Artículo escrito hace un año, em "Primeran.com", medio que vuelve próximamente, coincidiendo con el asesinato de estas tres inocentes en 1992, hacía 20 años. En estos días se conmemoran 20 años del descubrimiento de sus destrozados cadáveres. Esta artículo no gustó nada a algunos. Pero es !LA VERDAD!!!. Advierto de la dureza del texto. Puede herir sensibilidades.
Son asesinatos muy
extraños, inverosímiles en su instrucción sospechosa, insólitos en su resolución
judicial. Que no pueden haberse cometido por tan escasos. Son crímenes con
ritual, que parece que encubren a algo y
a alguien. Huelen fatal.
En esta España del
corrupto Estado de Partidos, puede suceder cualquier hecho horroroso, cualquier
burla que acabe impune o peor; incluso con cárcel para la familia por denunciar,
dentro de esos desgarros emocionales causados por el dolor del horrendo crimen,
la inacción de la policía o al agravio doloso
de la justicia.
Ya con las chicas de
Alcásser se le ponían a uno los pelos de punta. La salida a la luz de los
informes producía escalofríos. No eran crímenes normales. Hubo mucho
ensañamiento. Y se apreciaron muchas irregularidades. Era algo superior a un
“caso más” de aparentes secuestros, violaciones inenarrables y asesinato a
inocentes silenciadas. Como en el “11-M” y en el “Caso Marta” posteriores, eran
como un rito organizado y olfateaba a estar “tapando” algo complejo que
involucraba a notorios personajes y que
no debía salir a la luz”. Da esa sensación.
En Alcásser todo había
comenzado en noviembre de 1992, cuando acudían a una discoteca de Picassent. De
ellas nunca más se supo hasta enero de 1993, apareciendo muertas semienterradas
en Llombai(Valencia), en “La Romana”.
Costó realizar segundas
autopsias. El ADN reveló entonces violaciones anales; torturas execrables tales como introducción
en la vagina de objetos provistos de arista; y muerte por arma de fuego mediante un tiro, de detrás
hacia delante, en la cavidad craneal, según los casos de cada una de ellas,
Antonia, Miriam y Desirée.
Estas autopsias
desvelaron que en estas torturas y violaciones consecuentes, habían intervenido
inequívocamente hasta siete personas. Era de imaginar que, indudablemente, uno o
dos no pudieron hacerlo solo. ¿Quiénes fueron estos criminales?. Por
cierto, ninguno de los pelos púbicos
pertenecían a Ricart ni se encontraron restos de su ADN en las niñas. Lo cual
suponía una losa sobre la versión oficial.
¿Fueron intermediarios de algunas otras
personas?.
Ahí comenzó, como en el
11-M y como en el caso de Marta del Castillo, la sospecha del asesinato coral
con más involucrados y hasta donde la justicia era reticente a llegar. La sorpresa fue cuando el Supremo cerró el caso abruptamente, sin hacer
caso del ADN que siempre lo aceptaba; no considerando que los resquicios que
dejaba la Audiencia de Valencia para seguir investigando la posible
participación de más personas por la prometedora pista de los pelos, dieran
verosimilitud a la contribución de más personas que Anglés y Ricart. Esa pista
crucial, se apartó.
La misma narración del
encuentro de estos dos con las chicas y sadismo posterior presenta lagunas de
ciencia-ficción. Todo resultó muy novelizado como para creerlo. La huida de
Anglés, visto en Lisboa y como polizón
cerca de Irlanda, tirándose al agua, y del que nunca más se supo. Continuando
Ricart en la cárcel con su perfil odiado, condenado por cómplice, que no-autor,
en circunstancias extrañas y pendiente
de aplicarle o no la Doctrina Parot. ¡Todo un
cuento!.
Lo demás, una masa de
ciudadanos rumiantes alelados por un poco de tele-envilecimiento que siempre
fertiliza la incultura política de este país. Una selección de los que los que
no tiene credibilidad y la pringan para hacer creíble un montaje. En definitiva:
Un enigma. Unos inocentes cadáveres, los de unas niñas monstruosamente
amputadas; unos padres desolados y desamparados que no se creen nada; unas
autoridades que se cubren las espaldas; tal vez alguna promesa de escondite,
dinero y lujos en algún país corrupto amigo; tranquilidad colectiva, encaja el
puzzle técnicamente... y caso cerrado.
Ha vuelto a ocurrir.
Marta del Castillo. Y sigue oliendo peor aún. Semeja otro “apaño”. No es nada
asumible que unos quinquis delincuentes toreen a la policía durante varios años
y a una judicatura que, además, acaba viendo sanos e inocentes a algunos y que
se niega a desvelar el paradero del cuerpo, impunemente, con una indecencia
propia no de un Estado europeo, sino de
una selva incivilizada.
Todo ha
sido una vergüenza nacional además de una tomadura de pelo. La rabia que
conlleva los despropósitos de la
investigación, la instrucción y la sentencia no tiene parangón en la
justicia de la Europa democrática.
Y no tiene remedio
España. Cuando se está pidiendo una Ley del Menor y hay un nuevo gobierno, ante
este descalabro de sentencia, llega el nuevo
ministro y, en lugar de pedir la dimisión inmediata de los responsables
policiales de Sevilla, aureola su actuación policial como de “ejemplar”. Lo cual
nos indica no sólo una falta de respeto a la familia de Marta sino que, como en
Alcásser, se oculta un cadáver y a unos culpables. Y se entierra la verdad a
conciencia.
Un desatino.
Felicitaciones del nuevo ministro al dragado costosísimo de Guadalquivir,
embutido de errores incomprensibles, sin resultados y sin pruebas concluyentes a
mostrar en esta farsa de juicio y que no parece sino una
“pasteleo”.
Y naturalmente, después
de lo liado en Alcásser, no hay cadáver.
Problema resuelto. Poco importa la desazón y el dolor puntiagudo de una pobre
familia, que no puede enterrar los restos de una chica de la que se ignora todo
lo que le sucedió. Carcaño ha sido condenado exiguamente por reconocer la muerte
de Marta, obteniendo un óptimo de resultado judicial, que no cumplirá, ya que
como no hay cadáver nadie puede probar lo que le infringieron, el ensañamiento,
estrangulación o si hubo violación u otras aberraciones, ni cuantos fueron ni la
propia muerte. Y es aún más grave, ha podido ha podido guardar silencio sobre la
intervención de sus compinches encubridores, absueltos, a cambio de que ellos no
revelaran el destino físico del cadáver como así se “conchabó”.
Así pues no hay cadáver.
¿Para qué si no existe la justicia?. No se conoce la verídica causa de la muerte
de Marta. ¿Para qué si se compadrea todo al final?. Ni se sabrá jamás si hubo
violación, aunque el decano del colegio de abogados de Sevilla asegura que no la
hubo, por que sí. ¡Total!.... ¿Para qué mencionar el corazón colectivo y sus
razones que la razón de esta inexistente justicia desconoce?. Una justicia
extraña que presta más deferencia y credibilidad a los testigos dudosos que al padre que tenía
el aval de la hora de la llamada.
En el cadáver, como en
las pruebas borradas del 11-M, hay
indudables resquicios que indican qué sucedió, cómo la asesinaron y cuantos pueden ser los autores reales del
escalofriante crimen. Por eso lo han hecho desaparecer. Entre otros motivos
porque no se podrá conocer jamás si fue
agredida por Carcaño, con un cenicero que tampoco apareció, violada, tal vez
estrangulada por más personas o aplastada a patadas. O que responsabilidad puede
tener María García, acusada de encubrimiento, novia del hermano de Carcaño, hija
de un alto cargo de la Junta.
Como en el 1-M, se
limpió con lejía el lugar de los hechos;
lo hizo Carcaño ya que la policía
demoró muchísimo su llegada al piso de León XIII. No se demostró si hubo
violación, se esfumó porque los restos biológicos que aparecieron bajo la mesa
del ordenador, no fueron considerados
pruebas.
No me cabe duda de que
estaban dirigidos por los auténticos asesinos. Con una técnica muy antigua como
es la de inculparse mutuamente, desmintiéndose posteriormente con el pretexto de
presiones policiales, para en el final presentar una realidad judicial diferente
a la que fue la realidad de los supuestos
hechos.
Todo, como en el 11-M o
Alcásser, es un pacto de silencio para
no revelar el destino de un cuerpo con el se ha ido las pruebas del arma del
crimen y lo que se le infringió; las posibles intervenciones de personas y las circunstancias que han rodeado a este
horror que ha sido encubierto mediante un pacto de asesinos y compinches. Y los
inocentes ya no podrán jamás contarnos
lo que les sucedió. ¿Quienes son sus
asesinos reales?.
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