Dicen que la melancolía es un estado de revelación e
inspiración para crear algo. Debo de estar muy puesto yo en esta tarde. Me ha
dado por estar muy melancólico. Me siento entre el ombligo y casi la lágrima. Y
la memoria del tiempo pasado me azuza aun más esta melancolía. ¡Vaya
tardecita!. No sé si es que he tomado mucho “soleil” y me ha dado por pensar
que sólo he tenido envolturas de cosas y personas, que me falta la esencia, lo
que son en verdad.
Seguro que si me leyeran los que más me conocen y aprecian,
dirían que “mal me contemplan”. Y no he tenido ningún contratiempo. Como todos
los domingos, me levanté, colaboré con la tertulia de radio y me fui un rato a
estrenar baño e inaugurar playa colmada. Y en el viaje me atenazó la peor de
las melancolías, la de querer marcharse. Es algo agridulce. Ya he tenido mal
viaje de regreso, también, desde la
playa. No sé si es que me carga ver a tanta gente haciendo lo mismo y casi
caricatura.
Lo empalagoso en el sentir triste es muy peligroso. Se
trastornan los recuerdos y se desequilibra la dieta diaria de acción, la pócima
de optimismo que, procuramos, no nos falte. Nadie que no sea humano no ha
pasado una tarde así, como yo esta, paladeando la azucarada melancolía. Duele
en la tristeza y es un modo romántico de estar apagadillo.
En tardes como esta, todo, es
tan fugaz. El entusiasmo se transforma en neblina. Y el ánimo, aunque parezca
mentira, se esfuma. Es todo tan inconsistente. Te cargas de penas, como de
objetos de consumo inservibles, y descargas en gotas de lágrimas. Se afloja el
alma y sale la melancolía. Cuando era niño estudiaba que, la melancolía, era
como Charlot en la edad de Chaplin. Es volver a ver a Greta Garbo en “La reina Cristina de
Suecia”. Era como ver a un matrimonio de ancianos recorrer juntos una época de recuerdos
juntos. O como él contemplar a unos mendigos en la fiscalía. ¡Me parece que me
estoy poniendo peor!.
¡No!. ¡No!. No voy a decaer
más. Que bastante zancadillas te ponen. Que no acabe conmigo la melancolía. Que
se vaya este penar que tengo por todo
lo que no es, esta hipocondría por lo que fue y ya no es tampoco. De todo lo
que no hemos terminado.
Me estoy escuchando por radio
a mí mismo ahora, en un programa de cine en diferido. Y para colmo suena "Orfeo Negro". Y siempre siento que es
otro, que me proyecto sobre la modulación como otra persona, escucho a otro
locutor al que no conozco, sólo escucho. Es una sensación rara.
Esta mañana, entre dorados
soles, miraba indiferente, a la intemperie y desnudo sólo me protegía el sol y
el agua verdosa de la mar, la verdad, me voy a merendar, que el agua de la mar
abre la glotis y es estómago pide más y más. Una mirada de adolescente y una voz que oculta un rostro, eso es lo
que soy. De tardes como esta surge la fisión en el núcleo atómico.
José Ignacio Salazar
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