¡Gracias! Blanca. ¡Muchas
gracias! Selu. ¡Sois los mejores!. !Impresionante!. Hoy, os dedico este artículo a los dos. De este periodista donostiarra al que, aunque tengais la vista en perfecto estado, no conocereis seguramente jamás. Ello, me permite ser objetivo.
!IMPRESIONANTE! CAPÍTULO QUE MAÑANA ESCRIBIRÉ SOBRE ÉL. De los mejores que he
visto en los años de PV.
AQUELLOS AÑOS MARAVILLOSOS DE MI BISABUELA
”QUINTINA”
Mi bisabuela “Quintina” era
huérfana y el ser más maravilloso que
se podía conocer. Si no hubiera existido, la naturaleza sería mucho más imperfecta. La pobre, había nacido ciega y en la segunda década del siglo pasado,
recobró la luz. ¡Vaya que si vio desde entonces!. Hasta en blanco y negro y
sepia. Era algo menudita y
“requetesalada”. Sus padres le abandonaron porque nació con ese grave defecto y le recogieron unos mugrientos feriantes que
le maltrataban y explotaban, incluso le ponían la zancadilla parta hacer
reír a los paletos de la estepa
castellana. Pero siempre guardó la compostura. Era muy limpia y conocía,
incluso por el sonido del viento, a la persona que se le acercaba. Era la
mejor mujer de su época. Pobre, pero muy rica en sentimientos. Ciega, pero veía
más allá del otro lado de las cosas. Huérfana, pero llegaba hasta donde se proponía, Pero, sobre todo,
era fuerte y muy bella. Y cuando abrió los ojos al apasionante mundo, le
resplandecían en una inmensidad que hasta, cuentan los lugareños, veía hasta por los costados y por detrás. Ojos grandiosos, ojos de lince que ya conocían aunque no veían.
Fue la primera mujer en la
historia que se dio cuenta de que, en
ocasiones, los ojos impiden ver más. ¡Era genial!. Si hay algo que es poesía
fue cuando, narraban emocionados los testigos, recobró la visión y fue viendo
poco a poco hasta tropezarse con mi bisabuelo “Hipólito Mirañar”. Un pánfilo
maravilloso y un artista genial. Sainetero mayor, que se creía feucho, que
había probado, sin éxito, muchísimos trabajos y que acabó como dibujante de
tebeos y de viñetas mordaces, en la Capital. ¡Una celebridad!. La entrega a su esposa
fue por el gran amor que sintió, siempre, por ella. Le salvó de morir ahogada, al caerse al río, y se enamoró
de ella desde el primer momento. ¡Cómo no!. Nada merecía la pena ver ya sin ella. Mi bisabuela padeció de los mayores
dramas y de la comedia más surreal, de igual modo. ¡Mi bisabuela “Quintina!. Yo
no le conocí pero parece que recorrí, junto a ella, todo su largo camino, que me encontraba allí. No olvidemos que
era “vidente” y más cosas. Muy capaz de hacerme aparecer en escena sin haber
nacido aún.
Su historia es de lo más
tierna y bonita. Sería inhumano no emocionarse recordándole, por lo que me
contaron sobre ella. Una chica enternecedora. Su vida, conjuntamente con la de
mi bisabuelo, te hace reír a carcajadas y llorar de tristeza y emoción. La mocita más conmovedora de “Puente
Viejo”, que te llegaba hasta lo más profundo del corazón. Ternura y valor hecha
mujer. Su historia, es la de tanta gente buena: Simplicidad de la vida de los
que se van como llegaron; pureza de espíritu y limpieza de corazón. Son historias
que te arañan el alma por dentro y te acarician por fuera. Es la melancolía y
es la grandeza de estar de paso para hacer cosas sin esperar nada a cambio. ¡Era Quintina!”.
Dicen que conocía, ya, el
mundo, por los sueños. Y que se alumbraba por entre lo luminoso de su noble
querer y por entre lo sombrío de sus años en el “Circo Roger”. Hasta que un día,
la nitidez despejó las nieblas de aquella mala formación del nacimiento que le
costó ser abandonada por sus progenitores de los que, jamás, se supo.
Se caso una víspera mágica de “San
Juan”, de allá por algunos de los años 20. Boda al estilo segoviano. Boda
serrana en la plaza de su pueblo de “Puente Viejo”. Le aplaudieron a la
chiquita, por guapa y bonitísima, por discrepante y fantástica, bienhechora como
grano de cebada y por ser una novia tan....resalada. La música que
le acompañaba era polifónica, ¡bueno!,
un tal “Hiroshi” le acompañaba con su dulzaina. "Un horror disfuncional!. No sé si será cierto pero me
hablaron de la lírica de una lánguida de guitarras, bandurrias, de nervios de
su suegra, mientras caminaba por la calle del aire, por el camino del remolino
popular hasta la Plaza Mayor desde el
“Colmado”. Mi bisabuela era la primavera infinita. Nadie tuvo tanta hermosura,
con su pelo recogido. Nunca se habían congregado tantos vecinos, los mismos
buenos convecinos y más que, con el cinematógrafo, le ayudaron para la
operación de ojos. Todos se vistieron con sus mejores galas para aquella boda,
la más importantísima de su época. Gentes ataviadas a aquella usanza. Reboleros
en burro o a caballo habían llegado al pueblo. Labradores de honra con aperos
engalanados. Carretas que llegaron con almas que no deseaban perderse el
acontecimiento. Hacheros, leñadores y los curas que tanto deseaban casarles.
Uno, el principal, llegaba tarde. Y por último: Mi bisabuela y el padrino
“Mauricio”, la madrina flanqueada por el novio, y toda la cohorte de invitados
que se sentaban en los bancos de iglesia que reposaban sorprendentemente en la
plaza de la boda. “Emilia”, “Alfonso”, “Candela” fueron testigos de las
emotivas palabras de mi bisabuela para con su “Hipólto” y las entrecortadas de
él para con ella. Testimonio del amor que se tenían “Quintina” e
“Hipólito”, mis antecesores. Se habían conocido y dado la vida a sí mismos y
eran los seres más felices de la tierra. Su história es la que nos ha creado a los demás y posibilita que escriba estas lineas para vosotros cada tarde. Se dieron una vida nueva y descubrieon juntos la luz y crearon una familia y su descendencia, los dos tortolitos, tan emocionados desnudando el alma ante los vecinos y autoridades. Imborrable día para mis bisabuelos!.
¿Que queda de todo aquel tiempo que no vivimos?. Alguna foto hipocondríaca casi pintada en sepia triste. Pero.. cada día que transcurre, mirándola, cada "Noche Vieja" que transita, observándola, lejos de darme un mal "yuyo" por espectral, me doy cuenta de que, el amor, que es real y muy dificil de alcanzar, está pincelado de los colores invariables de la melancolía que son los de la alegría, añoranza de sueños nunca alcanzados, tristeza por el paso de la vida, los colores de la soledad y de los que, en negro, marcan lo que nunca más volveremos a encontrar porque, aquello, se fue.
José Ignacio Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario