Nuestra más profunda
condolencia a la familia, por el fallecimiento de la pobre nigeriana que
sobrevivía de la prostitución más lacerante y que, en el transcurso de la
mañana, ha fallecido asesinada.
Debió de ser una muerte
horrorosa. Atada, indefensa, padeciendo un dolor inenarrable cuando le resquebrajaban la osamenta, su cuerpo óseo hecho
astilla por una maza, cuando el mal nacido le golpeaba con un sadismo
ilimitado, en todos y cada uno sus huesos, machacando hasta lo más profundo de
las vértebras.
Brutalmente golpeada, la
inocente, no se pudo defender de la sofisticada paliza propinada. Aullaba alaridos cada vez con menos fuerza
porque su vida se apagaba.
Juan Carlos Aguilar, a diferencia del monstruo del filme de Philip
Noyce, sorprendentemente, no dejaba pistas para descifrar. Igual sí, lo que
ocurre es que, no se preocupó nadie de investigarlo. Ni tan siquiera se percataron
sobre la ausencia de algunas chicas, prostitutas y extranjeras, que entran,
salen las pobres, nadie controla y Bilbao es el “Bocho”. Y sus calles, la
atmósfera oscura del Shaolín donde cometía tropelías religiosas a plena tranquilidad.
Un Psycho Killer. Un enfermo mental, mezcla podrida de aquel
Robert de Salvo, estrangulador de Boston, y el sádico Krug Styllo. Torturas entre pobres infelices. Un budista
de la élite, sin reparos, que se “corría” sopesando la capacidad de
sumisión de la mujer. Gracias a las chicas que secuestraba podía ver parte de
ese sueño cumplido. Como se deshacían esas mujeres anónimas por las torturas,
que incluían: humillación, sumisión, cortes, apuñalamiento y desmembramiento.
Desde su templo oriental, sin
conocer el número de víctimas descuartizadas, un maníaco homicida actuaba
necrologicamente y con todos los derechos. Crímenes al lado de casa, escabrosos,
asesino ritual que seleccionaba huesos de la anatomía de desconocidas y desvalidas, de unas
desamparadas que debían prostituirse en lo más bajo y que gritaban espantosamente
cuando las sometía a su ritual macabro, con incienso y cantos lúgubres. ¡Un hijo de puta!.
Pensábamos que, esto, sólo
sucedía entre killers norteamericanos,
recurridos en el cine desde “Seven”. Entre técnicas informáticas y buscando el
espanto de los espectadores. Que esta truculencia de sucesos era la atmósfera
“tenebre”, válida para crear momentos de pánico cinematográfico con mujeres que
lucen sangre y tópicos, no traspasaba
las pantallas de nuestro Estado, que era territorio de lugares alejados,
parajes macabros que dan a luz gentes con todo tipo de derrames psíquicos y de
anomalías sexuales.
Cualquier maltratador es un
delincuente. Y, además, puede ser en grado extremo, un asesino. Se empieza
despreciando a la mujer, para continuar odiando hasta su cuerpo y contemplarla
como una probeta para experimentar las rarezas más extravagantes como un sádico
consumado. Este, además, era un científico del tiempo del renacimiento, de
amplia cultura moral y de sabio resuello iluminado para hacer caminar a sus
“escolares”, como “maestro” de nada, hacia la senda de la liberación. Por
ello, será, que ha facilitado tanto el
tránsito a otra vida mejor, a la pobre Maureen y a alguna más.
Llegado de oscuras
experiencias, “montándoselo” en plan “friki”, vestido de carnaval y naranja por
Bilbao, sin algún certificado, a la deriva oriental, para darse una aura más
sabiamente esotérica, repartía dogma sabio a ciertas horas del día, para
transformarse en un monstruoso agresor mortal de chicas que casi estaban en el anonimato, en otros momentos. Pobres mujeres de misérrimos
países africanos que sólo contaban con su cuerpo para mandar dinero a su
familia. Me ha conmovido esta historia, mucho. Y me embarga muchísima más
tristeza.
A diferencia de los iniciados
en el “Kung-Fu”, persona innoble y de
perversos sentimientos. Oportunista que se parapeto en los aforismos de valores éticos y morales, de corazón limpio
y rectitud de carácter, como coartada para odiar al cuerpo y despreciar
el color de la mujer, sin ser apercibido por nadie, dentro del parque temático que había
creado.
Asesino múltiple. Xenófobo.
Sacó a su mayor Satanás a pasear por la
Gran Vía bilbaima y suburbios castizos. Santón farsante que organizaba viajes
mágicos al templo de “Shaolin” y a tres mil euros, al 50% de comisión,
durante siete años continuados. Predicando la pobreza a sus alumnos, mientras, él, se quedaba con el dinero.
Castigando con dureza a su
parvulario por las venalidades que cometían con su cuerpo mortal y reencarnado,
mientras, se dedicaba a destripar huesos y en tanto los arrojaba desnudos por el
despacho de gimnasio o los esparcía por el cuarto de baño
de su casa. Desde luego no miraba en el corazón de su predicando y ha resultado el peor ejemplo ético que
podía esperar sus timados.
Las artes marciales, en este
engendro, humano no eran para defenderse, para sentirse seguro o para
practicarlas deportivamente, eran casi un ritual religioso para hacer soportar
en los demás, límites dolorosos hasta la extenuación total. El que no los resistía, debía morir. Aquí no había elasticidad o flexibilidad. Sólo un ser monomaniático
que, por cierto, ahora, va haciéndose el “orate” y cualquier día le dan permiso carcelario.
Todo lo que podía enseñar está
en esa foto fija encontrada por la policía. Una mujer casi desvanecida en el
suelo. Las manos amoratadas de las ligaduras que casi le cortaban las venas.
Pies y cuello casi rígidos ya, no se podía ni levantar ya que los huesos los
tenía pulverizados. Y, al lado bolsas de basura con malolientes restos de otras
inocentes que llevaban un tiempo ya descuartizados.
¡Que la tierra te cuide y sea benigna Maurren!. ¡Perdonamos!. Allá donde
estés por no haber sabido prevenir este cuento que se veía llegar como el
viento precede a la lluvia. Por toda la crueldad que este hijo de puta te ha
infringido.
¡EN LA MEMÓRIA DE MAUREEN ADA OTUYA!.
José Ignacio Salazar
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