, en su
mayoría, temen del infierno, la
ideología más reaccionara es la que sustentaba el chiringuito de la Banca
Vaticana. Pero, todo, tiene su explicación.
El carácter reservado, distante del Papa. La doctrinaria de puntos
básicos en la Iglesia que chocan con el
aire de un ser humano y de unas leyes
del siglo XXI. Cuando se da la espalda
a todo lo que sea recuperar una conexión de la Iglesia con la sociedad,
vertiendo un excelente mensaje de paz y amor en términos compartibles con la
modernidad, todo, explica que no es defecto del Papa que se impone, sino que es continuación de lo defendido por
los antecesores y ordenado desde la alta jerarquía de la Curia.
A Benedicto le eligieron por y
para ello. Juan Pablo II fue un show mediático pero escondía la carcundia en
los sótanos del edificio. Despistaba más. Pero mantuvo el mismo discurso sobre
la condena del aborto, la eutanasia, el rechazo a la homosexualidad, la libre
sexualidad, el matrimonio gay, o interrumpió el debate sobre una muerte digna.
Ratzinger fue elegido Papa con
una condición impuesta por la Curia: Que dejara en manos de otro lo que venía
correspondiendo a los papas: La administración y las finanzas. No se le ocurrió
sino nombrar a Bertone como Secretario Estado que relevaba al factótum Sodano, del que Tarsicio Bertone era
encarnizado enemigo personal. Y la Curia no se lo perdonó. Eran dos visiones
sobre las finanzas y su opacidad así
como de la ocultación de la procedencia de sus depósitos, tan denunciada y que
se la endilgan al próximo papa, a Scola
o a Bertone.
El Vaticano no podía dejar el
espinoso tema de esa administración al albur de un papa que pudiera resultar
honorable. Pero tampoco en manos de Bertone, boicoteándole toda iniciativa
papal. Así ha finalizado todo: Una guerra entre Benedicto y Bertone, al
quitarle el Papa la llave del dinero y con un cataclismo nuclear en al Curia.
La Curia encomendó a Benedicto algo sin más trascendencia: La
guía espiritual exagerada que vertiera mucha polémica que tupiera, con el
despiste, la realidad para que, algunos,
pudieran continuar adiestrándose
en finanzas tormentosas.
Mientras se hablaba de la misa
en latín o del cisma de Lefevre, se querían ocultar las avarientas tensiones
surgidas en la banca vaticana y en la cúpula del estado Vaticano. Que así
finalizaron, a pesar del entramado sórdido para que los pobres fieles y parte
de los sacerdotes y religiosas no se enteraran. Con “Vatileaks”, monumental
escándalo y en su filtración de cartas y documentos internos del Papa a la
prensa. De procedencia interna a los muros del poco santo recinto religioso.
Bertone va para ser papa, siempre lo deseo. Se cree lo
tiene merecido y es el elegido de Dios. Pero también cree en algo más cercano y
terrenal. Hace apenas dos años destituyó a un miembro del Opus, el banquero
Gotti, porque se había tomado muy en serio el colaborar con las autoridades
italianas para dar evitar que la banca Vaticana fuera una lavadora de dinero
sucio.
Benedicto se opuso a Bertone y
cometió un error enorme. Y el segundo quiebro fue más imperdonable: oponerse a
Tarsicio en utilizar dinero para salvar a un hospital, San Raffaele de Milán,
creado por Verzè, amigo de la turbia maquinaria fascista de Berlusconi. E
intolerable fue que, Ratzinger, diera también el poder a otro político ultra:
Mario Monti, que tuvo en el berlusconismo años de gloria.
Deseo que no sea Papa Bertone,
pero en sus enconos vaticanos con el papa alemán, está la clave de la huida del
santo padre. Ratzinger teme por su vida, más que a un nublado que trae rayos
como el que cayó en la cúpula.
Bertone es de mucho cuidado.
No sólo ha echado al papa de su silla por los temores que inspira sino que su
trabajo, en estos años de intriga en ese capitolio, ha sido preparar a un siniestro Marco Simeón, de fulgurante
carrera bajo el amparo de este cardenal Bertone, motor intelectual de la
corrupción vaticana.
En los papeles “Vatileaks”
asoma Simeón. Ya fue advertido el Papa de ello por parte de monseñor Viganò,
quien fuera expulsado por el tenebroso Bertone a Estados Unidos para mantenerle
lejos de la influencia a un Papa que lloró su partida. Y fue el propio Simeón
quien, siendo ya director de la RAI Vaticano, bajo una falacia de informe en el
que acusaba al presidente del banco de “comportamiento extraño”, de haber
perdido el “oremus, quien se deshizo de Gotti ya que pretendía revela los
nombres de las cuentas cifradas del Vaticano.
Bertone pertenece a una logia
masónica “Propaganda 4 o P4”, como Marco Simeón. Es un ser execrable que es
para mucho temer. Capaz de todo y más. Y veremos cómo se ha tomado el que,
Benedicto, haya descabalgado a la
masonería de la dirección de RAI Vaticano.
En tiempo de descuento y
jugándose la vida, el padre santo, ha expulsado a Simeón y escogido a un
alemán, mediante el disfraz de una agencia de cazatalentos, Von Freyberg, constructor de fragatas de guerra para Alemania, para sustituirle. En el final
de su aliento, desecha las conexiones del Vaticano con la connivencia corrupta
con lo más desalmado de la política italiana para, en un gesto nada
espiritual, recuperar para Alemania las
llaves del dinero.
José Ignacio Salazar carlos de Vergara
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