lunes, 10 de junio de 2013
LA TIA ABUELA ES UN SEÑOR Y TIENE BIGOTE/ LOS ENAMORADOS DEL CLARO DEL BOSQUE
Diferenciamos a las tías abuelas por sus faldas, porque llevan bigote. Sólo a un "Mirañar" , lindante con el descalabro cerebral de "Hipólito", se le hubiera ocurrido semejante hilaridad y contrarealidad. Dicha además, con tanta naturalidad graciosísima, por un genial Selu Nieto. Inverosimil, pero ciertísimo. !Genial!. Nos retrotrae a aquella gran televisión , hoy inexistente, que divulgó a los mejores autores de nuestro teatro. A Jardiel Poncela. Ese fragmento que se adelanta para mañana, podía haberlo escrito él: Enrique Jardiel Poncela. Sentenciado sin mala saña pero hiriendo sensibilidades y abriendo una brecha de inverosimilitud, absurda, pero real y constatable. Un pastiche del lenguaje que esconde una dura crítica a la saga de una família y de muchas más. Dicho con tantísima "grasia" y espontaneidad. "Las señoras eran señores". Sin abusar del chiste fácil, un ejemplo de una comicidad intelectual perdida y perseguida por mojigatos censores. Hoy, entre la envidia y la nueva censura moral de algunos subvencionados, se seguiría persiguiendo a Jardiel. Asequible y mordaz el bueno del escritor. !Jaaajajajajjajajajjaj!!!!. Un humor lleno de ingeniosidad y aforismos. Si viviera Jardiel Poncela, seguro que vería PV y que exclamaría ante la belleza surreal de sus episodios, en un artículo y transcrito en un blogger, que "no comprendía cómo podía haber tanto señor en el gallinero, con bigote, vestido con faldas y cacareando contra la serie". Porque--- !Ya les vale a algunas tanto ponernos a fuego hirviendo!, a mí y a esta magnífica serie que, ante tan impecable y cultísima construcción, nos tiene embobados. Maravillosa secuencia de los enamorados en el claro del bosque de un bosque entresacado de Anderssen y de Grimm. No es sólo el bosque para "descacharrar" la cabeza de testigos molestísimos o para darles de perdigonazos. Ni sólo para hacer "manitas". No es sólo la acuarela del claro de luna para amores trasnochados y a hurtadillas. Ha sido donde se declaran amor y promesa de matromonio los protagonistas. No comprendo cómo pueden tener a Blanca Parés, delegada ahí, al final, en unos birriosos títulos de crédito (para todos), otorgándole con tan poca importancia que hay que leer su nombre con catalejos porque ni se vé. La mencionan al final y casi haciendole un favor. !Oigan!. La chica es una primera de PV. Hoy, lo ha demostrado. El descubrir de la vida, de la luz, de los colores, un canto a la alegría de estar vivos, inconmensurable. Los colores del paraiso terrenal. La zozobra chapliniana de la desvalida que te enamora y que encuentra al desastroso de su vida, pero que es un individuo, elegante, noble y leal. Con otra actriz no hubiera resultado tan atrayente. Y quiero destacar algo que me está gustando muchísimo: Ariadna en su papel ( de lo mejor esta tarde). "Aurora" que se emociona ante esa tan cada día menos gallardo "Tristanico". Que se quiebra cuando ve a "Emilia" y la recuerda. Como "Aurore de Nevers" que encuentra en la novela de Paul Féval, "El jorobado", a su madre. Y "Aurora" y el fantasma de "Jacinta". "Aurora", de inquietante presencia fantasmagórica para con una asesina y usurpadora: "Jacinta" (!magnífica! Victoria Camps). Atemorizándola, que no se sabe de por dónde entró, por cual lado asomará sigilosamente, que se pasea por el mismo salón del "Jaral" sin haberse anunciado porque los espíritus no tocan la aldaba; que se acerca con los andares de "Pepa" y que huele a ánima vengadora en el bosque del crimen. De hecho, su primera aparición, fue inquietante. Se le veía difusamente en segundo plano, acelerar un paso espectral en paralelo a "Jacinta", para girar 90º y enfrentarse en cuerpo y alma a quien tanto daño le había hecho. Porque era de día y no había neblina, pero me recordó a "La dama de negro", la novela de Susan Hill, con ese filme de James Watkins, en sus oscuros rincones de melancolía espectral. Excelente Ariadna!. maravillosos, como siempre Blanca y Selu.!Gracias por vuestro loable trabajo!.
José Ignacio Salazar
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